Tuvimos todas esa cosas que cualquier pareja envidiaría y mucho más: miradas cómplices, sonrisas espontaneas y ocultos lugares para despertar al amor. Nunca nos faltó nada, ni siquiera una romántica canción que nos desvelaba en una siesta lluviosa para encender tu piel suave y recorrer tus lunares que despertaban nuestra ternura cuando caía entre las cortina la tarde. Teníamos ese reclamo silencioso de nuestros cuerpos que se buscaban para estar por siempre juntos en tu cama o en la eternidad, para seguir escuchando el canto de la lluvia con el cálido aliento de tu boca sobre mi pecho mientras empañábamos aquel cristal. Teníamos tanto que nada podía faltar, aunque solo me conformaba con tus ojos brillantes con los que me mirabas después de amar y tu cabello despeinado que se echaba sin fuerzas en tu almohada para descansar.Por primera vez pude ver cuando un sueño de un amor se trasformaba en realidad, como un tierno capullo que se abre en primavera al costado del camino para que el peregrino la pueda admirar al pasar. La felicidad estaba al aferrarme a tu cintura cuando por sorpresa no me escuchabas regresar o simplemente tomar tu mano y por el borde de un ancho río caminábamos sin prisas y en silencio esperando que tus ojos me confesaran todos esos deseos que se despertarían al regresar.Nuestro amor era tan rico que le sobraba sinceridad, donde siempre lo demostrábamos sin palabras mediantes, simplemente con pequeños detalles que en un mañana cercano se transformaron en todas esas cosas que no se pueden olvidar.Tu sonrisa brillaba como un sol que daba vida a todos esos sueños que se convertían en el aire fresco de todas aquellas esperanzas que no tenían ni principio ni final. Ha pasado mucho tiempo y siempre el azar de la vida elige una noche cualquiera para derramar los recuerdos sobre una mesa y pensar en todos esos momentos que nos hacen erizar la piel con sólo recordarlo, incluso no nos atrevemos a mirar a nuestro alrededor para no aceptar la verdad que no muestra la soledad.Entonces me di cuenta que atesorábamos tanto, que a la vez nos quedamos sin nada, porque faltó algo tan sencillo como una despedida o un broche de oro para sellar nuestro amor.No hubo reproches ni enojos, ni siquiera la tristeza de tu adiós, simplemente la soledad vino a tomar tu lugar y el frío de sus manos consoló nuestro hogar.Nunca pude encontrar otra piel que tenga tu olor, lo busqué en la brisa de la mañana, en el olor de la tierra mojada, en el pasto recién cortado y en aquel jazmín que todas las noches se despertaba para recordarme a tu amor. A mis manos les faltan tus manos y a mi pecho los latidos de tu corazón, que me atrapaban cada noche entre tus brazos y me enseñaban lo prohibido del amorNos faltó la mirada del adiós, esa que responde todo aquello que no se puede explicar, porque cuando dos almas se alejan solo resta recordar y agradecer de que haya sucedido y desear todo lo bueno en su nuevo andar. Me faltó esa mirada para recordar que lo nuestro va a ser eterno, sincero y será nuestro consuelo en esta soledad. PorRaúl Saucedo [email protected]





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