POSADAS (Por Esteban Abad). Miguel Carabajal cumple hoy 25 años; contrariamente a lo que dicen los agoreros que “no se debe festejar antes”, el joven santiagueño lo hizo cantando en un resto bar del centro de Posadas, acompañado en piano por Gonzalo Bobadilla. Tras un exitoso recital“Apenas resucitando de lo de anoche”, señala en su Facebook el cantor para sus amistades y quizás para él mismo, ya que a su presentación la consideró “un éxito”, algo que compartió con muchos amigos, familiares y colegas que fueron a saludarlo y a escuchar sus canciones. Es posible que la curiosidad por saber del crecimiento, de la evolución o de la persistencia en el mismo nivel del canto, haya guiado también los pasos de los allegados a Carabajal al lugar de su recital. “Estoy satisfecho – comenta para PRIMERA EDICIÓN-, porque mi paso por la música, como por la vida no cae en la masificación sino que va por el camino que la música me permite hacer todos los días”Desde la casa de la abuelaMiguel Carabajal llegó a Posadas como Miguel Bruchmann, a casa de su abuela materna, ya que su madre se hallaba en Europa por razones de trabajo. La abuela se ocupó de ese niño de tonada algo distinta a la de los misioneros y lo hizo terminar sus estudios secundarios en un colegio posadeño. Las “eses” en Santiago del Estero”“Es que en Santiago se pronuncian más las “eses” que en el resto del país” dice con respecto a “lo distinto del acento” que le notara la abuela. “Es algo típico del santiagueño, como la chacarera, que pertenece a la cultura de la provincia”, añade y relata “en un congreso cultural que se realizaba en Santiago se analizaba eso de que el santiagueño toca las chacareras de manera muy particular”. “Cualquiera puede tocar una chacarera e incluso hacerlo muy bien, pero cuando toca un santiagueño es otra cosa, en el congreso se llegó a la conclusión de que “el santiagueño toca como habla”, remata. “Creo que el hablar del santiagueño tiene que ver con el clima, que marca nuestra forma de vida y modeló nuestra cultura”, culminó.“Sisss…”, casi respondo, entusiasmado por la explicación, algo que que resume el amor que Miguel, como todo santiagueño, tiene por su tierra y su música. No todo en la vida es la chacareraPrefiero preguntarle qué quedó para él tras ese certamen que ganó en un pub céntrico de Posadas hace… “seis años (responde), de entonces me ha quedado el haberme relacionado con mucha gente que me ha ayudado, conocí el estudio de grabación (de hecho tengo un CD), y mi camino se alumbró con la llama de la pasión por la música y el folklore”. Pero Miguel Carabajal no sólo canta chacareras, también se anima los tangos, ni que decir zambas, baladas románticas “algún tema en portugués” y por eso menciona que “me encuentro fortalecido en mi identidad que ya no es sólo santiagueña sino he ido recibiendo aporte de Brasil, de Argentina, Chile, y de países de Europa y eso hace que disfrute cantando La Olvidada como Garganta con Arena o Che picazu mi (guarania con letra en guaraní de Manuel Ortiz Guerrero y José Asunción Flores), o una milonga”. “Yo disfruto igual y creo que el público también” reafirma. Inicia un periplosatisfactorioLuego de ese capítulo en su vida, Miguel inicia un viaje que comenzó en Córdoba – centro de trabajo para los integrantes de la frándula folklórica y de los grandes festivales -, luego una vuelta por Santiago, la fiesta de los bombos, festivales y la recuperación del apellido Carabajal (es homónimo de su padre Miguel Carabajal) y posteriormente la partida hacia Suiza a ver a su mamá. Allí aprendió canto, se familiarizó con el alemán, el suizo, inglés y hasta el portugués y se perfeccionó en música, materia en la que es autodidacta. De regreso a Posadas, piensa en trabajar en pequeños recitales y admite “mi repertorio es variado, más que chacarerero soy trovador pero ¡Voy a morir cantando chacareras!”, reitera.





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