Señora Directora: Tras soportar en carne propia las aberraciones de la dictadura militar del Brasil en la década del 70, hoy el golpe es “blando”, pero no por eso menos grave. El pasado 31 de agosto Dilma Rousseff fue destituida de la Presidencia por el proceso de “impeachment”. Proceso legal y constitucional, pero en este caso ilegítimo, carente de pruebas y fundamentos jurídicos. Entre quienes la destituyeron están representantes de los partidos políticos que vienen siendo derrotados sistemáticamente en las urnas (como Aécio Neves, en 2014) y muchos implicados en escandalosas causas de corrupción, a diferencia de Dilma, que no tiene ni una causa de corrupción en su contra. Por lo tanto, es un golpe parlamentario, ya que a través del voto no llegarían al poder (por eso no llaman a elecciones anticipadas) y porque no existe crimen de responsabilidad, por lo que no debería haber existido proceso de “impeachment”. El supuesto crimen es alterar partidas presupuestarias (para pagar en término asignaciones sociales), artilugio contable utilizado por todos los presidentes y gobernadores de todos los tiempos y de todos los países, no solo del Brasil. Pero esta farsa no se hubiese podido llevar adelante sin una impresionante campaña de los medios de comunicación altamente concentrados y privados (en Brasil no hay medios públicos), con la complicidad de un sistema judicial y parlamentario corrupto y con el apoyo de los principales grupos económicos. La denominación más apropiada seria de golpe cívico-parlamentario.Lamentablemente los golpes blandos no son nuevos en América Latina, más bien parece el nuevo modus operandi. Ya hubo exitosas pruebas piloto como fueron el caso de Honduras en 2009 y Paraguay en 2012, destituyendo a Manuel Zelaya y Fernando Lugo respectivamente. Otros, no llegaron a concretarse gracias a la reacción regional que a través de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) logró contener los intentos de golpes de Ecuador en 2010, Bolivia en 2012 y varias veces en Venezuela. Pero Paraguay y Honduras son países pequeños de la periferia de América Latina; Brasil por su tamaño, peso e importancia, es mucho más significativo. Con este episodio se logra dar vuelta la página y torcer el rumbo de la historia, no solo del Brasil y la región, sino de toda la geopolítica mundial. Los efectos más inmediatos sobre la región son el debilitamiento del Mercosur y la casi desaparición de la Unasur. Esto abre la puerta para que los países del Mercosur abandonen este bloque regional para ingresar al Acuerdo del Pacifico, nuevo nombre de la Alianza de Libre Comercio de las Américas (Alca), proyecto de Estados Unidos que fue sepultado por Lula, Chávez y Néstor Kirchner en 2005 en la Cumbre de las Américas de Mar del Plata. De esta manera, se consuma el ingreso de la nueva ola de políticas neoliberales a la región, que en la década del 90 dejó a todos nuestros países altamente endeudados y con un saldo económico y social deplorable. El Fondo Monetario Internacional (FMI) vuelve a ser veedor de nuestras cuentas fiscales y a darnos recomendaciones de política (ajuste básicamente). Por otro lado, también se verán debilitados los gobiernos de Venezuela, Bolivia y Ecuador, únicos focos progresistas/populares de la región, que hace años vienen soportando procesos desestabilizadores. La creación del Banco del Sur y otras estrategias de autonomía regional seguirán esperando en un cajón.Pero, Brasil también es miembro del Brics, bloque económico conformado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. Este conjunto de países había comenzado a actuar como bloque, fortalecido por los altos niveles de crecimiento de estos países y constituyéndose en una alternativa de inversión, comercio y alianzas económicas. Hoy Brasil está sumergido en una recesión que no va a ser más que acentuarse y en una profunda crisis política, Rusia ocupada en sus conflictos bélicos; e India, China y Sudáfrica ya no cuentan con economías tan dinámicas, lo que resta grados de libertad y capacidad de acción. Además, la Unión Europea (UE), el bloque económico que más había logrado avanzar en procesos de integración regional, no logra traducir el discurso en realidad y se encuentra cada vez mas fragmentada con la mayoría de sus países en profundas crisis económicas y políticas, dando un vuelco a la derecha y a la desintegración.Por todo esto, Brasil es una pieza clave. Al perder vigor el Mercosur y los Brics, con una UE agonizante, se alejan las chances de un mundo multipolar.Como conclusión, ponemos pensar en los ganadores y perdedores de esta historia. Sin lugar a dudas la principal y más dolorosa derrota la sufre la democracia, sentando un escandaloso precedente. Pierden los pueblos que volverán a ser sometidos por el establishment económico, que pagara la crisis con desempleo, pérdida de derechos laborales y sociales, y caída del poder adquisitivo. Gana el neoliberalismo, y con él, el sistema financiero y las grandes corporaciones, especialmente las trasnacionales. Gana Estados Unidos que vuelve a tener alineado su patio trasero. Ahora cuando venga a instalar las bases militares acordadas en la triple frontera y en Tierra del Fuego, ya no encontraran resistencia interna ni regional. Además del agravamiento de la crisis económica, que se irá transformando en política y social; quizás, ésta sea la peor consecuencia para la Argentina. Pierde la soberanía de la región.




Discussion about this post