El hecho de que la gente deba comprar cebollita verdeo o perejil inquieta a don Carlos Brizuela. Él no puede creer hasta dónde se ha perdido el hábito de la agricultura familiar. “Si bien -asegura- para muchos el sólo hecho de pensar en tener una huerta en casa puede parecer un asunto complicado o hasta imposible, la realidad es que no es tan difícil. No se necesita demasiado espacio, e inclusive hoy en día son muy comunes las huertas en macetas o en espacios reducidos. Con un poco de tiempo, paciencia y dedicación podemos lograr cosechar nuestros vegetales y hierbas absolutamente sanos, sin problemas y además ahorrar dinero”, cuenta el hombre convencido.“La crisis de alimentos es un tema grave, y desde hace algunos años se están consolidando campañas para promover la existencia y mantenimiento de huertas urbanas. El tema está costando muchísimo y va a seguir así por mucho tiempo más, pero no es imposible”, dijo optimista.“¿Antes quién no tenía su huerta?”, se preguntó.“Está bien, cambiaron las dimensiones de los terrenos, en ese sentido hubo cambios muy trascendentales, pero quien no tenía antes -en mayor o menor medida-, sus pollos, lechones y conejos, además de una pequeña huertita?”, se lamentó. “Usted se imagina lo que mejora la economía de una casa tener acelga, cebolla y plantas aromáticas que puede cultivar en el patio. Además de todos los beneficios que brindan a la salud el hecho de comer alimentos libres de agroquímicos”, detalló. Don Brizuela habla por experiencia: en un pequeño terreno del barrio Los Kiris, donde están emplazadas su vivienda, una pequeña sala de industria de la moringa, un localcito que está en alquiler y un garage, pero de todos modos hay espacio para una lombricultura, parrales de uva y unas cuarenta plantas de moringa que están destinadas a los ensayos para el desarrollo de medicina naturista que busca aprovechar las virtudes de la planta conocida como “árbol de la vida”.Pese a que podría pensarse que no hay espacio para nada más, Don Carlos también planta orégano, cebolla y otras verduras y hortalizas de consumo cotidiano.Sin duda, su caso pone el ejemplo de que no importa el espacio con el cual se cuenta para plantar, sino que donde hay al menos una maceta, lo mismo se puede cultivar.En su terreno no hay un palmo de tierra que no se aproveche. “Hacemos separación de residuos en origen y aprovechamos desperdicios para generar abono mediante la lombricultura”, explicó satisfecho el hombre.Don Carlos, puede decirse, es pionero en introducir en Misiones el conocimiento sobre la moringa hace más de siete años. “Donde antes había gallinas o una plantas de lechuga, fuimos plantando moringa. El furor en la provincia comenzó por incidencia del furor que había en el Paraguay”, contó.“Yo trabajo en el Hogar de Día como instructor en huerta del Ciade (Centro Integral de Educación Especializada) donde nos ceden un terrenito de las instalaciones y ahí tenemos nuestra huerta en alianza con el Hogar de Día donde los chicos tienen su terapia ocupacional a través de la lombricultura y lo que es la huerta. En su casa, hay una consciencia sobre la separación de residuos en origen para crear su propio abono. En la actualidad la Provincia está propiciando una gran cantidad de huertas comunitarias, escolares con todo lo que implica producir el propio alimento. Es algo que hemos perdido pero se hace necesario volver a esa costumbre a esa cultura, es gravísimo lo que está pasando y se quiere volver a reincorporar, pero lamentablemente no es algo que vaya a pasar en el corto ni mediano plazo sino que va a costar muchísimo, pero no es imposible. ConveniosCarlos Brizuela trabaja en convenio con la Universidad Nacional de Misiones para proveer de materia prima en las investigaciones sobre nanocelulosa bacteriana, bioetanol a través de la cooperativa que se forjó a partir de las investigaciones. El horticultor también firmó convenios con el Cedit para elaborar jabones y sus derivados. Por otra parte, don Brizuela junto con otro productor de Eldorado, Mario Paredes, agricultor de moringa, han logrado su registro en el código alimentario argentino y de paso se sumó a la yerba mate, que pese a ser un producto madre de Misiones no estaba dentro del código. “Tenemos que volver a un trabajo fuerte para volver a incorporar a la vida cotidiana el hábito de plantar, de producir el alimento propio”. Una cosa es contarlo, otra tenerlo y otra, poner excusas.





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