POSADAS. Están en las plazas del centro, situados en algunas esquinas, frente a los bancos o las plazoletas de la avenida Mitre, asistidas de alguna manera gracias a la caridad de la gente e instituciones gubernamentales o sociales. La mayor parte del tiempo permanecen invisibilizados, como entes sin pasado ni presente o futuro, pero cuando llega el frío se hace difícil no ver la crudeza de un bebé durmiendo entre cartones envueltos en frazadas viejas o a los chiquitos desabrigados y descalzos mendigando -por ejemplo- en días como ayer, cuando se registró la primera helada del año en la capital provincial, con una temperatura mínima de 7 grados, según datos proporcionados por la oficina municipal de prevención, Opad. “Esta mañana (por ayer) salieron nuestros operadores para acercarles un desayuno caliente a las familias guaraníes instaladas en la plazoleta de la avenida Mitre y nos contaban la cantidad de bebés y niños chiquitos que amanecen ahí, pasando un frío bárbaro”, describió la titular de Nuevo Horizonte, Claudia Lagardo, consultada por la situación de estas familias aborígenes que llegan a Posadas empujadas por la pobreza y el hambre y se instalan en espacios públicos para vender sus artesanías, donde los menores son los que abordan a la gente o a los autos para ubicar sus productos”, graficó. Contó que desde la asociación civil que dirige se está haciendo un relevamiento de las familias aborígenes para proporcionarles ayuda, “porque desde hace rato eligieron asentarse en las plazoleta y parece no haber solución”. “Lamentablemente todo lo que es contención bajo techo no tenemos, pero estamos tratando de articular con la dirección de Asuntos Guaraníes, para ver qué solución les podemos dar, igualmente como sé que esa dirección está intervenida, no es muy fácil abordar el tema”, explicó.Lagardo agregó que “estamos trabajando en un plan de contingencia, focalizados en la población aborigen en la calle a la vez que están elaborando un diagnóstico, todavía sin cifras concretas, sobre los niños y adultos blancos que están en situación de calle, de los cuales tenemos un relevamiento de por lo menos setenta niños y veinte familias que trabajan en la calle, aunque a la noche vuelven a sus hogares o bien son contenidos en algún lugar donde pasan la noche ”. La historia de Francisco“Hay veces que voy (a los refugios) y otras que no, porque dormir en la calle no me expone a la gente que me molesta con comentarios. Vivo tranquilo y no tengo que aguantar agresiones porque en esos lugares van muchos borrachos. Yo no soy como ellos, estoy en la calle pero no ando sucio ni consumiendo”. Así explica Francisco José Terraza (50) su vida en las calles, situación en la que vive hace cuatro años, aunque en Posadas lleva dos, desde que salió de San Justo, provincia de Buenos Aires, a raíz de una enfermedad que lo llevó a dejar atrás a la familia y eligió la intemperie como hogar. Recostado sobre una pared, que dice estar “calentita”, para ayudarlo a soportar las bajas temperaturas, pronosticadas para estos días en la capital provincial; Francisco busca un libro escrito en ruso y otro en japonés, idiomas que señala estar “estudiando como autodidacta, aunque el japonés me cuesta más”. Verlo así, con unos cartones como cama y los libros que lee para matar el tiempo, hace pensar que padece algún trastorno, pero cuando entabla conversación manifiesta una lucidez envidiable. Cuenta que era peón de campo pero tiene una enfermedad que sin avisar lo deja desvanecido por horas, dice que no bebe alcohol ni consume drogas, le gustaría conseguir trabajo y estudiar. “Algunas instituciones, en el afán de ayudar, erran la estrategia, levantan a todos juntos sin tener en cuenta las patologías y entonces, al juntarnos a todos en un mismo espacio para sacarnos del frío, nos exponen a otros tipos de riesgos”, analizó.





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