El <a href="http://www.primeraedicion.com.ar/nota/239473/www.primeraedicion.com.ar">video de la niñera golpeando a la niña a su cuidado en Puerto Iguazú</a> se viralizó rápidamente y causó indignación. Más allá de lo que puede ser un caso judicial, detrás queda la historia personal de las niñas, de sus padres y las consecuencias psicológicas que pueden dejar este tipo de agresiones en la familia, pero principalmente en los menores que vivieron estos hechos repudiables.Desde el Centro Neuroeducativo en Red (Cener), la licenciada en psicología, María de los Ángeles Rogovski, explicó a PRIMERA EDICIÓN que la violencia física también produce efectos psicológicos-emocionales. En ese sentido y como medida de prevención, “hoy en las escuelas se habla mucho de educación sexual para evitar este tipo de situaciones”. Aunque el caso de la niñera no tuvo que ver con una agresión sexual, “los niños aprenden a identificar los tipos de violencia y a decir que no a los abusos que se le hacen. Venimos de otras épocas en que la educación en el hogar estaba cruzada por la violencia, las correcciones en las conductas se hacían a los golpes y hasta estaba bien visto. Ahora hubo un corrimiento a nivel cultural y un avance en los estudios cognitivos y de Derechos Humanos que hicieron que muchas personas revean esas prácticas y se dieran cuenta que no es la mejor manera de formar a un niño”, comentó la profesional.Sin embargo, dentro de este hecho a remarcar, también ha sucedido una tendencia hacia el otro extremo: no ponerles límites a los más chicos. “Hay que buscar una manera intermedia porque los límites marcan en los chicos algo que ellos necesitan. Pero si reciben violencia desde temprana edad, tienden a naturalizar este tipo de actitudes. Pueden rechazar completamente o repetir esos patrones. Muchas veces se da que el niño abusado o golpeado, hace lo mismo con los otros, porque trasladan activamente lo que están viviendo”. La profesional indicó que quienes son maltratados en el hogar, van a la escuela y repiten este tipo de patrones con sus compañeritos, es decir, también los maltratan.Cambios de conductaLa experta señaló que la manera de identificar a un niño que está sufriendo algún tipo de violencia, es prestar atención a los cambios bruscos de conducta. “Si el chico tenía un estilo de desenvolverse con su entorno y de golpe presenta actitudes irritables, de incomodidad, no quiere comer, bañarse, hace berrinches ante una actividad diaria, abruptamente se vuelve más apegado a una persona porque le genera confianza, o se desconcentra en clase, los padres deben estar alertas”. En este sentido, Rogovski señaló que “muchas veces los primeros que detectan cuando hay un tipo de abuso son los maestros en las escuelas. Los chicos hablan de lo que le sucede a través de las conductas irregulares que presentan, que pueden ser síntomas del maltrato de quienes los cuidan”.En casos similares al de Iguazú, Rogovski indicó que un profesional de la psicología “debe analizar al niño y también realizar una entrevista a los padres, hacer un diagnóstico, un acompañamiento a la familia y evaluar la necesidad de un tratamiento conjunto, por la reacción que pueden tener los adultos al haber vivido una situación traumática de saber que su hijo sufrió violencia de parte de alguien en quien confiaban”. Puntualizó que dependerá de los propios mecanismos psíquicos de cada familia el cómo van a elaborar esos traumas. “Hay personas que le quedan vestigios y con el tiempo se vuelven patrones de conducta. Por eso hay que acompañarlos a reelaborar eso que les ocurrió. En el caso de las niñas, que puedan ir a un consultorio infantil y a través de juegos, dibujos, cuentos y diálogos o cualquier estrategia que pueda aplicar el terapeuta, conocer cómo están procesando eso que le pasó, ver además cuál fue la violencia verbal, qué palabras impregnaron el cuerpo de las pequeñas”.Rogovski comentó que siempre es recomendable que los padres lleven a los chicos a una consulta profesional, ya que a veces con la contención familiar no alcanza y a la larga puede provocar traumas severos que tardan