Brilla el sol en su esplendor,canta de alegría en su alborpor esa alma agradecida que ha nacido al amor,pues no existe en la tierra felicidad mayor. Ésa es la felicidad que debes atesorary como carcelero custodiarde aquel que te la quiera quitar. Día y noche tus actos deberás juzgar,El sonido y contenido de tus palabras mesurar y tus pensamientos consensuar. No sea que el eco de aquéllos hagan tu felicidad cambiar. El responsable de tu felicidad erescomo de todo lo que te sucede. Guarda así este pensamiento,que sea para ti tu alimento,que en el momento de las pruebas te acompañepara que el maligno con sus artimañas no te engañe. Fíjense queridos amigos cuánta responsabilidad es la nuestra de ser felices, pues Dios nos la puso como único deber en la vida: "ser felices y hacer felices a los demás". La felicidad de la que hablamos no es aquella que se alcanza con cosas externas, a través de la satisfacción de los deseos. La felicidad con mayúsculas es alcanzada únicamente cuando el individuo, luego de un arduo trabajo interior, llega a la armonía física, psíquica y espiritual, por lo que debemos cuidar el físico con una buena alimentación natural y ejercicios adecuados, cuidar la mente con pensamientos y actitudes correctas, elevar los sentimientos al Amor para alcanzar la armonía que está a un paso de la paz interior y que se traduce en felicidad y goce permanentes. Para facilitar este trabajo, debemos aspirar a un don divino que pocos la conocen como don de Dios que es, y estoy hablando de la sana alegría. Cuando mis hijos eran pequeños, una vez pregunté: "¿Qué debo hacer con los chicos?" Y la respuesta no se hizo esperar: "Dales alegría, mucha alegría, porque la alegría trae la bondad, la bondad lleva al conocimiento y el conocimiento conduce a la luz".La alegría viene de Dios que nos la da como don, cuando en el silencio nos encontramos con Él. La alegría se irradia como refulgente luz que llega a los lugares más oscuros, iluminando aquellos rincones del alma atormentada, transformándola, al tocar allí donde no puede otro don llegar. Una chispa de alegría tiene el poder de cambiar las situaciones más difíciles. No valora el Señor tanto las solemnes ceremonias ni complicados rituales como la sana alegría. El ser alegre es aquel que todo lo ve bien, siempre hace surgir de las personas su alegría y con ello saca el lado bueno de ellas y sus actos se distinguen por la bondad. Con adusta cara cree darse importancia el tonto, y cuánto más importante es a los ojos del Padre aquel que lo hace todo con alegría. Bienvenido el alegre es a cualquier lugar que vaya transmitiendo el mensaje de amor de Aquél de quien emana. Dicen que en Reino de Dios, de los ángeles, el mas poderoso es el ángel de la alegría. No cabe ninguna duda de que su espada es la más afilada, para cortar hasta el final toda insidia del mal que los quiere enfermar con sus malos consejos. La alegría es un don que combate la ira, el mal humor, la desazón, la tristeza y hasta la pereza de aquel que lo hace todo con desgano. Excelente remedio éste al alcance de la mano. Al principio dije que la alegría es un don al cual deberíamos aspirar, cabe ahora decir lo que aspirar significa. Aspirar: pedir y practicar. Aquí más que nunca cobra sentido dicho significado, pues si el deseo solicitado no es practicado, flaco favor le hace al servidor y en este caso en especial la práctica se vuelve menester, pues el cuerpo es al alma a cuál está unido, siendo la mente quien los separa, por lo que con el simple hecho de mantener el gesto de la sonrisa en la cara, aunque sea como una mueca sin sentirla, el alma lo computa como real y con tan sólo procurar esta mueca en el rostro llevar sin necesidad de sentir, a la ingenua alma podemos en la alegría atrapar. Mis queridos lectores, les propongo esta pequeña treta en la semana practicar y ya estoy saboreando el placer del feliz final de esta lucha contra cualquier expresión del mal. Colabora: Graciela del Carmen Zaimakis de AbrahamEscritora





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