En tanto el Gobierno nacional da muestras de continuar con su estrategia electoral de confrontar con el pasado y agudizar la polarización electoral; en el terreno de la economía el Indec se animó a mostrar un crecimiento de la actividad económica de 3,3% interanual en mayo, abonando la teoría sobre una mejora. El FMI hizo su aporte al contemplar que en Argentina el crecimiento “se recupere y llegue al 2,4% este año -nivel ligeramente superior a lo proyectado en el informe Perspectivas Económicas Mundiales (WEO) de abril” en el que el pronóstico del organismo era que Argentina crecería 2,2%. El informe “Perspectivas más recientes de las Américas: Se reanuda la marcha, pero a baja velocidad”, indica que en 2018 caerá el crecimiento en Argentina a solo un 2,2%, en tanto que para Brasil los guarismos serían 0,3% este año y el que viene 1,3%. El organismo sostiene que “las recesiones de algunos países -en especial, Argentina y Brasil- están llegando a su fin”, pero no se atreve a profundizar el análisis y advierte que dada la situación interna, el moderado crecimiento será gradual. En general la perspectiva es más bien pesimista para el conjunto de Latinoamérica, y los datos positivos se combinan con advertencias sobre la sostenibilidad a futuro. Los repuntes de los índices, no reflejan necesariamente la economía que importa al ciudadano común y al empresario vinculado al mercado interno por igual. El sayo le cae también a las profecías del Fondo Monetario, que no deberían tomarse demasiado al pie de la letra, después del blooper histórico cometido en 1998, cuando premiaron la gestión financiera de Carlos Menem. Por ello, las expectativas sobre mejoras automáticas debidas a medidas macroeconómicas, exaltadas en un contexto electoral, no representan un indicador trascendente. La realidad de la economía en países con una brecha sensible de desarrollo social y productivo debe pivotear, sin dudas, sobre el trabajo, es decir sobre políticas que apuntalen la creación de empleo y generen condiciones para la actividad de las pequeñas y medianas empresas.La realidad de todos los días no parece indicar que esta sea la virtud de las políticas que se aplican hoy en Brasil y Argentina.





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