El general advertía que no le quedaba mucha vida. Por ello solicitó que se modificara la ley de acefalía, para que pudiera asumir la presidencia elradical Ricardo Balbín. La iniciativa no prosperó. El 12 de junio cerró su discurso con estas palabras: “Que Dios derrame sobre ustedes todas las venturas y la felicidad que merecen. Les agradezco profundamente el que se hayan llegado hasta esta histórica Plaza de Mayo. Yo llevo en mis oídos la más maravillosa música que, para mí, es la palabra del pueblo argentino”.





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