A-17012. Una letra y cinco números. Sencillo y, a la vez, trascendente. La cifra permitió develar quién era, en realidad, “Vera Benítez”. Con ese apodo, el posadeño Fabián Enrique Riveros (37) intentó ocultar su pasado. Sin embargo, en la semana que pasó el misionero fue sentenciado a siete años y medio de prisión de cumplimiento efectivo por una violenta salidera bancaria perpetrada dos años atrás en pleno microcentro porteño.Fue a apenas una cuadra de Plaza de Mayo y, para la Justicia, Riveros no tuvo contemplaciones. Antes de escapar junto a otros cuatro cómplices -jamás identificados- con los 148 mil pesos que robó, demostró su sangre fría: le gatilló al menos cinco veces a un bombero y al custodio de la víctima, pero las balas no salieron. A ese policía de civil le quitó también el arma. Entonces no lo sabía, pero el número de serie de esa pistola iba a determinar el principio del fin.En base a sus fuentes, PRIMERA EDICIÓN pudo saber que, finalmente, Riveros fue condenado. El Tribunal Oral en lo Criminal 2 de la Capital Federal lo sentenció a siete años y medio de prisión por “portación de arma de guerra y robo doblemente agravado”. Cumplirá la pena de manera efectiva. Es que en el fallo también fue declarado reincidente en virtud de una causa anterior, de 2009.Ante la mirada de todosEl violento asalto tuvo lugar en horas del mediodía del 28 de noviembre de 2014 en la intersección de la avenida Roca y Perú, a sólo dos cuadras de la Casa Rosada. Un empleado de la Federación de Empleados de Comercio y Servicios (Faecys) que acababa de salir de una sucursal del Banco Nación junto a un custodio y dos compañeros de trabajo fue interceptado por dos delincuentes armados que aparecieron sorpresivamente de atrás de un kiosco de diarios y revistas.Mientras esos dos ladrones se encargaban del hombre que llevaba el maletín con 148.003 pesos, otros dos malvivientes llegaron en moto y atropellaron al custodio. “Además de pegarle al policía caído le gatillaron una a dos veces igual que a otra persona -un bombero- que se acercó corriendo a prestar ayuda”, parafraseó el tribunal a una de las víctimas a la hora de dar el veredicto. “Disparos que no se ha podido comprobar sino se produjeron por defecto de las propias armas o para intimidar aún más a las víctimas, las que -necesario es repetir- al día de hoy evocan lo ocurrido con temor y angustia como pudimos advertir al escucharlos en el juicio”, opinaron los magistrados. Riveros escapó de la escena con el maletín repleto de dinero y el arma de fuego que le robó al custodio. Ni la Justicia pudo explicar el milagro de que las balas no salieran. Todo sucedió en pleno mediodía del centro porteño, ante la mirada atónita de un centenar de testigos que nada pudieron hacer para evitarlo.Otra vez en el centro porteñoRiveros logró salirse con la suya.?Sin embargo, casi dos meses después cayó a apenas cuadras de donde había perpetrado aquella violenta salidera.Alrededor de las 10 del domingo 25 de enero de 2015 una patrulla de la comisaría Primera de la Policía Federal circulaba por Florida y Roque Sáenz Peña -también a una cuadra de la Plaza de Mayo- cuando avistó a dos sospechosos que, al notar la presencia policial, demostraron nerviosismo.Los uniformados interceptaron a la pareja para identificarla, pero entonces uno de ello arrojó a los uniformados la mochila que transportaba e intentó darse a la fuga a la carrera. Pese a que huyeron en distintas direcciones, ambos fueron capturados a los pocos metros.Riveros dijo llamarse “Vera Benítez”, pero el engañó no tardó en desmoronarse. En la mochila de la que había intentado despojarse, los policías encontraron una pistola nueve milímetros Bersa Thunder Pro y un revólver calibre .38 milímetros. “Las condiciones en las que Riveros llevaba las armas, cargadas y a su alcance en el interior de la mochila que trasladaba consigo, en una zona por la que deambulan turistas (…) conlleva a concluir que su intención era utilizarlas de resultar necesario”, estimó el Tribunal.Las pericias posteriores resultaron determinantes y permitieron concluir que la pistola era la misma que dos meses antes le habían robado al custodio. Después, ruedas de reconocimiento y filmaciones de cámaras de seguridad acorralaron al misionero, quien recibió condena el último lunes. Riveros no olvidará tan fácilmente el A-17012, ese número por el que el cerco finalmente se cerró sobre su cabeza.





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