años en resolverse. “Los chicos pueden quedar vulnerables, porque creen que lo que le pasó estuvo bien o al contrario, entienden que hicieron algo mal, porque vieron que los padres estuvieron alterados por la situación. Desde su psiquis analizan lo que les pasa y pueden llegar a creer que ellos son los responsables de lo ocurrido. Así pueden quedar frágiles para otras cuestiones de sus vidas. A la larga pueden sufrir violencia en la escuela y no identificar que los maltratan porque naturalizaron lo que les ocurrió. Pueden transformarse en personas inhibidas, sumisas, etcétera”, cerró la profesional.La “cultura” de los golpesPara entender los efectos de la violencia hacia los niños, PRIMERA EDICIÓN se contactó con profesionales de la Linea 137, encargados de recibir denuncias diarias de violencia. La coordinadora, Claudia Domínguez, comentó a este Diario que “en todas las personas, pero principalmente en el caso de niños que tienen su psiquis en formación, los eventos traumáticos pueden llegar a dejar secuelas”. Advirtió también que se debe estar alerta ante los cambios de conducta de los más chicos. “Si se vuelven retraídos, no hablan, no quieren contar qué es lo que les pasa, o por el contrario si se vuelven muy rebeldes y no aceptan que su entorno se le acerque o a ésto reaccionan con miedo, son cuestiones a tener en cuenta”, destacó Domínguez. En ese sentido recomendó hacer una consulta orientadora con un profesional para que ayude a los padres a dialogar sobre lo que sucedió y hallar las palabras adecuadas para saber cómo hablarlo en familia así como también tener paciencia ante las reacciones que puedan tener los niños. Explicó que cada caso tiene su particularidad y no se puede afirmar que si un niño no recibe ayuda psicológica ante una situación traumática pueda desarrollar problemas conductuales a futuro. “Se evalúa con el profesional si el chico va necesitar o no un tratamiento terapéutico”, indicó.Con respecto a las denuncias por violencia que reciben, Domínguez explicó que siempre es más complicado trabajar con niños porque como están a cargo de adultos, puede suceder que si son los padres quienes ejercen la violencia sea más difícil acceder a los pequeños para detectarlo. “De cualquier manera cuando hay un chico en riesgo vemos la estrategia para acercarnos, principalmente a través de la Justicia. Pasa que suelen ser los maestros quienes disparan una denuncia de violencia en el hogar, porque están más en contacto con los niños y al estar alertas, advierten los cambios emocionales que el alumno tiene en la escuela y terminan comunicándose con nosotros”. También indicó que la mayoría de los avisos vienen de
los vecinos, entonces trabajan estrategias para acompañarlos a que realicen la denuncia.Domínguez aseguró que si bien la sociedad ha abierto los ojos respecto a la violencia de género, “por una cuestión de raigambre cultural aún se acepta que la educación de los niños pueda ser ejercida a través de los golpes. ‘Si le pegan es porque lo están educando’ llegan a decir algunos o simplemente no se meten porque ‘ellos son los padres, los educan como quieren’”. Esta aparece como una de las principales razones por la que muchos no actúan o dudan acerca de denunciar la violencia contra los niños.El trabajo en la Línea 137La Línea 137 es un equipo móvil de atención a víctimas de violencia familiar y es un número gratuito que opera las 24 horas los 365 días del año. Puede llamar cualquier víctima de violencia familiar, vecinos que escuchen o presencien violencias en otro domicilio, instituciones, familiares de víctimas y cualquier otra persona que necesite orientación en violencia familiar. Cuando lo hacen, un psicólogo del Programa “Las víctimas contra las violencias” es quien atiende el teléfono para brindarle asesoramiento. En caso de ser necesario, el equipo concurre hasta la escena misma de la violencia. Vale aclara que el llamado no es una denuncia, sino que el profesional que atiende la línea 137 orienta a la víctima y en el caso de que sea necesario desplaza al equipo.





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