La ciencia está demostrando que los animales de compañía, además de hacernos más felices, y de beneficiar a los niños, contribuyen a corregir comportamientos, a mejorar aptitudes y a aliviar síntomas.Hay variedad de ejemplos avalados por los especialistas. Un Labrador que acompaña a un niño que lee en voz alta refuerza su aprendizaje y facilita su concentración. Chinchillas para el manejo de la impulsividad. Peces de colores llamativos en el salón para focalizar la atención de unos hermanos muy activos. Un Border Collie que duerme con un pequeño de seis años para que afronte y supere mejor los miedos evolutivos, como el quedarse solo, la oscuridad o los fantasmas. La suavidad de un hámster para activar la psicomotricidad de un bebé con lesión cerebral. Jugar con un perrito feo y cariñoso para reforzar la autoestima en la escuela. O un pastor alemán manso para distraerse ante un dolor de panza interminable.“Existen algunas conductas y actitudes que un perro nos puede ayudar a corregir. Por ejemplo, si queremos trabajar el autocontrol en un grupo de niños, cada uno de ellos debe aprender a respetar el turno si quiere interactuar con ese animal”, explica David Ordóñez, educador canino, experto en Intervenciones Asistidas con Perros y director de la empresa Perruneando. Enumera otros beneficios, como una mejor gestión de situaciones de estrés, más capacidad empática, fomento del trabajo en equipo y el apoyo emocional en momentos de conflicto con los padres.Fuente: diario El País (España)





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