PUERTO ESPERANZA (Enviado Especial). El día después, Puerto Esperanza amaneció cubierta de una espesa niebla de miedo, preocupación e incertidumbre. Los 20 mil habitantes no salen del shock desde la mañana del jueves, cuando un changarín encontró en un trillo el cuerpo degollado y con signos de abuso de Lieni Itatí Piñeiro (18), la estudiante que desapareció la noche anterior cuando volvía a casa desde la escuela.Desde entonces, efectivos de la Policía provincial junto al magistrado Eduardo Fernández Rissi, del Juzgado de Instrucción 3 de Puerto Iguazú, llevan adelante la investigación que, al menos, hasta anoche, no había arrojado resultados concluyentes como para formular una hipótesis de peso.Oficialmente la causa no tiene detenidos, más allá de la demora de dos sujetos y del secuestro de una motocicleta de 110 cc. de color negra, similar a la que un testigo asegura haber visto a la víctima en la noche que desapareció.El juez y los uniformados llevan adelante una desgastante labor en la zona, con la esperanza de hallar alguna pista que pueda dirigir de manera fehaciente alguna línea investigativa. Así lo pudo confirmar ayer PRIMERA EDICIÓN, que viajó hasta la localidad del norte misionero y recolectó las sensaciones de un pueblo desgarrado por el dolor y por el horror.En diálogo con este medio, una de las hermanas de la víctima aseguró que Itatí salió de la escuela a la que asistía acompañada por una amiga, lo que podría reforzar la teoría de que todo se trató de una emboscada. Sin embargo, la ausencia de otros elementos de prueba no permite profundizar en esta o en cualquier otra suposición.En busca de pistasEl cadáver de Lieni fue descubierto alrededor de las 5.30 del jueves por un changarín de 22 años en un descampado emplazado en el barrio El Progreso, a pocos metros del edificio en construcción de la futura Escuela Provincial 14.Esa senda improvisada es utilizada por vecinos del barrio Esperanza II -donde vivía la víctima- como un atajo para acortar camino entre el asentamiento y el centro de la localidad. Está a un kilómetro de la casa de la familia Piñeiro y a más de dos kilómetros de la Escuela Polivalente 20, de donde Itatí había salido la noche del jueves con destino a su vivienda.“El pueblo está triste, sorprendido. Preocupado. Yo tengo tres varones y una nena que van a la escuela, todos tenemos miedo”, contó en la escena Noemí Villalba (30), una vecina de la zona conmovida por el episodio. A su lado, Lorena Pereira (57), otra habitante del lugar, no deja de lamentarse por el brutal crimen. “Estaba llena de vida”, reflexiona, sin quitarle la mirada a los dos manchones de sangre que quedaron sobre la tierra como marcas de muerte.“Tatiana” -como apodaban en casa a Itatí- caminaba todas las noches esos tres kilómetros que separan su casa de la escuela, en donde cursaba el tercer año. Terminaba a las 22.30 y recorría de a pie esa distancia, obligada porque el último colectivo que sale al barrio parte a las 18. De todas maneras, lo que en una ciudad puede parecer una epopeya para una joven de 18 años, en la tranquila Esperanza es cosa de todos los días: aquí el índice delictivo es relativamente bajo en relación con una metrópolis.Sin embargo, esa suerte lamentablemente cambió el último jueves. Mónica Amaro (30), una de las hermanas de la víctima, confirmó que la estudiante asesinada brutalmente había salido de la escuela algunos minutos antes.“Salió a las 22, media hora antes que el horario de final de clases. Salió con varias amigas, hasta que una a una fueron quedando en sus casas. Después, ella se quedó sola”, afirmó la mujer ante este medio.El dato que aporta Amaro bien puede inclinar la balanza de las hipótesis hacia una supuesta emboscada, suponiendo que la menor, como aseguran sus familiares, no tenía previsto ningún tipo de encuentro y simplemente regresaba a casa. De todas maneras, desde la investigación se mantienen cautos a la hora de seguir una línea y, ante la falta de pruebas contundentes, prefieren no descartar ningún tipo de hipótesis. Lo único cierto por estas horas es que desde que la joven salió de clases hasta el momento en que se halló su cuerpo, sólo hay misterio.Al respecto, Fernández Rissi y su equipo volvieron ayer por la tarde a al lugar en donde se halló el cadáver. Lo acompañaron efectivos de la comisaría local junto a hombres de la División Homicidios de la Dirección de Investigaciones y de la Brigada de la Unidad Regional V de Puerto Iguazú. Además, colaboran en los trabajos uniformados de Puerto Libertad, Wanda y Colonia Delicia.Ayer además trascendió el testimonio de dos testigos reservados. Ambos aseguran haber visto a la joven como acompañante en una motocicleta. La cuestión que plantea interrogantes tiene que ver con que ambos difieren sobre el modelo del rodado, el lugar y la hora en que la vieron.Uno de los testimonios ubica a la estudiante a bordo de una motocicleta tipo Cross negra, relativamente cerca del lugar en donde fue hallado el cuerpo. El otro relato la posiciona como acompañante en una motocicleta de 110 cc. por la céntrica avenida 25 de Mayo.Con base en estas declaraciones, la Policía allanó en la