El neurocientífico, neurólogo, docente e investigador, Facundo Manes, sorprendió con las explicaciones sobre el cerebro, el órgano “más complejo del universo” y el único “que intenta entenderse a sí mismo” a un auditorio colmado del Centro del Conocimiento. Fue el jueves, invitado por el Grupo de Medicina Privada Sancor Salud al “Ciclo de Conferencias” que lleva adelante. En esta oportunidad se refirió a “Liderazgo e inteligencia colectiva para decisiones exitosas”, con el objetivo de continuar acercando diferentes visiones y análisis de la realidad, a dirigentes de corporaciones y funcionarios del ámbito empresarial e industrial.“Las enfermedades del cerebro son la principal causa de discapacidad en el mundo, más que el cáncer y más que la enfermedad cardiovascular”, disparó, y aseguró que como científico y neurólogo “siento que tengo la necesidad de difundir los avances de la neurociencia para entender cómo funciona nuestra mente y, a partir de ahí, tratar de vivir mejor. Cuando uno conoce como funciona algo, lo usa mejor. Y con esa premisa, conociendo los avances de como funciona el cerebro, uno puede intentar lograr un cerebro más saludable”.Pero aclaró que al cerebro, además, le hacen bien otras cosas, como el ejercicio físico. “Por un mecanismo directo, impacta en el cerebro, genera nuevas conexiones cerebrales, mejora la ansiedad, el ánimo. La vida social es otro factor porque estar conectado socialmente nos da bienestar. Sentirse sólo crónicamente es un factor de mortalidad más importante que el alcoholismo y la obesidad. Estar conectado, tener relaciones sociales profundas, de pareja, de familia, amigos, es muy importante”.También manifestó la importancia del desafío intelectual (aprender un idioma o ejecutar un instrumento) y de dormir bien. “El sueño es salud. Si uno duerme mal una noche se vuelve más irritable, estará con menos memoria o atención. Pero dormir mal crónicamente o tener insomnio crónico, afecta negativamente al cerebro. El estrés crónico es malo para el cerebro y para el cuerpo. Tener estrés es normal, por ejemplo ahora que estoy por dar una charla, viendo en mi cabeza como voy a llenar 45 minutos de espacio, pero vivir con ese estrés no se puede”.Sostuvo que como la expectativa de vida aumentó habrá mucha gente “que padecerá enfermedades neurológicas como el Alzheimer pero habrá otra que vivirá normalmente entre los 65 y 100 años. A esa gente tenemos que decirle desde la neurociencia moderna que tener un propósito en la vida hasta el último día es muy importante. Hay que jubilarse de lo que a uno no le gusta, pero nunca jubilarse de lo que a uno le gusta. Hasta el último día hay que vivir con pasión en lo que le gusta. El optimismo es un factor de protección cerebral. Recomendamos que hasta el último día de vida sigan activos, apasionados. Antes se decía me jubilo, miro televisión, no hago nada, y eso es muy malo para el cerebro”. Mucho por hacerManes regresó al país en 2001 después de trabajar como neurólogo e investigador en Estados Unidos e Inglaterra, cuando en Argentina no había tanto conocimiento del área. Por eso “para mí era una obligación contar lo que en el mundo pasaba en neurociencia cognitiva, que es el estudio científico de la mente, y la obligación de desarrollar institutos y laboratorios mediante políticas públicas del sector privado. Hoy después de una década y media hay jóvenes que toman la posta generando investigación original desde Argentina con impacto internacional. Tenemos lazos con el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) y con el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva. Hay neurólogos cognitivos y científicos cognitivos que están volviendo al país. Hoy hay una masa crítica de jóvenes y la sociedad está tomando esto como un paradigma. Y esto es bueno porque en Estados Unidos y en Europa están poniendo a la neurociencia como prioridad”. Admitió que si bien se hizo mucho en la década pasada, falta muchísimo. “Hay que aumentar el presupuesto para investigación, ciencia, educación y tecnología. Ese es el futuro. La riqueza de un país ya no está en los recursos naturales ni los sistemas financieros, esta en el capital mental, en los recursos cognitivos y emocionales de los ciudadanos. Así que acá hay mucho por hacer”.Manifestó que “tenemos mucho capital mental pero también tenemos mucha gente que vive en condiciones de pobreza que no tiene los elementos que necesitamos para competir en un mundo moderno. Y tenemos que solucionar ese tema de manera urgente”. Usar tecnología con cautela A entender de Manes, la tecnología no va a cambiar la fisonomía del cerebro. “No vamos a tener un tercer lóbulo cerebral por Facebook o por Twitter. Cuando apareció la imprenta también resultó un cambio. Si bien la tecnología es maravillosa, permite las cosas que todos sabemos y está muy bien, hay que usarla con cierto cuidado porque lo importante es el contacto humano, y los recursos cognitivos son limitados”. Puso como ejemplo un trabajador que durante el sábado se tira en un sillón para descansar de la semana pero toma la tableta o el celular para chequear todas las redes sociales, diarios, emails, y a la media hora se siente agotado. “Es que a pesar de no hacer nada, dispersa la atención. Uno se siente más productivo haciendo todo con la demanda tecnológica pero en realidad es menos productivo. Mandar un mensaje de texto manejando produce la misma incidencia de choque que alguien levemente alcoholizado. Si bien es bárbara la tecnología hay que usarla con cuidado. Hay que volver a tener tiempo libre, sobre todo los chicos. Los niños tienen que volver a tener tiempo para aburrirse, para inspirarse, para tener introspección. La tecnología es buena pero puede agotar mentalmente, puede generar estrés y puede hacernos menos productivos si no la usamos con cautela”, aseveró, antes de explayarse sobre temas como la toma de decisiones, la memoria, el olvido, la creatividad y la inteligencia colectiva.





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