SAN VICENTE. Declaró ayer el agente que intervino en el procedimiento policial que desembocó en la muerte de Juan Pereyra Da Rosa, el sábado 10 de marzo, que ahora es investigado como presunto caso de “gatillo fácil” por el Juzgado de Instrucción 3.El uniformado, que se incorporó a la fuerza de seguridad hace un año aproximadamente, prestó declaración testimonial ante el juez Antonio Cuenca.Desde el principio y hasta el final, de punta a punta, intentó respaldar la teoría de un enfrentamiento a tiros con el grupo de hombres que robaba madera aquella noche de marzo.El declarante se mostró muy seguro y ‘preparado’ para afrontar las preguntas del defensor de los tres policías imputados, de la abogada Rosa Gladis Fontana, defensora de Sebastián De Sosa (único sobreviviente a la balacera) y del fiscal de la causa, Rodolfo Cáceres.Obviamente, también de las autoridades del Juzgado de Instrucción 3 de San Vicente.El agente, identificado como Luis Orlando Peña, de 29 años, el único de la patrulla que no abrió fuego aquella nefasta noche del 10 de marzo, contó que ellos respondieron a un llamado a la Unidad Regional VIII, pidiendo un móvil y personal ante un hecho de robo de madera nativa en un establecimiento forestal del IPS, en las afueras de San Vicente.Cuando llegaron -habría manifestado en sede judicial- vieron a dos personas que intentaban esconderse, agazapadas en medio del malezal.En su testimonial, Peña aseguró que la patrulla dio la orden de “alto Policía”, versión que se contradice con la que brindó Sebastián De Sosa en sede judicial.Como los dos sospechosos salieron corriendo, Peña, el suboficial principal Miranda y el suboficial mayor De Lima iniciaron la persecución.Según el agente, no llevaban linternas. En determinado momento de la corrida, ingresaron en un malezal donde encontraron una motocicleta blanca. Allí escucharon, según el agente, los primeros dos disparos de arma de fuego.De Lima dio nuevamente la voz de “alto Policía” y efectuó unos cuatro o cinco disparos al aire, recordó el agente.Después de unos minutos decidieron reanudar la marcha, momento en que escucharon otros cuatro o cinco disparos.Para ese entonces, el sargento Chávez, que se había quedado en la patrulla, también se habría sumado al cruce de disparos.En medio de la persecución, Peña tropezó con un bulto que, posteriormente, se confirmó era el cuerpo sin vida de Juan Pereyra Da Rosa.Culminada la persecución, la patrulla pidió apoyo a la Unidad Regional VIII. Minutos después arribó al lugar un móvil de la comisaría seccional Primera.El declarante manifestó que, ya en el escenario de los hechos, hablaron de la posibilidad de que Pereyra Da Rosa haya muerto de un balazo proveniente de la oscuridad.Sin embargo, la trayectoria del disparo mortal, de acuerdo con las pericias, pareciera contradecir esa teoría. Es que el proyectil que impactó en el cuerpo de la víctima habría ingresado de costado, casi por la espalda, mientras que la supuesta agresión a tiros era de frente.La estrategia es buena. Consiste en imponer la teoría de que los supuestos ladrones de madera, de apellido Pietroski, actualmente prófugos, fueron los responsables del crimen.La imposibilidad de establecer el calibre de la bala que mató a Pereyra Da Rosa da vuelo a esa hipótesis.Más aún si se considera que ni el hombre fallecido ni su amigo llevaban armas de fuego.Hasta acá, ninguna estrategia pareciera dar respuesta al interrogante de por qué no se incautaron vainas o casquillos en el escenario del tiroteo, teniendo en cuenta el mismo relato de Peña, que reconoció que al menos tres de los uniformados abrieron fuego aquella confusa noche del 10 de marzo pasado. En la oscuridadLos tres policías detenidos e imputados del presunto delito de “homicidio simple” se abstuvieron de declarar ante el magistrado que investiga el hecho, el mismo en que este ordenó sus detenciones.Ayer sí lo hizo el agente que formó parte de la patrulla del Comando Radioeléctrico de San Vicente, que intervino en primera instancia en el procedimiento.Fuentes de la causa indicaron que el agente se mostró muy seguro de sí mismo y que llegó a estrados muy bien asesorado.La estrategia, desde el comienzo de la testimonial, fue respaldar la teoría de un enfrentamiento a tiros con los sospechosos, a los que ni él ni sus camaradas vieron jamás.Tampoco es posible determinar si realmente abrieron fuego o no, porque nunca se incautaron vainas o casquillos en el escenario de la balacera.El accionar asoma al menos excesivo, más teniendo en cuenta que los policías no llevaron siquiera una linterna para intervenir en el procedimiento.





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