El Carnaval, además de ritmo, es brillo, es color, es inspiración, es maquillaje, que en “La Dulce” tiene nombre y apellido: Cintia García, dueña de manos que derrochan inspiración al dejar deslizar un pincel sobre un rostro.La joven contó a PRIMERA EDICIÓN que lleva cinco años involucrándose en la fiesta carnestolenda desde el mundo del maquillaje, con un promedio de cincuenta chicas embellecidas con este arte.Fue la casualidad, o la causalidad, la que de alguna manera la involucró en este mundo, cuando “una amiga me pidió que la ayudara, porque sabe que me encanta, que para mí el maquillaje es un arte, que no me cuesta, que parece que está en mis manos y no me resulta difícil más allá de que es un poco más jugado” que el de calle, confesó.García añadió que existe un importante trabajo previo, pero que “es muy lindo, nos juntamos con las chicas, charlamos y esperamos el día ‘D’”. Haciendo memoriaAsimismo, recordó que su pasión por los colores y los rostros comenzó hace algunos años, cuando estaba en el secundario y se inscribió en varios cursos, “hice peluquería, pero no me gusta mucho esa parte, sino más el maquillaje, jugar con el arte”.Así es que las chicas le acercan sus diseños y “por ahí me dicen represento a tal y cual cosa, me cuentan los colores de sus trajes, me dicen lo que les gustaría y en base a eso comenzamos a trabajar”, explicó la maquilladora.Y recordó la oportunidad en que representó un cisne negro, que fascinó y le fascinó por el resultado idéntico al modelo que le habían presentado. Aunque reconoció que cada día el público encuentra algo distinto y que nunca una modelo sale igual a la noche anterior, porque “se crea en el momento”.“Siempre digo, dejen que haga el maquillaje, que les va a gustar, porque si estoy convencida, ellas van a estar satisfechas y les va a gustar”, apuntó.E hizo hincapié en que le gustaría poder aceptar más desafíos, pero debe limitarse a decir que sí a no más de una docena de chicas, porque con cada una se demora un promedio de veinte minutos, media hora, a veces un poco más, al punto que comienzan a trabajar entre las 14 y las 15, cuando las pasadas se pautan para las 22 o 23.Y su trabajo no finaliza entonces, porque están las bailarinas de las comparsas con salidas programadas para más tarde y los retoques que deben hacerse a último momento, por eso el Rey Momo la encuentra con su maletín a cuestas hasta que el sol amenaza con aparecer en el horizonte.





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