La mayoría de los gobiernos de la cuenca del Río de la Plata hace poco o nada para frenar la invasión del mejillón dorado, que está causando daños de enormes costos económicos.El Limnoperna fortunei, un bivalvo de agua dulce, no comestible y originario de ríos y arroyos de China y del sudeste asiático, viaja como polizón desde Asia en el agua de lastre de los buques cargueros transoceánicos desde 1991. Sin predadores locales, se adaptó al conosur americano y en veinte años se reprodujo a ritmo acelerado, se expandió por los ríos Paraná, Uruguay y todos sus brazos hasta la ciudad brasileña de São Paulo. El biólogo Gustavo Darrigran, director del Grupo de Investigación sobre Moluscos Invasores de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata, explicó que “una especie exótica es aquella que fue introducida de manera intencional o no y que se queda en el lugar de ingreso, se naturaliza en el nuevo ambiente, dispersándose rápida y ampliamente”, distinguió. Darrigran, que registró la aparición de los primeros individuos en 1991, explicó que la invasión “ocasiona impactos tanto en el ambiente natural como en el humano”. Y, sin embargo, la preocupación de los gobiernos de la región por esos daños “es parcial”. El mejillón se adhiere a cualquier superficie dura, natural o artificial, y forma colonias que obstruyen tuberías y filtros de sistemas de agua potable, de refrigeración de industrias, centrales eléctricas y canales de riego y afectan la navegación, el turismo y la pesca. “Recorre contracorriente unos 240 kilómetros por año, una velocidad enorme considerando que vive fijo a cualquier sustrato duro disponible”, alertó el biólogo. Apenas tres años después de detectado, obstaculizó la toma de agua y la estructura de hormigón de una planta potabilizadora en Bernal, sur de Buenos Aires, lo que obligó a realizar una limpieza más frecuente y costosa, dijo el experto. Para comienzos del milenio, el molusco viajero ya había llegado al Pantanal boliviano-brasileño. Más tarde causó dificultades en la represa argentino-paraguaya de Yacyretá y en la brasileño-paraguaya de Itaipú. En Yacyretá, donde se hallaron unos 248.000 individuos por metro cuadrado, según el biólogo, las cámaras de la represa estaban tapizadas de mejillones dorados, los filtros de las tuberías se obstruían y algunas máquinas se frenaron por sobrecalentamiento. “Se dice que una parada no programada de una unidad generadora de energía de una central hidroeléctrica de gran escala causa una pérdida de 450.000 dólares por día”, describió Darrigran. Pero esta proliferación parece tener escaso impacto en los gobiernos. “Hay países que no hacen nada. Otros que hacen, con buenas intenciones o para figurar, pero en ambos casos lo hacen mal o en forma incompleta”, advirtió el biólogo.





Discussion about this post