BUENOS AIRES. Los malos hábitos alimenticios y el sedentarismo están provocando un aumento alarmante de casos de obesidad infantil. De hecho, la Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que la obesidad ha alcanzado ya la dimensión de epidemia a nivel mundial, incrementándose un 35% en sólo diez años.Según la OMS, tres de cada diez niños de entre tres y doce años sufre exceso de peso, en concreto, el 21,7% padece sobrepeso y el 8,3% es obeso. Los niveles más elevados de obesidad se presentan entre los jóvenes de seis a trece años.La mayor amenaza para el cuerpo infantil, junto con los locales de comida rápida, son los dulces y los snacks que se venden por doquier. Esto se debe fundamentalmente a la proliferación de golosinas elaboradas por las grandes tabacaleras, que al haber perdido terreno en las ganancias por la venta de cigarrillos se volcaron a la producción de alimentos, con lo cual lograron inducir la misma adicción que generan con el tabaco.Según el doctor Máximo Ravenna, director del instituto terapéutico que lleva su nombre, “ante la drástica caída del negocio del tabaco, las tabacaleras se incluyeron en la industria alimenticia y utilizan su ingeniería para colocar sustancias que generan el crocante justo, el aroma justo y así lograr que el producto se venda para hacer su negocio a costa del aumento deliberado de la obesidad en los más chicos”. Por otro lado, indicó que “de seguir esta pandemia que marca que para 2050, el 85% de la población del mundo va a sufrir de obesidad, la expectativa por vivir de la generación que inicia en este momento su vida será menor aún que la de sus propios padres”.Chatarra al alcance de la manoRavenna señaló además que la sociedad actual brinda un muy fácil acceso a la “comida chatarra”, que es barata, rica y satisface. “Esto ha logrado una generación de entre un 35 a 40% de infantes con enfermedades relacionadas al tejido adiposo, como ser trastornos alimentarios tempranos, hernias de disco, las piernas en forma de X, etcétera, cuando treinta años sólo un 12% de niños sufrió estas afecciones”.El médico explicó también que la inmovilidad de los chicos, el stress, el advenimiento de los juegos electrónicos, la poca actividad física y la conexión a través de los teléfonos celulares y los mensajes de texto están al servicio de la destrucción corporal a muy temprana edad.“Si el cuerpo fuera de acero rebalsaría, de comida pero como no es así, se estira y eso es lo que hace engordar cada vez más a la población infantil”, sentenció.Una enfermedad neurológicaRavenna también explicó que “hay alimentos atrapantes -como la comida chatarra- que hacen que el cuerpo y la mente pidan más de lo necesario”. Es decir que existen factores que actúan sobre el cerebro para desembocar en la obesidad, una enfermedad que afecta a miles de personas.“Los obesos tienen un estómago sano pero no así su psiquis”, con lo cuál considera que las operaciones para bajar de peso en las que se extrae parte del estómago son inútiles si, tras realizarlas, la cabeza continúa funcionando igual que antes. Y ello ocurre porque la comida rica no genera saciedad, al contrario, por ser sabrosa, regenera el circuito de voracidad. Nutricionistas de distintas partes del mundo proponen entonces un “menú del bienestar mental” conformado por los alimentos que se deberían incorporar a la dieta para tener un cerebro sano como pescado, nueces, vino, leche, vegetales, espárragos, espinacas, menta y salvia. A esa dieta se le deben sumar, por supuesto, al menos treinta minutos de actividad física diarios, que son un complemento a la dieta no solo por el gasto energético, sino porque también actúan sobre la mente, relajando las presiones, ocupando el tiempo y generando una saciedad alejada de la comida.





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