madrugada de ayer dos viviendas y demoró a dos jóvenes. Uno de ellos, vecino de la víctima, sería el propietario de una motocicleta 110 cc. similar a la buscada, que fue secuestrada junto a prendas de vestir y otros elementos. Los uniformados buscaban filmaciones de cámaras de seguridad del centro de Esperanza pero, hasta anoche, no había pruebas que parecieran convencerlos del todo. La paz perdidaA media mañana de ayer, la comisaría de Puerto Esperanza fue epicentro de una reunión entre quienes trabajan en el caso. El oficial principal Rubén García, jefe de la comisaría local; el comisario mayor Roberto Flecha, a cargo de Investigaciones, el comisario general Juan Carlos Espíndola; jefe de Seguridad de la Policía; y el general Orlando Amarilla, subjefe de la fuerza, entre otros, coordinaban criterios para las próximas medidas a tomar.Cerca del mediodía y con la presencia de Fernández Rissi, arribó también a la dependencia policial Rosa González, la madre de “Tatiana”. La mujer siempre estuvo contenida por un grupo de familiares y amigos, aunque nada pudo ocultar el dolor y la angustia, materializada en lágrimas.Esa misma tristeza se percibe en cada esquina del pueblo, asediado por el horror. La consternación se hace potable en los rostros de sus habitantes, como lo confirma el propio intendente, Alfredo Gruber.“Estamos pasando por un mal momento. Nuestro pueblo no e
stá acostumbrado a esta clase de hechos y hoy estamos todos trabajando enfocados para que se sepa quien hizo esto”, afirmó el jefe comunal, quien bregó porque “ojalá pronto se esclarezca el caso”.Gruber agregó que “hay una familia que está sufriendo y un pueblo que está preocupado porque manda a los chicos a la escuela de noche. Todos estamos así, nosotros como autoridades también, porque nunca pasó esto, así que ahora estamos trabajando”. A un costado Gilberto Gruber, hermano del intendente, ex jefe comunal y actual diputado provincial, confirma que el dolor va más allá de todo.Ninguno se equivoca. La localidad luce paralizada desde que la noticia corrió como reguero de pólvora. Y también transformada. Parece haber cambiado para siempre después de un crimen que hasta anoche todavía carecía de respuestas y minaba la tranquilidad con la que hasta hace pocos días se manejaban los esperanceños. “Me duele demasiado lo queme hicieron, ella era mi bebé”PUERTO ESPERANZA. El dolor de Amaro Piñeiro (50) se refleja en su voz ronca y monótona. Ayer, cuando PRIMERA EDICIÓN lo visitó en la casa del barrio Esperanza II, el hombre apenas si podía articular sus cuerdas vocales para esbozar unas pocas palabras.Rodeado del consuelo de familiares y vecinos, que se acercaron en masa hasta la casa donde vivía Lieni Itatí Piñeiro, su hija, Amaro lanzó un pedido desesperado para que se haga justicia y el brutal crimen de “Tatiana” se esclarezca.“Me duele demasiado lo que me hicieron, ella era mi bebé”, lanzó completamente angustiado, ante las muestras de afecto de sus cercanos. “Queremos que se haga justicia, porque el que hizo esto tiene que pagar; ella era una chica buena, no debía nada”, agregó.Totalmente quebrado, Piñeiro recordó que la joven “hacía lo que yo le aconsejaba. Ella procuraba estudiar y eso es lo que yo le decía que hiciera. Nunca salió a ‘cruzar calle’ con ningún muchacho ni nada. Era de su casa. Siempre me obedeció, porque yo le decía ‘tenés que estudiar y recibirte, después si querés tené tu novio, hacé tu casamiento. Y me obedeció siempre’”.El hombre recordó que alrededor de las 7.30 del jueves recibió la llamada de uno de sus hijos, que le preguntó si Itatí no había ido a dormir a su casa. “Se fue al colegio y no regresó”, le dijo al otro lado del teléfono.Amaro, actualmente separado de la madre de Itatí, comenzó a desesperarse a medida que pasaban los minutos, hasta que se enteró lo que le habían hecho a su hija. “Nos contaron lo que pasó y fuimos al lugar, pero el cuerpito de ella ya no estaba más. Todavía no pudimos verlo”, contó ayer por la tarde, mientras aguardaba por la llegada del féretro para despedir a su “bebé” hasta siempre.Gerónima Ferreyra (50), tía de Itatí, contó que vive hace treinta años en Puerto Esperanza y nunca vio algo como lo que le hicieron a su sobrina. “Ni los animales hacen eso, entonces ¿cómo los humanos vamos a ser capaces de hacer algo así?”, se preguntó, a la espera de una respuesta que no llegará jamás.La mujer aseguró que el homicidio fue “un shock demasiado fuerte para toda la familia” y reveló que estamos pidiendo justicia “hasta lo último que se pueda. Estamos pidiendo que lo atrapen”.Por último, Ferreyra recordó a la joven estudiante ultimada brutalmente como una muchacha “muy buenita, muy querida y amorosa, que estudiaba y era de su casa. Muy tranquila”.Finalmente, Mónica Amaro (30) reiteró el pedido de justicia que realizaron previamente sus tíos y añadió que “fue demasiado lo que le hicieron a mi hermanita, si ella no molestaba a nadie, ¿por qué? Todos estamos muy mal ahora”.La última oración no es en vano. El barrio Esperanza II lloraba hasta anoche en la despedida final de Lieni Itatí Piñeiro.





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