El padre Zbigniew Kotlinski (87) cumplió 60 años de vida sacerdotal y creyó que la mejor manera de celebrar este acontecimiento era visitar a las comunidades que evangelizó mientras se encontraba trabajando en la Argentina. Es así que por un tiempo abandonó su tarea pastoral en Kazajistán y hace unos días se reunió con los fieles de la localidad de San Vicente, y con quienes asistían a la capilla San Cayetano, cuando estaba emplazada en proximidades del puente internacional. Compartió con ellos muchas vivencias y pudo apreciar de cerca los resultados de su “siembra”. El sacerdote regresó a la Argentina después de 24 años, y expresó su gratitud “por este tiempo que trabajé aquí porque experimenté la amabilidad y hospitalidad”. Advirtió que tanto en Posadas como en la Zona Centro, los fieles “crecieron en lo espiritual”, y las ciudades se expandieron considerablemente. Y esto es motivo de “una gran alegría”. En San Vicente “encontré a varias personas que hace 40 años bauticé y preparé para recibir el sacramento de la primera comunión, y ahora son abuelos. Veo que la semilla prendió, que fue un éxito. Los padres redentoristas continuaron el trabajo que nosotros habíamos iniciado y la iglesia católica creció enormemente. Se construyeron capillas y las comunidades crecieron. Me alegro porque existen muchos jóvenes y niños que se vinculan con Jesucristo”.Estuvo en la parroquia Espíritu Santo durante ausencia del padre Estanislao, especialmente en la comunidad de San Cayetano “cuando la vieja capilla estaba cerca del puente. Ahora es todo agua y el lugar ya no existe pero en mi memoria llevo a la capilla y a la gente que allí vivía”, dijo.Respecto a su actual destino, manifestó que “trabajé en América del Sur y percibo una gran diferencia en las condiciones que encontramos en la Argentina con las de Kazajistán. Acá existe mucha libertad y la gente está muy abierta para recibir la palabra de Dios. Allá hace unos años, hubo una enorme persecución a la iglesia católica. Algunas abuelas contaron que solamente podían orar cuando cerraban la puerta de su habitación, para que nadie escuchara sus oraciones. Había casos en los que oraban en forma oficial y después pasaban varios años en campos de concentración por haber rezado o manifestado su fe en Dios. En Argentina gozamos de una libertad, podemos celebrar la santa misa, organizar y participar de las procesiones en las calles y nadie lo prohíbe, además hay participación de las autoridades”.Acompañado de su hermano Marian y del sacerdote Andrés Zylak, admitió a PRIMERA EDICIÓN que en muchas partes “la gente sigue sufriendo persecuciones. Está limitada en sus actividades religiosas, en predicar la palabra. Es bastante difícil trabajar allí pero a pesar de estas dificultades la gente se arriesga y confiesa la fe. Para nosotros puede ser un gran ejemplo de cómo debemos pasar por las dificultades. Cristo murió en la cruz y resucitó, todos debemos pasar por algunos sufrimientos para mostrar nuestro amor y fidelidad a Dios. Sirve para que los argentinos no tengamos miedo a profesar la fe”.Con voz baja pero con convicciones firmes, contó que en Kazajistán, cerca de Mongolia, trabajan 13 sacerdotes redentoristas repartidos en distintas comunidades. “Oramos para pedir la bendición de Dios porque sin sacerdotes no podemos seguir expandiendo el reino. Es un problema bastante difícil porque la gente no tiene un fundamento de la vida religiosa porque pasaron por dificultades, persecuciones y falta la evangelización. Por eso el papa Francisco -con el que recientemente se reunió en la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) de Polonia- dijo que obispos, cardenales deben salir a la calle para evangelizar a los pueblos a fin que conozcan que Jesús es el único salvador. Ese es el fundamento de nuestra predicación en ese país, donde convivimos con varias religiones que proceden de Oriente”, sostuvo.Este padre polaco, nacionalizado argentino “con orgullo”, recordó que millones de personas fueron enviadas a Kazajistán para trabajar en las minas, y que muchas murieron de frío y de hambre. Confió que el obispo de Astaná (la capital) aseguró que “el país tiene derecho a la Divina Misericordia. Por eso nosotros, en Petropavl, la ciudad donde vivimos, levantamos una iglesia bajo la invocación de Jesús Misericordioso y este año queremos celebrar esta fiesta porque la Misericordia de Dios es nuestra única esperanza. Se trata de una zona fronteriza con Rusia que tiene unos 250 mil habitantes. Hay 130 nacionalidades porque los comunistas enviaron allí a todos los que no estaban de acuerdo con su gobierno. Muchos murieron de hambre y frío y los que quedaron quieren profesar la fe. La gente aprecia mucho cuando hablamos de la libertad que aquí existe. En estos países no tienen una imaginación de lo que quiere decir auténtica y verdadera libertad”.El milagro del lago y los pecesRelató que el pueblo de Kazajistán tiene en su memoria un acto al que considera un milagro y signo de la protección de Dios a esta nación a la que fue enviada gente de muchas nacionalidades. Dijo que al estallar la guerra entre Alemania y Rusia, la cosecha de trigo que los pobladores guardaban en los depósitos le fue arrebatada para entregar a los soldados que estaban en guerra. Se quedaban sin nada. “Pueden morir como perros porque a nosotros no nos importa”, le decían. Entonces la gente comenzó a rezar a la Virgen María, pidiendo protección, ayuda, salvación. Se vivía un invierno duro, con mucha nieve. Al llegar la primavera la nieve desapareció bajo el sol y se formó un gran lago, con una enorme cantidad de peces. Algunas abuelas que en aquel momento eran pequeñas “me contaron que sus padres pescaban con redes y los niños entraban y los sacaban con las manos. Los mayores cocinaban y se salvaron del hambre”. Por estos días no existe tal lago, solo un poste con una imagen de la virgen y los pescados, y lo consideran un recuerdo de este milagro que se produjo en momentos tan difíciles para el pueblo.





Discussion about this post