Señora Directora: Desde distintos sectores del gobierno nacional se está hablando en las últimas semanas en cambiar los objetivos de las Fuerzas Armadas y comprometerlos también con la lucha contra el narcotráfico y en la represión a otros delitos. Se sumaría así otro propósito a una fuerza que por reciente disposición del presidente Mauricio Macri, volvió a contar con la independencia y muchos de los privilegios con que contó hasta el retorno a la democracia, el 10 de diciembre de 1983.A la luz de los antecedentes existentes en distintas partes del mundo donde esta idea es inconveniente. Además estaría siendo impulsada desde los poderes transnacionales para mantener el control de los pueblos, rescatando de alguna manera la Doctrina de la Seguridad Nacional, que entre los 70 y los 90 generó tanta sangre y dolor en muchos países de América (aún quedan heridas abiertas).En países como Colombia o México, la intervención de los ejércitos ha tenido un efecto inverso al anunciado como buscado, ya que a la par de un crecimiento exponencial de la militarización, por un lado, y de crímenes y asesinatos, por otro, también hubo una fuerte expansión en la actividad del narcotráfico mezclado con éstos. En Colombia –como parece estar comenzando a ocurrir ahora en México–, las estructuras paramilitares, muchas veces cómplices con el narcotráfico, con el pretexto de la lucha contra la guerrilla llevaron a un proceso donde se constituyeron en un poder paralelo o superior al del Estado. O también se mimetizaron e infiltraron estructuras gubernamentales compitiendo con aquel, particularmente en aquellos organismos responsables de combatirlo (ejército o policía, en sus múltiples variables, poder judicial) o cooptando importantes cuadros políticos.En México hay hechos como el de los 43 estudiantes en Ayotzinapa, donde crece la sospecha de la complicidad del Ejército en sus desapariciones. Los crímenes múltiples son corrientes y cotidianamente llenan los medios de prensa de ese país, con la inocultable participación de grupos armados propios del Estado. Con un baño de sangre que provocó miles de víctimas en uno y sigue provocando en el otro.En Argentina aún está presente la memoria de lo ocurrido a fines de los 70 y principios de los 80.





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