POSADAS. La inseguridad en esta ciudad es como un acolchado corto. Cuando la Policía la combate en un extremo, queda al descubierto en el otro. Esa es la sensación que subyace entre los vecinos de los barrios más alejados, situados en la periferia.Y esa situación tiene estrecha relación con las carencias que posee la Policía a la hora de patrullar las calles en móviles o a pie en forma diaria.Ese, justamente, es el inconveniente. Las tareas de prevención muestran efectividad o brindan resultados si se proyectan en el tiempo. No cuando se organizan y se llevan a cabo sólo cuando los vecinos se reúnen en cada barrio reclamando mayor seguridad o presencia policial.En este contexto, como toda medida circunstancial, que se adopta para calmar las aguas, los efectos son efímeros, perecederos.El ejemplo de la manta corta viene a colación, justamente, de la falta de personal, móviles y otros elementos para cubrir jurisdicciones tan amplias, sobre todo en forma diaria.Cuando la Policía intensifica los controles en un sector de la ciudad, el delito de acentúa en el otro extremo. Y el crecimiento delictivo viene de la mano con el crecimiento demográfico y un sin fin de necesidades insatisfechas.Sucede en enormes conglomerados habitacionales, como Itaembé Miní, Ñu Porá y sus alrededores; Villa Cabello y otros puntos de la zona oeste. Sin dejar de mencionar barrios como Santa Helena, San Isidro, A-3-2, A-4 y otros tantos.En Itaembé, por citar un ejemplo, desde mediados de junio y hasta el presente se repitieron unos treinta robos en nada más que en los barrios Terrazas y Policial.Vecinos de la zona indicaron que hay hijos de policías que operan en estas gavillas. Sin ir más lejos, días atrás, un periodista sufrió el robo de su motocicleta del interior de la vivienda que alquila a tan solo dos cuadros de la comisaría seccional Novena.Justamente, la sustracción de motos es el delito de mayor crecimiento en los últimos tiempos y la Policía no tiene idea del destino de las mismas. Este diario intentó hacer un informe al respecto hace un mes y no encontró respuestas convincentes.Fuentes consultadas indicaron que, en promedio, cada comisaría de Posadas cuenta con cinco o seis efectivos por guardia. Al menos dos, se dedican a tareas administrativas. Imagínese lo que sería esa cantidad de efectivos para un conglomerado de 80 mil habitantes como Villa Cabello, por ejemplo. Y ni hablar si la guardia debe responder a dos, tres o más hechos delictivos en idéntico lapso de tiempo.Es cierto que cuenta con apoyo del Comando Radioeléctrico Oeste, pero no alcanza por más que se tripliquen los esfuerzos.Muchos hablan de redistribuir el personal. Es un paliativo interesante. Sobre todo porque hay dependencias que cuentan con sobre carga de personal. Por ejemplo, la Clínica Policial, dejando de lado a los profesionales de la salud, cuenta con más de cien oficiales dedicados a tareas administrativas que bien podría realizar un agente.El Estado invirtió tres años de formación en ellos para que, una vez egresados, den turno para el médico o atiendan el teléfono en la Gran Manzana de Jefatura.Ni hablar de aquellos policías que trabajan en otras esferas del poder político en funciones que nada tienen que ver con la prevención del delito o la lucha contra la inseguridad.Un informe realizado el año pasado por este diario indicó que con ellos se podrían inaugurar otras dos comisarías, como mínimo.Una situación igualmente reversible ocurre con varios comisarios, licenciados en seguridad, más preocupados en conseguir una asesoría en la materia que en retribuir lo que la Fuerza invirtió en ellos a través de acciones hacia la sociedad. Incluso, se desconoce qué tarea, rol o función desempeñan. Eso sí, parecieran no tener horario fijo de trabajo. Apedrearon una patrullaLa falta de personal y patrullas en las calles es una realidad irrefutable. Y el mejor ejemplo es lo ocurrido en la madrugada de ayer con el móvil 3.246 del Comando Radioeléctrico Oeste, que acudió al barrio San Gerardo (ex Pam) por un desorden en la vía pública y debió retirarse como consecuencia de la lluvia de piedras que cayó sobre él.El apoyo nunca llegó ni el patrullero regresó al citado conglomerado habitacional.El episodio se produjo en los primeros minutos de ayer, en inmediaciones de las calles 66 y 129.Un llamado telefónico al 911 alertó que cinco o seis personas protagonizaban disturbios en la calle. Pero ni la llegada del móvil policial logró intimidarlos y mucho menos hacerlos desistir de su accionar violento.





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