Escuchamos a menudo el término “diálogo”, como recurso para gestionar problemas. Siempre celebro su elección como vía para transformar los conflictos. Entiendo que, para su mayor eficacia y aprovechamiento de los enormes beneficios que conlleva, deben tenerse en cuenta determinadas características al momento de pensarlo como herramienta. Me refiero a condiciones que, según mi forma de entender, son elementales al momento de hablar de “diálogo genuino” o “diálogo democrático” y que influirán en obtener el resultado de transformación deseado.En principio, debemos considerarlo como un “proceso”, en tanto conjunto de encuentros, cara a cara, en el marco de una atmósfera segura, en los que las partes van conociéndose y mejorando su comunicación, con una comprometida actitud de escucha y de descubrimiento del otro, generando empatía y confianza entre ellas.Si logramos el encuentro de esta manera, se transformaran constructivamente las relaciones entre los actores, condición necesaria que permitirá luego el tratamiento de cualquier cuestión de fondo. En efecto, si afianzamos esta construcción de relación dialógica entre las partes, posteriormente podrán negociar, solicitar una mediación, eventualmente debatir, deliberar y tomar decisiones informadas, siempre amparados en un buen relacionamiento.Destaco esto a fin de evitar caer en diálogos de sordos. Estos diálogos que se dan cuando las partes no están comprometidas con esta escucha profunda o no están dispuestas a suspender por un momento sus juicios. Cuando sólo insisten en convencer al otro, cuando se interrumpe sin la capacidad de indagar sobre la otra parte, ni empatizar con ella, simplemente por el solo hecho de querer tener e imponer nuestras razones, sin espacio para la reflexión y co construcción.En esta preparación de las condiciones necesarias para el diálogo, el primer paso entonces -nuevamente, nos lleva hacia adentro. A trabajar y revisar como vemos al "otro"; analizar como percibimos la situación; reflexionar sobre nuestras quejas: ¿están al servicio del ego? o ¿del cambio?; estamos en la creencia de una única solución posible: "la nuestra" y por lo tanto, todos los demás están equivocados?."La guerra es una forma de pensar" dice Tolle, por ello es que a las condiciones para el diálogo democrático hay que generarlas, no solo con las herramientas procedimentales sino trabajando y reflexionando respecto a las percepciones de los participantes. En un espacio de diálogo bien logrado, no es necesario protegerse, ni atacar, ni polarizar, nadie está equivocado, un espacio de diálogo bien logrado nos permite relajarnos para conversar, para construir, para mejorar.Tener en cuenta estos aspectos nos permitirá lograr este espacio reflexivo de diálogo hacia la paz, donde no pueden faltar la inclusión, la apropiación compartida, los aprendizajes, la humanidad y la perspectiva a largo plazo.Elijamos construir en lugar de imponer y demoler, demos espacio a las diferencias, desde allí se construye la paz.ColaboraValeria [email protected] 3764-510132





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