Un equipo de cinco profesionales argentinos, entre ellos un misionero, obtuvo el primer lugar en la Competencia 2016 de Ciberseguridad y Data Mining (CDMC2016), organizado por la Universidad de Kyoto en Japón, en el que superaron a 42 equipos de 14 países, entre ellos Japón, China, Corea, Malasia, Australia y Estados Unidos.El equipo incluyó a una analista en sistemas, Adriana Baravalle, un ingeniero mecatrónico, Andrés D’Ambrosio, un ingeniero en sistemas, Diego Tauziet, un actuario, Rafael Crescenzi, y un contador, Pablo Albani, el misionero que habló con PRIMERA EDICIÓN para contar su experiencia recién llegado de Japón, adonde fue, con otros tres compañeros de equipo, a defender su trabajo y la metodología utilizada.“Data mining es el procesamiento de grandes volúmenes de datos a través de modelos estadísticos para obtener patrones y comportamientos. Puede ser procesamiento de texto, bases de datos, imágenes, sonidos o videos, todo aquello en lo que se pueda sacar algún tipo de patrón”, explicó Pablo.Todos los integrantes del grupo pusieron sus herramientas para llevarse la competencia que duró tres meses y donde debieron realizarse tres tareas diferentes. “La primera fueron noticias encriptadas, donde las letras son reemplazadas por símbolos y nosotros debíamos clasificar de qué categoría era la noticia”, indicó Pablo a este Diario. “La segunda tarea estaba orientada a detectar fallas en un servidor. Serían casos muy aislados, esporádicos y espontáneos, con lo cual la dificultad era encontrar justo ese momento en que iba a tener una falla para poder predecirlo antes. La tercera era directamente sobre todas las aplicaciones del market de Android, donde lo que teníamos que hacer era predecir qué aplicación era sospechosa de ser malware basados en los permisos que te pedía”. “Tuvimos que enviar nuestra solución y un paper explicando lo que hicimos. Eso se evaluó, se determinó a los mejores puntajes y luego fuimos a Japón a hacer la presentación, defender el trabajo, la metodología y demostrar los resultados que tuvimos”. Pablo y su equipo fueron a la etapa final sabiendo que “nuestro modelo había sido el que mejor clasificó. Sabíamos que habíamos ganado o por lo menos que éramos potenciales ganadores. Teníamos que demostrar, hacer la presentación y ahí quedó firme el premio”. Pablo, de 27 años, fue uno de los que se subió al avión en búsqueda del premio. “A futuro, nuestra idea es especializarnos en esto y si Dios lo permite abrirnos de forma independiente para trabajar en proyectos tanto del mundo privado , como con organismos públicos, como ONG y lo que vaya surgiendo”, cerró el misionero.





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