El año comenzó con cierta calma, las calles parecen más amplias y vacías. En cambio, las noches estarán cargadas de almas nocturnas que recorrerán distintos puntos de la ciudad en busca de un lugar para conversar y disfrutar de la tranquilidad que brinda enero.
Creo que la mente comenzará a pedir al cuerpo que ambos se marchen de este lugar, te suplicará que abras las alas y vayas en busca de un paisaje diferente que tenga aires de libertad. En un viaje que reconforte el alma y haga olvidar todas las cosas que ni si quiera valen la pena recordar. Pero están allí agazapadas, esperando un momento de distracción o debilidad.
Es por ello que en esta época se despertarán tus ganas de correr para llegar a tu hogar como si en ese lugar estuviera el punto de partida que te llevará a un nuevo destino para poder descansar.
Sacarás el pequeño bolso que se encuentra marchito y callado encima del armario. Comenzarás a pensar en todas esas cosas que te harán falta para el viaje, pero lo más importante será que puedas conocer personas que te enseñarán sus virtudes y te regalarán su amistad.
No te arregles, despeináte y elegí ropa cómoda. Respira y sonríe por lo que estás a punto de hacer, no seas meticulosa con los detalles deja que la improvisación sea tu brújula y te lleve a rincones donde te sorprenderás.
Viaja liviano, no permitas que las malas situaciones y los miedos te sujeten y aprisionen impidiendo que levantes vuelo.
Verás que cuando ganes altura mirarás esas figuras que te atemorizaban muy pequeñas y detrás del paisaje se irán perdiendo.
Un viaje comienza antes que pongas el pie en el estribo, porque el punto de partida de aquel camino está en tu mente y en el deseo de cambiar de perspectiva y comenzar a contemplar el verdadero rostro del mundo.
El viaje como la vida tienen el mismo sentido; ambos poseen un inicio, un recorrido y un final que resumirán los pasos en este mundo.
No hay mejor manera de comenzar el año soltando al anterior y emprender un nuevo destino, solos o acompañados, pues nunca será el mismo viaje, aunque sea el mismo recorrido.
Si vas con esa persona que desvela tus noches, el viaje será la combinación perfecta entre caminar y recorrer su piel, allí donde cerrarán sus ojos para sentir el tenue perfume, como quien recoge flores al borde de un río y su sonrisa será como un beso a la madrugada o la alegría de los niños que los mirarán pasar al costado de algún camino.
Por otra parte, el caminante que emprende solo su viaje estará acompañado por las estrellas y aprenderá a convivir consigo mismo y encontrará una paz que jamás haya experimentado.
Toma tus cosas y no te despidas de nadie porque solo será un momento de ausencia y las historias que traigas serán interminables. Compartirás tu regreso y las ganas de decirles que los extrañaste porque las ausencias nos ayudan a valorar todo aquello que lo cotidiano nos oculta y no permite valorar. Que la curiosidad sea tu guía y que tu sonrisa sea la puerta donde desconocidos personajes se sentirán atraídos y querrán conocerte y al mismo tiempo que los descubras.
Lo real y verdadero se encuentra allí afuera, solo basta con ir, descubrirlo, tocarlo y sentir todas aquellas sensaciones que te irán pasando. Que tengas buen viaje y no te olvides de algo: es mejor viajar y enamorarse, que siempre tener miedo de dar el primer paso.





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