SANTA ANA. La semana pasada, el asesinato de una niña de 12 años ocurrido en la localidad de Santa Ana conmocionó a la provincia y ocupó espacios principales en todos los medios locales. La víctima vivía con su familia en una precaria vivienda de madera, en el llamado Lote 33 de la zona portuaria de esta comuna, sobre un camino vecinal rodeado de yuyales, en total estado de emergencia socio-económica. La coyuntura habitacional y social de esta familia es la misma por la que atraviesa históricamente el grueso de los núcleos familiares del Puerto de Santa Ana, una zona completamente abandonada a nivel estatal, donde desde hace varios años los vecinos vienen sorteando irregulares desalojos forzosos y amenazas por parte de la Entidad Binacional Yacyretá, organismo con el cual la comisión barrial se encuentra en litigio judicial por el sometimiento y atraso al que la EBY sometió al barrio al despojar de sus fuentes laborales y condenar a la pobreza a cientos de familias del lugar. Desde el punto de vista de la seguridad, es imposible no advertir que el Puerto de Santa Ana no cuenta con dependencia policial alguna, pese a que esta demanda forma parte de un viejo reclamo de los vecinos. En la primera parte de este informe especial, se ofrece un recuento de voces de vecinos, que logran describir la complejidad de un lugar que por estas horas es noticia, pero que al mismo tiempo resulta paradigmático para entender la desigualdad y la exclusión social que abunda en nuestra provincia. Sin trabajo ni posibilidadesDeclarada zona “de no innovar”, no hubo en décadas ningún tipo de obra ni mejora en el barrio por parte de la comuna. Los caminos se abandonaron, los servicios básicos nunca llegaron y la pobreza fue en aumento. Hoy, además de la falta de agua potable en todo el Lote 33, el problema más grave es el de la desocupación y la falta de oportunidades, que dejan a las familias a merced del asistencialismo o la explotación laboral. Elvira Vera vive a escasos metros de la casa de la familia de “Mili”, la niña asesinada. Comparte el hogar con su marido y siete hijos. “Mi esposo es discapacitado, y trabajo no hay para nadie. Por ahí alguna changa. Sobrevivo gracias al salario (AUH) pero sin eso no sé qué haríamos. La mayoría vive de planes o de changas nomás. Hay mucha pobreza. Pero como nos conocemos todo, siempre fue bastante tranquilo, pero ahora con lo que le pasó a Mili estamos todos con mucho miedo, sobre todo cuando los chicos se van o vienen de la escuela, ya no es lo mismo”, expresó esta vecina. También en el Lote 33 vive Celso, un olero al que la EBY despojó de su fuente laboral, como a tantos otros trabajadores del río. “Lo que Yacyretá hizo acá no tiene nombre. Acá sacaron gente por dos mangos, con amenazas, dejaron sin laburo, nos cagaron la vida. Y la Municipalidad permitió todo eso, hace años que acá el municipio no invierte un peso, sólo dan planes, colchones, asistencialismo para tener a la gente atada, pero trabajo verdadero no hay para nadie, el puerto de Santa Ana es una muerte total”, aporta Celso. Vivir sin aguaEn el Puerto de Santa Ana, no hay red de agua potable domiciliaria. Todas las familias del lugar, deben servirse de los dos únicos lugares donde hay: la Escuela 107 y la Prefectura. “En Santa Ana se gastaron 70 millones de pesos en una cruz y acá no tenemos agua. Con una partecita de eso podían haber hecho la red de agua para nosotros, pero la verdad es que acá hay un plan para sacarnos a todos, ya que va haber una costanera, y llenar de casas para ricos como hicieron en Posadas, es un plan de la EBY y la Municipalidad. Por eso nos condenan a vivir sin agua, sin seguridad, sin trabajo y sin nada”, se quejó don Fernando, otro vecino. La escasez de agua potable alcanza incluso a la propia sala de primeros auxilios, que debe valerse de lo que traen desde la Prefectura. La enfermera de la salita es Marisa Chávez, nacida y criada en la zona. “Por suerte bajaron las enfermedades como gastritis, ya que la gente consume el agua de la escuela o Prefectura. En cuanto al lugar, está igual que siempre, no cambió nada, salvo que por la asignación universal no hay tanta indigencia, pero sí muchas madres solteras a cargo de muchos hijos. A Mili la conocía desde bebé, la atendía siempre, le hacíamos controles acá en la salita, es terrible lo que sucedió”, lamentó la enfermera. InsalubridadLa suba a cota definitiva de la represa Yacyretá trajo aparejada la formación de varios brazos del