Posiblemente conocerán, al igual que yo, mujeres mayores que van por la vida ufanándose de decir siempre la verdad, cuando en realidad lo que hacen es expresar opiniones hirientes para quienes van dirigidas. En el opuesto están las conversaciones donde se habla de banalidades y lugares comunes porque no es de buena educación decir “verdades incómodas”, o se considera de mal gusto expresar opiniones contrarias. No ha escuchado decir “ahora que ya me jubilé” o “que ya estoy vieja, ya no me callo más”.El tema de expresar la verdad no es nada fácil. Una anciana en camino a la sabiduría empieza por ser veraz consigo misma, como paso previo al aprendizaje de ser honesta con los demás. Si se oculta o no se admiten las propias debilidades se corre el riesgo de instalarse en la mentira o la evasión.Si no se finge no se gasta tiempo y energía en esconder, y se puede enfocar en mirar compasivamente a los demás. Por ejemplo, si la mujer está padeciendo alguna relación abusiva de parte de un familiar, lo mejor que puede hacer es escuchar su intuición y luego afrontar la situación.Otro aspecto de la verdad con una misma es tener claro cuáles son las relaciones que nos importan y las que no. A veces por sentir culpa se mantienen relaciones de amistad o de pareja que no llenan la vida y son una verdadera pérdida de tiempo. Lo mejor es darlas por finalizadas de manera amable y dedicar ese tiempo y energía a los que verdaderamente se ama.La anciana sabia no se escuda en una presunta verdad para enrostrarle a otra seudo sinceridades salvajes. Dice lo que piensa habiendo reflexionado antes en lo que va a decir, recordando que somos esclavos de nuestras palabras y dueños de nuestros silencios. Si desde su corazón compasivo se da cuenta que aquello que va a expresar traerá dolor a la otra persona, puede buscar la manera amable de decir, en ciertos casos callar, y hasta mentir piadosamente. Ninguna virtud es absoluta y por encima de todo está el bien mayor que es el Amor y la Compasión.Si se comprende que la verdad está relacionada con la amabilidad, es correcto permitir que la otra persona crea que está todo bien, cuando en realidad es todo lo contrario.Por comodidad o pereza no se le dice que su atuendo no es el adecuado, o que su falta de memoria debe ser atendida, o que la cantidad de pastillas con que se automedica le traerá consecuencias. No decir nada puede significar que la otra persona no acuda a tiempo a un profesional de la salud porque nadie le llamó la atención sobre los síntomas tempranos. Y una anciana sabia siempre desea saber la verdad.Colabora: Hilda GonzalezExperta en Cocina [email protected]





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