BUENOS AIRES (Especial para NA, por Pablo Adreani, analista de mercados). La Argentina, el granero del mundo a comienzos del siglo XX y octava potencia mundial, ha ido perdiendo el brillo de épocas pasadas y ha entrado en una decadencia que hoy la posiciona en el puesto número 100 por orden económico mundial. En Japón le dicen a los estudiantes en la primaria: “Somos un país pobre, no tenemos energía y debemos importar todo el petróleo, no tenemos tierras para agricultura y debemos importar todos nuestros alimentos, y necesitamos trabajar mucho y superarnos en forma permanente para poder ser potencia mundial”. Y lo han logrado.En la Argentina deberíamos decirle a nuestros alumnos en primaria: “Somos un país agrícola ganadero y Dios nos bendijo con tierras muy fértiles, productores altamente capacitados y capaces de producir y alimentar a más de 1.000 millones de personas. Y no lo hemos logrado. No debemos permitir que por motivos ajenos se quiebre nuestro destino de ser potencia alimentaria mundial. El desafío está en nuestras manos”. Y debemos estar orgullosos de ser un país agropecuario y poder satisfacer las necesidades de alimentos de buena parte del mundo. El sector agropecuario atraviesa una de las peores crisis de la última década y en esta oportunidad las causas de la crisis en la Argentina tienen mucha más relación con factores internos que con factores externos. No es la crisis en Grecia, ni la crisis en Brasil, ni la crisis en Rusia, ni la menor actividad económica en la Unión Europea, ni la crisis bursátil en China, las causas de la crisis de rentabilidad que atraviesan la mayoría de las actividades agropecuarias. La causa de esta crisis es una combinación entre la baja sufrida en el precio de los commodities agrícolas, por sobre oferta en el caso de la soja y por caída en la actividad económica de países importadores de alimentos de la Argentina, como es el caso de Rusia, y el fuerte aumento de los costos operativos y de logística en la Argentina.La política de tipo de cambio atrasado con respecto a la inflación genera un constante incremento de los bienes y servicios en pesos, y junto con la caída de los precios de los commodities, confluyen en márgenes del negocio negativos. En estos momentos se estima que la deuda de los productores asciende a los 3.500 millones de dólares, equivalente a los costos de producción “para el arranque” de toda la superficie a sembrar con soja. El sector productor se está descapitalizando, se está consumiendo su capital para poder producir, y deberá recurrir al crédito comercial o bancario para poder enfrentar la próxima siembra de los cultivos de verano. En el último año, las exportaciones de la Argentina sufrieron una reducción del 25% debido a la caída de los precios y a los menores volúmenes exportados. Para el 2016 se proyecta que el ingreso de divisas del sector agropecuario llegará a 22.600 millones de dólares, una caída de 11.000 millones de dólares con respecto a los 33.600 millones de dólares que ingresaron en el 2014. No sólo los productores tendrán 11.000 millones de dólares menos en sus bolsillos sino también el Gobierno. Y toda la economía se verá resentida por la falta de dólares en el mercado y la imposibilidad de poder reemplazar el ingreso de divisar por otras actividades “exportables” en el corto plazo. Sucede que la Argentina es un país agrícola ganadero y agroexportador, con capacidad suficiente para exportar alimentos para una población de 400 millones de personas. Por ejemplo con la exportación de trigo de 10 millones de toneladas, estamos abasteciendo la demanda de consumo anual de 200 millones de personas. Las exportaciones de 4 millones de toneladas de aceite de soja, abastecen el consumo anual de 400 millones de personas. Con 15 millones de toneladas de exportaciones de maíz abastecemos la demanda para producir 7,2 millones de vacunos, y con el volumen de carne resultante satisfacemos la demanda de 107 millones de personas. Como se puede apreciar la Argentina fue, es y será potencia alimentaria mundial, a pesar de estar pasando momentos de zozobra y ver oscuros nubarrones en el horizonte.





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