Julia Rossi es escritora cuentacuentos, el poder del relato está en ella desde pequeña y lo hizo saber frente a un público entusiasta y deseoso de escucharla.Julia vivió 20 años en Misiones y durante su estadía se encargó de dejar su huella, tanto que fue reconocida por su gran labor junto a la fundadora de la Feria del Libro, Teresa Morchio de Passalacqua y Graciela Wall, quienes lucharon para que Misiones tenga su feria. Rossi reconoció su emoción por el reconocimiento como primera presidenta y recordó: “Trabajamos mucho para ese comienzo” y acá está, en Oberá, para deleitar al público con un relato sobre el árbol como símbolo de vida. Pero cómo se convirtió no solo en escritora de historias sino en experta para contarlas fue porque “crecí rodeada de esas voces, en mi familia eran grandes humoristas, contaban historias con tanto humor que en las reuniones, las sobremesas eran eternas…”.Y sigue “cuando empecé mi carrera de escritora, esa oralidad me contagió y mis cuentos conservan ese don de la oralidad… se nota en mis cuentos cómo funciona ese lenguaje oral”. Ahora decidió tomar al árbol como símbolo de vida “porque nosotros siempre nos reuníamos debajo de los árboles, a tomar mate, contar cuentos. El árbol fue un símbolo desde mi infancia y los escritores han tomado al árbol como símbolo, que siempre está en los cuentos y poemas”.La escritora realiza una “mirada desde la infancia y desde el adulto escritor, porque a pesar de que la mirada del niño es muy distinta a la del adulto, son muy valiosas las dos”.El relato continuó con la cadencia de su dulce voz atrapando a la audiencia: “En el frente de nuestra casa, un frente muy amplio había un algarrobo añejo” junto al cual “nos reuníamos todos. En el verano más, y en el invierno solo cuando salíamos a tomar sol. Mi mamá decía: ‘es el árbol de los pobres’, porque con sus ramitas se puede hacer fuego y con sus frutos dulce, también es un remedio muy saludable. Tiene todo lo que necesita el hombre del campo…”. Su relato, cada vez más interesante, permite que quien no la conoce en persona se forme una idea de cómo es esta mujer de tierra de inmigrantes; de tez blanca, cabellos oro y ojos celestes, que siente, piensa y comparte su pasión por la literatura, quien continuó diciendo que en el fondo de la casa también había una higuera, que cuando se llenaba de frutos negros ellos los disfrutaban como postre.Además, recordando su infancia, Julia afirmó que “al árbol bueno se lo reconoce por sus frutos buenos”, y dio el ejemplo de su madre, a quien siempre escuchaban, y que “como el árbol, fue formando la personalidad de esta niña”. También habló de su padre, “en el frente había dos paraísos. El tronco recto se abre en brazos que se llenan de flores… mi papá tenía la costumbre apoyarse en él y fumaba, se apoyaba a descansar… yo lo veía apoyarse al tronco tanto, que él -mi papá- era el paraíso para mí”.Gracias por tanto contenido, tanta prosa, tanta poesía.





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