La presentación de “Aportación de las Minorías a la Identidad Nacional I”, el viernes por la tarde, en Tras los Pasos, fue solo una excusa para charlar con José Pérez Bahamonde, licenciado en Psicología, y Marta Chemes, licenciada y doctorada en Fonoaudiología y Psicología, quienes además de ser colegas y socios en la aventura comunicacional, están casados, por lo que escucharlos es una invitación a desarrollar otra mirada sobre la comunicación, tanto en la pareja, como en la sociedad toda y con la experiencia que los caracteriza abordaron para PRIMERA EDICIÓN temas sumamente actuales, como la violencia de género, el feminismo y la educación.“El derecho al Bienestar”, “La Alegría de las Pequeñas cosas”, “Ser Feliz y/o Tener Razón”, “Ser Feliz y/o Tener Razón: Hormonas versus Neuronas”, “Ser Feliz y/o Tener Razón: Las Artes del Convivir” son los títulos de sus otros libros publicados, dan cuenta de lo que puede significar charlar con ellos. De hecho, Chemes reconoció que es una experiencia bastante inusual encontrarse con una pareja que durante los últimos 25 años atiende consultorio junta, “porque trabajamos mucho en terapia familiar y laboral y lo hacemos en forma conjunta; comemos juntos, dormimos juntos, escribimos juntos, pero no plasmando ideas, sino diálogos, el texto es dialógico, habla Pepe, contesta Marta y vamos transcribiendo en los libros nuestras discusiones y la forma de desenredarlas; porque un principio que es muy difícil tener en cuenta y que es crucial para la convivencia es admitir el disenso, que el otro no piense como yo y que de todas maneras yo no lo ‘mate’, entonces todo esto se transforma en una experiencia sumamente pasional, sinceramente peleamos mucho hasta encontrar habilidades, estrategias o, como decimos nosotros ‘respons-habilidades’, porque en realidad uno debe desarrollar la responsabilidad de entenderse habilidosamente con los otros”.Pérez Bahamonde, por su parte, aclaró que “en realidad hemos elegido no tanto ir a la teoría, a lo que ya está escrito en un montón de libros, sino qué pasa en la cotidianeidad, en la realidad dentro de una relación, de una familia, de una persona con sus conflictos, y cómo los resuelve, y en esto somos los primeros en ponernos de modelos, como diciendo esto es lo que está sucediendo; es cierto que las individualidades, las diferencias existen, pero hay algo que es común a todos los humanos, las emociones, los diferentes estados emocionales y cómo los abordamos sin entrar en las distintas formas mágicas de resolverlos, que es echar la culpa a otro, hacernos cargo de nuestra parcelita, mi jardín me pertenece, lo que sale en el jardín yo lo tengo que revisar”.“Y cuidar además que no invada con ninguna maleza el jardín del otro; probablemente una de las cosas que más nos costó y más nos alivió es romper el mito de la media naranja. Nos creemos que la pareja es la constitución de una persona, es mentira, somos dos, entonces tenemos que aprender a desarrollar algo muy importante, conversar, porque estamos acostumbrados a contestar, lo que hacemos es poner argumentos reactivos, si uno quiere conversar de verdad necesita estimular mucho su escucha, desarrollar la paciencia, descubrir el valor que tiene reconocer al otro en sus ideas, respetarlo en ellas y después dar a conocer las de uno, este es un proceso que en la práctica es complicadísimo, casi diría que seguimos siendo primitivos para comunicarnos y tenemos más la violencia a flor de piel que el intento de encontrar acuerdos de convivencia”, subrayó la psicóloga.“Cuando discutimos lo hacemos para ganar, nunca se nos ocurre que puede ser una manera de enriquecernos contemplando que puede ser el otro absolutamente dueño de la razón, de hecho, nuestra colección, menos los dos primeros libros, se llama “Ser feliz y/o tener razón”, porque encaramos puntualmente todo lo que tiene que ver con las habilidades y las estrategias de la comunicación y nos debatimos todo el tiempo, en nuestra cultura, con la idea que la única felicidad posible es si somos dueños de la razón y si logramos someter a todos, somos muy nazis en el fondo, entonces tenemos muy poca predisposición a la flexibilidad y así educamos”, añadió al tiempo que su esposo entendió esto puede traducirse en que “somos muy inseguros, necesitamos siempre reafirmar lo nuestro