río Paraná en la zona portuaria de Santa Ana, y un sinnúmero de espejos de agua estancada en diversos sectores del Lote 33. Se trata de inundaciones que no fueron precedidas por trabajos de suelo o remoción previa alguna, por lo que hoy son gigantescos charcos que potencian las posibilidad de proliferación de vectores. “No se puede estar de mosquitos acá, no nos extrañaría que aparezcan enfermedades ahora que viene el calor”, señalaron los vecinos. Una fuerte consternación vive hoy la comunidad de la Escuela 107La niña asesinada era alumna del cuarto grado (turno tarde) de la Escuela 107, una institución humilde que actualmente tiene una matrícula escolar que supera los 130 alumnos, todo oriundos de la zona ribereña. Aquí también acuden los hermanos de la víctima, quienes cursan en 1º, 2º y 4º grado. “Esta semana ya se incorporaron los hermanitos, y es un desafío para nosotros en la comunidad escolar poder contenerlos no sólo a ellos, sino al total de los alumnos, ya que ha sido algo muy fuerte para todos. Por ello estamos trabajando con profesionales de salud mental, psicopedagogos que nos están ayudando”, indicó a PRIMERA EDICIÓN la directora del establecimiento, Sara Valdovinos, quien se encuentra en la conducción de la escuela desde agosto de 1999. “Hay algunas aclaraciones que hacer sobre Miriam, por ejemplo que nació en abril de 2000, tenía 12 años y no 13 como están repitiendo muchos medios. Después se han dicho y se dicen muchas cosas que no son del todo ciertas, pero nosotros preferimos recordarla como la niña dulce y buena que era”, señaló la directora. La niña, contó la directiva, no estuvo acudiendo a la escuela en la semana anterior a su asesinato, es decir, no había vuelto a clases tras las dos semanas del receso invernal. “Esta familia está compuesta por la madre y seis hermanos, que llegaron desde San Ignacio hace unos pocos años. Allá habían atravesado una experiencia muy traumática y acá estaban siendo asistidos por el municipio y viviendo en una casilla muy precaria. 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e;an a buscar agua de la escuela. Mili estaba un poco atrasada en cuanto a la escolaridad, tenía edad para estar unos grados más arriba. Pero hay un trasfondo social muy profundo”, apuntó Valdovinos. A partir del hecho, la institución escolar convocó a reuniones con los padres y profesionales del área de salud mental. “Ya se hizo una primera reunión con los padres por lo sucedido y estamos organizando otras, porque el objetivo es transitar toda esta desgracia de la mejor manera y trabajar en la prevención. Acá hay muchos niños que andan solos, que se mueven sin adultos, porque en muchos casos las madres tienen que ir a Posadas por trámites de los planes sociales y ellos se quedan solitos”, expresó. La madre de la víctima, también forma parte de la comunidad escolar en carácter de alumna, ya que acude al curso de alfabetización que se dicta allí por las noches. “La madre de Mili llegó a Santa Ana siendo analfabeta, y desde hace dos años está viniendo a las clases. Hay muchas madres en su situación acá la zona”, sostuvo la directora. Antiguo reclamo no resueltoMyriam (12) fue asesinada y apareció a la vera de un camino en adyacencias a la zona portuaria donde vivía. De ahí, la comisaría más cercana se encuentra a siete kilómetros del pueblo. El Puerto de Santa Ana, pese a estar alejado del pueblo y albergar a centenares de familias, nunca contó con presencia policial. Sin embargo, desde más de una década los vecinos vienen reclamando al municipio que gestione la instalación de al menos una garita policial en el lugar para garantizar mínimas condiciones de seguridad. Esta demanda nunca fue atendida y para muchos vecinos, quizás la presencia de una dependencia policial en la zona hubiese persuadido, dificultado o evitado el terrible asesinato- precedido de violación – que padeció la pequeña. “Acá es tierra de nadie. Hay muchos chicos que andan solos, hay muchos yuyales, caminos internos, es un peligro, porque ahora con las areneras y las obras en el puerto llega mucha gente extraña al barrio, pero como no hay policía quienes tienen malas intenciones pueden hacer lo que quieren, tienen zona liberada” indicó un antiguo vecino del lugar, bajo pedido de reserva de fuentes porque, según dijo, “acá la intendencia al que habla mal le persigue. Ni siquiera el patrullero pasa, nadie controla nada en la zona”.





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