Cuenta una historia que un grupo de ranas iba por el bosque hasta que dos ranas cayeron en un pozo profundo.Las demás ranas se pusieron alrededor del pozo y cuando vieron que su profundidad era muy honda les dijeron a las dos ranas que era mejor que se dieran por muertas. Pero las ranas no hicieron caso y trataron de saltar fuera del pozo con todas sus fuerzas, mientras que las otras ranas insistían en que tenían que desistir y que sus esfuerzos eran en vano.Hasta que finalmente una de ellas puso atención a lo que sus compañeras ranas le decían y se rindió, se desplomó y murió. La otra rana en cambio siguió y siguió saltando tan fuerte como le era posible hasta que salto con tanta fuerza que lograra salir del pozo. Cuando salió sus compañeras le preguntaron: ¿no oías lo que te decíamos? La rana le explicó que era sorda y que ella creía que la estaban alentando a esforzarse más y que por eso seguía intentando. Nuestras palabras tienen poder de vida o de muerte. Una palabra de aliento, compartida con alguien que se siente desanimado, puede ayudar a levantarlo y finalizar el día. En cambio una palabra destructiva dicha a alguien que se encuentra desanimado puede ser que acabe por destruirlo del todo. Cualquiera puede decir palabras que roben a los demás el espíritu que les lleva a seguir en la lucha en medio de tiempos difíciles. Tener cuidado con lo que decimos es importante. Pero también con lo que escuchamos, no siempre hay que prestar atención, utilicemos sólo lo que es bueno. Hablar de vida, de alegría, de esperanza, a todos aquellos que se cruzan en nuestro camino es el secreto. Ese es el poder de las palabras. A veces es difícil comprender que una palabra de ánimo pueda hacer tanto bien. ¿No les parece?ColaboraNatalia de las NievesTerapeuta MotivacionalEn Facebook: RincónDe Luz y Bienestar154366593





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