y si nos movemos medio milímetro del surco que nos han enseñado nos sentimos muy incómodos, entonces pretendemos no solo ir nosotros por nuestro surco, sino que los demás nos sigan”.Obviamente, la seguridad se construye y se hace “aprendiendo a mirarse en el espejo de sus vivencias, no es solamente el espejo de mercurio el que nos devuelve la imagen sino que hay otro que es el que me permite decir soy de esta manera, esto es bueno, esto no me sirve”, resaltó la especialista. “Por eso abordamos la comunicación desde dos paradigmas, la auto-estima y la otro-estima; el entorno familiar desde el primer momento nos sirve de referencia, es el afuera al que nos miramos, el bebé se mira en la mamá y así aprendemos a tener ese espejo fuera de nosotros y construimos una identidad a base de retazos de lo que nos enseñaron, sería la otro-valoración, la otro-estima; pasar a probar si la horma de mi zapato me corresponde o sin darme cuenta ando con un 45 y gasto un 41, ese es el paso de la otro-estima a la auto-estima, de la otro-valoración a la autovaloración”, calificó él.Pero lamentablemente “hay una pregunta que nos cuesta bastante hacernos, y es ‘qué hacemos para que no existan grietas en la comunicación’, qué grado de autocrítica somos capaces de desarrollar y decir en esta situación puedo aportar y en esta necesito escuchar y aprender; esto cuesta horrores, porque estamos todo el tiempo en una actitud competitiva”, aportó Chemes y recomendó “tratar de entrar en la flexibilidad que nos permite decir pienso esto, en esto estaba equivocada, lo vivía de esta manera, tratando de entender por qué me puse en ese lugar, ya que la autoestima se construye cuando soy capaz de ser generosa en mi autovaloración, poder reconocer mi error pero además comprender que es natural que me equivoque porque el juego del ensayo-error es el que enseña a crecer”. La pareja y la culturaSin duda no será una tarea sencilla apartarse del círculo vicioso en el que la mala comunicación sumerge, para ello el primer paso será “hacerse cargo”, entonces surge como ejemplo uno de los problemas más frecuentes en las relaciones de pareja, los celos, que no son más que la angustia de abandono, a la que “las mujeres culturalmente estamos llamadas a tener como muy a flor de piel la angustia, es inherente a la mujer como el tener ovarios. Las mamás depositamos en nuestras hijas, a través de un sistema que se llama de mitocondrias, unos organismos muy pequeños dentro del ADN, por donde se cuela la angustia y ellas hijas se la llevan, por eso es muy importante hablarlo, porque de alguna manera permite exorcizarla y dejar que adquiera libertad y así tal vez podamos todas, en alg&
uacute;n momento de la evolución, desprendernos de ese sentimiento”, reflexionó Chemes.Y “cuando la angustia no es producto de una fantasía, sino de una vivencia, tenemos que ser mucho más compasivos de nosotros mismos, porque lo primero que nos sale es el programa aprendido, lo que es automatizado, lo inconsciente es lo primero que sale, luego podemos pasar a negociar, a buscar alternativas”, enfatizó Pérez Bahamonde.Entonces surgen reacciones comunes, básicamente porque, por ejemplo, “en el inconsciente colectivo, en el mismo lugar donde tenemos la primera célula femenina, está escrito ‘todos los hombres son iguales’; empezamos la vida femenina con la angustia de la menstruación, la sensación de ser declaradas por Dios culpables, porque dijo sangrarás cada cuatro lunas y además parirás con dolor, se fueron del paraíso por culpa nuestra, es decir, somos una mierda, esa es la cultura judeo – cristiana, nuestro inconsciente colectivo está muy cargado de eso y lo tiene poco elaborado, entonces, a medida que evolucionamos el gran tema de la psicología de la comunicación es sacar para afuera todo esto”, refirió la especialista.¿Hasta dónde?Aunque es preciso no trasponer límites, entender que todos los excesos son malos, no pasar de ser dominado a dominar; “no estamos de acuerdo con el concepto de que la mujer se somete y el hombre manda, que la mujer se quede en casa y el hombre trabaje y provea”, resaltó Chemes como tampoco lo están con el movimiento “Ni Una Menos”, puesto que entienden que “en el lugar donde está cada Comisaría de la Mujer, tiene que haber una oficina de mediación, porque hay psicópatas hombres y psicópatas mujeres, cuando al hombre se lo declara socialmente culpable de ser golpeador lo que se está haciendo es gestar un golpeador, no se le está dando un margen para que pueda ver su propio error y tratar de enmendarlo, no estamos de acuerdo con ese principio”, sostuvo la psicóloga.