La sensibilidad se agudiza, los sentimientos están a flor de piel, ya se trate de cansancios, alegrías o angustias, todo se intensifica.
A las corridas y malabares del año se le suman las propias de la fecha, en que la mayoría planifica algún tipo de reunión o encuentro. Planificación que requiere un esfuerzo extra de energía, tiempo y dinero, esfuerzo que genera expectativas, expectativas que, si se ven frustradas dan origen a conflictos.
La ausencia de algún ser amado o la presencia de algunos no tan amados, suelen ser detonantes para que éste cúmulo de esfuerzos y agotamientos por cubrir las exigencias propias de la fecha, explote en el momento menos indicado.
Hasta los conflictos que podríamos llamar habituales, vigentes durante el resto del año, se evidencian más en la cena familiar, nunca falta un adolescente que no aguanta a terminar la cena y se levanta en la mitad para chatear con sus pares.
Alguna familia en proceso de ruptura y los nuevos formatos que aportan lo suyo. Padres separados, con hijos adultos que a su vez tienen parejas cuyos padres también están separados y han formado nuevos grupos familiares, completan el raid interminable que se suma a regalos, listas y extenuación.
A veces no elegimos lo que sentimos, las emociones llegan y nos sorprenden, aunque siempre podemos elegir cómo gestionarlas.
Por más que parezca que las sombras y tinieblas cubren al mundo, esta noche se renueva la esperanza, esa que siempre nos asombra y sorprende, es Jesús que viene a compartir nuestro camino, a darnos fuerza y luz para disiparlas.
Así las luces como las sombras están tanto a nuestro alrededor como dentro nuestro, Dios se hace pequeño y viene a nuestro encuentro, con humildad y sencillez para fortalecernos y acompañarnos. Dejémonos alcanzar por Él, abrazar por Él, no le impidamos que se acerque perdiendo el tiempo en trivialidades. Enfoquémonos en la cosa más humana y menos aparente, revitalicemos lazos familiares, intentemos ver lo mejor en quienes amamos menos, no nos compliquemos innecesariamente, encontrémonos de Ser a Ser.
Hagamos Divino lo cotidiano, que nuestros encuentros valgan la pena, relajemos, flexibilicémonos mentalmente, familiarmente, compartamos una comida serena, pongamos el énfasis en el otro, consolidemos el espíritu desde la fe sostenida en el amor.
Preparemos nuestro corazón para recibir a Jesús con más amor y menos cosas materiales, dejémoslo entrar.
¡Feliz Navidad! Que Jesús nazca en vuestros corazones cada día del año.





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