POSADAS. El 60% del personal policial existente en la provincia se concentra en la capital misionera y gran parte de este en tareas que poco o nada tienen que ver con la seguridad de la población.Un relevamiento al que tuvo acceso este diario estableció que un alto número de ese 60% está destinado a funciones meramente administrativas. Y otro tanto, como lo publicó en varias ocasiones este diario, a la custodia de encumbrados funcionarios de los tres poderes, pero fundamentalmente del Ejecutivo provincial.La concentración pareció agudizarse a partir de las obras encaradas en la “Gran Manzana” de la Jefatura de Policía, reflejo de la gestión que llevaron adelante Benjamín Alberto Roa y Víctor Armando Rutschmann, preocupada en todo menos en la lucha contra la inseguridad.El aumento del delito quedó en evidencia, justamente, en la última remoción de la cúpula policial, que decretó el final de Rutschmann como subjefe de la institución.Había que hacer una limpieza de cutis y el general fue el primero en irse. Muchos le criticaron no haberlo hecho cuando fue el turno de Roa, echado a puntapiés por sus subalternos durante el acuartelamiento policial de febrero. Ahora depende de la actual conducción que se trate de un cambio profundo y no sólo de una limpieza facial y que se instrumenten los mecanismos para que la seguridad de la sociedad sea, cabalmente, una prioridad en la gestión de Héctor Munaretto y Omar Amarilla. Portavoces internos de la Policía fueron los encargados de anunciar, extraoficialmente, que el índice delictivo había crecido, en franca contradicción con los guarismos que manejaba el Centro de Estadísticas de Jefatura. Fuentes de la misma fuerza de seguridad repitieron que en cada oficina de la “Gran Manzana” hay al menos cuatro policías.Verdad o no, en cuanto a números, el ejemplo sirve para dimensionar el exceso de efectivos en este espacio. Y lo dicen desde adentro.“La Policía necesita más gente, eso es cierto, pero por el momento no es posible. Entonces hay que organizar la redistribución del personal. Que haya menos administrativos y más gente en las calles. Lo que ocurre es que siempre hay amiguismos y acomodados, eso todos lo sabemos en la Policía. En el actual sistema, los jefes nos vemos en la obligación de recargar funciones, porque con los efectivos que tenemos no hay manera de cubrir un servicio mínimo de seguridad”, indicó un oficial de alto rango.“La comisaría seccional Primera de Oberá, por ejemplo, posee treintas hombres. Si a ello le sumamos que deben tomarse descanso, hacer adicionales y recargas, en cada guardia no hay más de siete u ocho efectivos”, señaló un oficial del interior.Esta situación se traslada prácticamente a todas las comisarías de Misiones. En Itaembé Miní, por ejemplo, hay entre cinco y siete policías por turno para un conglomerado que registró uno de los crecimientos demográficos más significativos de Posadas. Y se nota, en las últimas semanas los vecinos se movilizaron y realizaron reuniones exigiendo la presencia de las autoridades de la seccional Novena y de la Unidad Regional X. Todos están hartos de que los roben y se lleven lo que con tanto esfuerzo han conseguido.Itaembé Miní es un caso paradigmático. Todos saben que hay gavillas lideradas por hijos de policías, pero nadie hace absolutamente nada. Se manejan con total impunidad y hasta se rebelan a la autoridad, anteponiendo incluso sus condiciones de “hijos de policías”. Es una situación que se inició hace más de cinco años y permanece incólume hasta estos tiempos.Un contexto similar sucede en jurisdicción de la seccional Quinta. Hasta fines del año pasado en esa dependencia había 47 uniformados -una de las más numerosas de la ciudad capital- para 17 barrios, lo que se traduce en unos 60 mil habitantes.En la mayoría de los casos sucede lo mismo, según cuentan los vecinos. Los patrullajes y recorridas por calles internas se mantienen, a lo sumo un par de semanas y después cesan, por falta de personal para una jurisdicción tan amplia.Y en otras ocasiones, porque los vehículos terminan en Logística, con una avería de poca monta pero que los trámites burocráticos se encargan de demorar semanas y hasta meses.Dicen que la nueva orden del Ejecutivo es mayor presencia policial en las calles. Pero ese objetivo no es posible sin recursos ni equipamientos. Comenzando por los uniformes, por ejemplo. Ni hablar de armas, balas, chalecos antibalas, tonfas y otros elementos que hacen al trabajo policial.Por ejemplo, “nadie explicó jamás qué sucede con las motos policiales que nunca se las ve patrullando los barrios”, manifestó indignada.Las tareas de inteligencia dejan también mucho que desear. Por ejemplo, el robo de motos en Posadas es alarmante y las que se recuperan son en controles vehiculares, al menos en su mayoría. Los investigadores no pueden o no quieren dar con los garitos o centros clandestinos donde son conducidas después de su sustracción. Es más, no saben a ciencia cierta qué hacen con ellas. Una situación preocupante. Tolerancia ceroFuentes consultadas indicaron que en la Dirección Tránsito de la Policía habrá tolerancia cero con los infractores y, sobre todo, con el personal que incurra en acciones ilegales.Razones hay de sobra para adoptar una actitud inflexible. En el último mes varios efectivos de esa dependencia terminaron involucrados en hechos de corrupción, como el cobro de coimas a automovilistas.Se pretende fortificar los controles vehiculares en distintas partes de la ciudad. El principal objetivo es hacer hincapié en las campañas de concientización vial para intentar disminuir el creciente número de víctimas fatales.





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