“En España, tomando un café, escuché a un grupo de chicas de entre 25 y 30 años, muertas de risa porque el día anterior una de ellas metió preso al novio, allí ya estaba vigente la ley por la cual yo mujer llamo por teléfono y digo mi pareja me golpeó y nadie venía a fijarse si me había golpeado o no, primero lo meten 48 preso incomunicado en averiguación de antecedentes, después todo lo demás y ellas habían decidido meter en cana a la mayor cantidad de tipos posible. En Argentina estamos adoptando ese modelo en un momento en que ya sabemos que allá no funcionó y nos pasó lo mismo con la educación, en general tenemos una actitud que es muy poco reflexiva, nuestro problema es no parar y decir qué está pasando, porque da la casualidad que desde que se habla de ‘Ni una menos’ hay tres veces más femicidios, pero a nadie se le ocurrió pensar que estamos provocando más violencia”, opinó Chemes.E hizo hincapié en que este paso de un extremo al otro tiene que ver con algo muy primitivo, con que “la mujer, cuando se frustra, jode, no se hace cargo de su frustración, entonces enjuicia, enjuicia y enjuicia, una mujer que está construyendo una pareja, no se ocupa de volverse contestataria, difícilmente, si está construyendo una pareja, se para frente a una catedral y se baja la bombacha como pasó en algunas manifestaciones. Tenemos que preguntarnos ‘somos constructivas o estamos drenando nuestra frustración’, porque a veces por no preocuparnos o no ocuparnos de construir nuestra alegría terminamos dañando mucho, en principio, toda mujer u hombre frustrado, es una huerta de violencia”.Y es la educación la que tiene mucho que revisar, la que se brinda desde la cuna, “las permisiones que se otorgan, que la mamá otorga al varoncito para que grite, para que se mueva, para que sea más libre, y lo comedida que tiene que ser la niña; desde ese nivel de falso feminismo se va construyendo frustración dentro de ella, todo eso se va acumulando y explota, estalla en un momento de crisis, pero hay una buena noticia, en algunos jardines de infantes existe el ‘rincón de los acuerdos’, cuando dos niños pelean y van a ese espacio y conversan sobre qué es lo que pasó, es una revolución que uno no tenga que ir siempre al primer impulso, a expresar la frustración tal como viene, sino reflexionar, algo que en la educación formal no se tiene en cuenta y conduce a ir elaborando hábitos que no sirven para la convivencia; por ejemplo, damos por hecho que existe una pareja biológica, pero solo sirve para la procreación, todo lo demás hay que construirlo”, resaltó el psicólogo.Problemáticas que los especialistas abordan dando “mucha importancia a todos los estudios que tengan que ver con la antropología, porque entendemos que si uno estudia la evolución del hombre entra en un camino que nos da permiso para comprender mejor otras situaciones; en este sentido, todo lo que se vincula al hombre y la mujer siempre tiene una raíz que es antigua, tuvimos un mal que fue poderosísimo en nuestra historia, la Inquisición, que se erigió en nuestra cultura occidental y cristiana como un monstruo enjuiciador que reventó la ciencia, las artes; como Oriente no la tuvo, tiene otra evolución antropológica. Por eso nos encontramos con un jardín de infantes en India donde todos los niños llegan, se sientan en círculo, juntan sus manitos y hacen un saludo al centro, luego abrazan a su compañerito, unen las manos, abrazan a su otro compañerito, para después levantarse y se abrazarse entre sí, la emoción que puede generar ver que 25 chicos empiezan el día saludándose respetuosamente es lo contrario a lo que gestó la Inquisición”, comparó Chemes con la modalidad adoptada por educación americana, donde “nos ponían uno tras otro y nos decían tomen distancia, como si fuéramos parte del ejército”, aún vigente en muchos establecimientos.Hoy, más que nunca, la sociedad necesita de un pueblo que sepa escuchar, que sepa conversar en vez de contestar y esa es una tarea que ocupa a todos.





Discussion about this post