Las cifras son del Programa de Autoexclusión dependiente del IPLyC. Esto debe ir acompañado de la atención de un psicólogo y el apoyo del entorno del jugador.
En Misiones, por año, cerca de 260 personas reconocen que son jugadores compulsivos y se acercan voluntariamente al Programa de Autoexclusión del Instituto Provincial de Lotería y Casinos (IPLyC). Les sacan una foto 4×4 que, con una fotocopia del DNI, se envía a todas las salas de juego de la provincia.
Es un acuerdo unilateral en el que la persona solicita al Programa que no se lo deje ingresar a casinos por dos años, señaló en diálogo con PRIMERA EDICIÓN la licenciada en psicología, María Belén Díaz Beltrán, integrante del programa. La ludopatía, advierten, es una enfermedad que no tiene cura.
Si bien el IPLyC provee una actividad de ocio en las salas de juegos también se encarga de concientizar a la gente de que ello puede perjudicar su salud porque puede transformarse en una adicción. Si bien no toda persona que vaya al casino va desarrollar una conducta adictiva, hay que alertar que se puede desembocar en ello, señaló Díaz Beltrán.
Desde el Programa de Ludopatía hacemos tareas de prevención con la población más vulnerable, que pueden ser chicos y adolescentes. Vamos a las escuelas y brindamos charlas, pero no solo les hablamos de la ludopatía sino de todas las adicciones.
En ese marco se encuentra el Programa de Autoexclusión al que anualmente se suman entre 220 y 260 personas por año. Para que la gente conozca de ese programa se realizan charlas, campañas y se anuncia en redes sociales y también se trabaja con el personal de las salas de juegos quienes, si detectan alguien que podría tener problemas de adicción, aconsejan que se acerque a las oficinas del IPLyC. Gracias a la visualización del programa, que tiene aproximadamente diez años, los mismos familiares de la persona que está con problemas se acercan a consultar qué se puede hacer.
Detalles del programa
Díaz Beltrán subrayó que la persona que quiere autoexcluirse debe concurrir personalmente. En Posadas el trámite puede hacerse en las oficinas del IPLyC, por calle Félix de Azara, en el segundo piso. En el interior de la provincia se pueden acercar a las salas de juego con una foto 4×4 y una fotocopia del DNI. Esos datos luego se mandan a todas las casas de juego en Misiones. El jugador debe tomar conciencia de su problema. Si bien no va poder ingresar a ninguno de los casinos debe luchar para evitar una recaída, porque de lo contrario irá a apostar a Encarnación o lo hará en el juego clandestino. La autoexclusión no es suficiente. Necesita hacer una terapia complementaria con un psicólogo o con la contención que brinda la asociación Jugadores Anónimos. Ellos los ayudan a vincularse con personas que están en el mismo proceso, destacó la profesional.
Se anotan personas de entre 25 y 80 años, pero la mayor cantidad se concentra en la franja etaria de entre 46 y 60 y hay casos en que las madres llevan a sus hijos. El problema no discrimina edad ni clase social. La mayoría son hombres, pero en los últimos años se incrementó el número de mujeres. Los hombres comienzan mucho antes con el juego, pero la mujer lo hace de forma mucho más compulsiva y se involucra rápido en la relación tóxica con él, indicó la profesional.
Además, Díaz Beltrán detalló algunos de los factores que pueden contribuir a que se desarrolle una ludopatía: la soledad, la viudez, perder el trabajo, la jubilación o la búsqueda de algo que distraiga. Empiezan el camino de forma recreativa y terminan perdiendo el control de esa actividad hasta que lo absorbe de manera completa. La pérdida de dinero de por medio complica mucho más a la persona, dijo. De la misma forma que sucede con el alcohol hay que jugar pero de manera responsable. Esto significa tomarlo como una actividad de ocio, hacerlo con el dinero que sobre y controlar el tiempo que se le va a dedicar.
Cuando una persona que se anotó en el programa quiere ingresar nuevamente a un casino en cualquier lugar de la provincia se elabora un acta de detección. Los trabajadores de los casinos cuentan con las fotografías de todos los que están en el modo autoexclusión y cuando los detectan les avisan que deben retirarse. Además el personal se comunica con un tercero, ya sea un familiar o un amigo -dato que previamente aportó la persona-, para informarle que el jugador se encuentra en la sala y se niega a retirarse.
El jugador compulsivo juega siempre, aunque haya crisis económica o le falte dinero. En ese caso consiguen plata de donde sea: préstamos, empeño de cosas de su casa, o hasta piden prestado a conocidos. Ellos pierden la capacidad de discernir. Por más que haya necesidades en la casa igual gastan el dinero en el juego. Formulan una cadena de mentiras para eludir responsabilidades y para conseguir billetes para apostar. No se dan cuenta que tienen una enfermedad. Sí lo hace su entorno, entre otras cosas por los cambios de humor. Están muy contentos cuando ganan o muy irritables cuando pierden. Esta última situación es la que más se da, porque cuando ganan no se retiran, siguen apostando y a la larga pierden todo lo que ganaron, explicó la licenciada.
Díaz Beltrán comentó a PRIMERA EDICIÓN sobre situaciones de personas que se acercaron a las oficinas a solicitar la autoexclusión. Citó el ejemplo de una joven que llegó en compañía de su madre y, mientras contaba su situación, su madre hacía acotaciones y era la que más hablaba. Al final de la charla, la mujer dijo: mi marido y yo también vamos a tener que dejar de jugar, porque el problema no era solo de la hija sino del grupo familiar.
También un caso donde una mujer se sacó la ropa para mostrarles las marcas que tenía producto de los golpes que le propinó el marido por haber perdido el dinero en el juego; o de tres hermanos que acudieron juntos a pedir que no les dejaran entrar más a los casinos.
La ludopatía no se cura
El esfuerzo que debe realizar tanto la persona como su entorno para ayudar a que no recaiga es de por vida. No se cura. Puede dejar de apostar pero eso no implica que deje de tener una adicción al juego, explicó a PRIMERA EDICIÓN el licenciado en psicología, Alberto Pech.
El profesional señaló que la ludopatía es un problema muy grave que refiere a una compulsión: impulso incontrolable, irracional y repetitivo para realizar una conducta. Si el acto no se realiza se padece una gran ansiedad. Es alguien que se relaciona de forma normal con su entorno, pero llega un punto en el que esa capacidad queda suspendida y allí comienza a vivir o ver algo relacionado con el juego. Termina apostando el dinero del colegio de sus hijos, la jubilación de su madre… Cuando pierde plata en el juego aparece la etapa de las justificaciones. Tiene certeza de que puede vivir del juego y está seguro que va ganar. Cuando pierde enseguida instala la fantasía de que en el próximo juego lo va a lograr, explicó.
En el cerebro se crea el circuito adictivo y cuando obtiene una gratificación busca repetirla: una gratificación es recibir dinero sin esfuerzo. El circuito puede comenzar a temprana edad, el jugador puede recordar que cuando era niño o adolescente ganó un premio con determinado número. A partir de ese momento se forma una relación entre esa cifra, el juego y el pensamiento mágico. Todo lo que viene después es la repetición de eso, que hace que piense que va ganar si apuesta a ese número, explicó Pech y remarcó que el apostador siempre pierde más que lo que gana, sin embargo insiste en continuar jugando, porque el juicio de realidad, en relación a ese aspecto de su vida, queda recortado.
Para finalizar Pech explicó que la adicción al juego comienza de a poco, y por lo general en la familia de un jugador hubo otro integrante que padeció el mismo problema. No es determinante pero puede volver a suceder.
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