El jueves 4 de septiembre de 2008, Oberá celebraba la apertura de la XXIX Fiesta Nacional del Inmigrante. Y mientras todo era festejo en la ciudad, la familia Zimmermann vivía la peor pesadilla. Cerca de las 17, Rocío Patricia, de once años, salió de su casa rumbo a la carnicería ubicada cerca del hospital Samic de la localidad de Oberá. Fue la última vez que la vieron con vida. “Ella fue por carne pero cuando tardó unos treinta minutos salimos a buscarla, nos ayudaron los vecinos y entramos en pánico”, revivió con angustia, Omar Ricardo Zimmermann, padre de la pequeña.Minutos después, el propio Zimmermann encontró el cuerpo de su hija en un terreno baldío ubicado a pasos de la seccional Tercera de la Unidad Regional II. Los pesquisas establecerían luego, que el homicida la había estrangulado utilizando una de las medias de la niña.“Estaba a unos treinta metros de la dependencia policial y nunca se supo quién la mató. Incluso fui el sospechoso por haberla encontrado. Yo me revolcaba en el piso de la comisaría y gemía de dolor. En ese momento, que mi corazón estaba destrozado, que mi familia fue destruida la Policía actuó con brutalidad y hasta sospeché de ellos”.Después del aberrante homicidio, la familia Zimmermann encabezó reiteradas marchas pidiendo el esclarecimiento del crimen. Sin embargo, a ocho años del homicidio, la causa permanece sin detenidos ni sospechosos bajo la lupa.Finalmente el dolor los desbordó y meses después del crimen, decidieron vender la casa del barrio en Villa Svea y se mudaron a otro punto de la provincia.“Nos fuimos de Oberá porque no aguantábamos pasar por el lugar donde la mataron. Nos marchamos por dolor, por tristeza. Pero hoy nos quedan sólo preguntas y ninguna respuesta”.Lo vieron por la zonaEl cadáver de Rocío fue hallado en un sector boscoso del barrio Villa Svea, fue encontrado boca abajo y semidesnudo. El homicida utilizó una media de la propia niña para asfixiarla y se comprobó que la arrastró varios metros. Su ropa interior estaba baja, hasta los tobillos, lo que desde un comienzo hizo presumir a los investigadores que se trató de un ataque sexual frustrado.A través de la autopsia se hallaron restos de semen en el cadáver, y finalmente, se abonó la teoría de que el autor del horrendo homicidio intentó violarla. “Pero mi hija no fue abusada. Rocío fue golpeada según los forenses y fue arrastrada unos setenta metros por un yerbal de donde ella intentó escapar. Su muerte fue por asfixia y yo la encontré. No vi que tenía una media en el cuello. Yo quedé loco, gritaba: ‘mataron a nuestra hija’. Y desde ese momento en nuestras vidas se desató un infierno, es inexplicable. Ningún padre puede imaginar vivir un momento así. Cuando yo la encontré su cuerpito todavía estaba tibio”, lamentó. Al día siguiente, la Policía demoró a un adolescente de 16 años a quien testigos aseguraron haberlo visto merodeando por la zona donde se perpetró el crimen.Sin embargo, dos meses después las pruebas de ADN realizadas determinaron la inocencia del único sospechoso que tuvo el homicidio y desde ese instante, la causa regresó a foja cero.“Era un vecino nuestro, sólo fue demorado porque él estaba macheteando por esa zona. Fue una sospecha, pero era un muchacho que vivía cerca de nuestra casa, una persona con la que nunca hubo ni cruce de palabras”, manifestó Zimmermann.A lo que agregó “nosotros sospechamos de ciertas personas pero no podemos dar nombres porque no sabemos con certeza, no podemos acusar sin tener precisión. Pero del crimen de Rocío nadie vio nada, es lo que nos dicen. Nosotros creemos en la Justicia divina y tarde o temprano esa persona no se va a escapar del juicio de Dios. Tarde o temprano va a pagar por la muerte de mi hija”. Una niña dulceRocío Zimmermann era alumna de la Escuela 788 de Villa Svea. En su momento, PRIMERA EDICIÓN entrevistó a Silvina Clerc, una de las docentes quien remarcó las cualidades como estudiante y excelente comportamiento. “Rocío concurría a sexto grado y no tenía problema alguno. Era una alumna de muy buen comportamiento y siempre estaba contenida por sus padres, que la acompañaban permanentemente. Era muy dulce y buena compañera”.





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