Un 28 de agosto de 1963, Martin Luther King Jr. pronunciaba el célebre discurso "Yo tengo un sueño", expresando su deseo respecto a un futuro de co-existencia armoniosa entre blancos y negros conviviendo como iguales.King comenzó su discurso citando la "Proclamación de Emancipación", que había sido firmada cien años antes, en 1863, reflexionando como, pese a ese y otros documentos suscriptos en el mismo sentido, la segregación continuaba existiendo.King abogaba por la no violencia. Si bien hacía hincapié en que ese era el momento de hacer el cambio, insistía en hacerlo de manera no violenta. Al culminar su discurso pidió a los asistentes que regresaran tranquilos a sus lugares, confiando en que el cambio de algún modo llegaría.Hoy domingo 28 de agosto, un poco más de medio siglo después, la sociedad ha progresado. De hecho EEUU tiene un presidente negro y ya no es la sociedad binaria de antaño. Sin embargo, el uso de la violencia sigue siendo justificado en muchos lugares del mundo en pos de lograr la paz y nos dividen otras cuestiones.Estoy convencida que los avances históricos de la humanidad han sido posibles gracias a la capacidad de evolucionar cooperativamente.Estoy convencida que la violencia y la exclusión no son intrínsecas al ser humano sino promovidas por personas en un círculo vicioso que fomenta la misma violencia de la que se alimenta.Estoy convencida que los seres humanos estamos comprendiendo que existen formas y procesos para trabajar nuestras diferencias en forma armoniosa.Y me refiero a la violencia en todas sus manifestaciones, ya sea un niño que en el recreo se enfrenta a su agresor, la violencia doméstica, las peleas entre vecinos y hasta las guerras.Efectivamente, existen metodologías para lidiar con la violencia sin recurrir a ella en una escalada del conflicto que solo arrojaría más de lo que queremos erradicar.Esta conclusión no es solo desde mi optimismo y esperanza, está basada en mi experiencia cotidiana con los vecinos en los barrios, con los niños que asisten a los talleres que dicto en las escuelas, con mis alumnos en la facultad, con las parejas que se divorcian en buenos términos, en las mediaciones que realizo. Soy testigo diariamente de estos cambios y transformaciones.Enfocar los conflictos desde el poder verticalista, la imposición y la fuerza es más costoso y menos efectivo que hacerlo con estas metodologías colaborativas.Como modesta sugerencia, un buen comienzo, como ya he referido varias veces, es por uno mismo. Nuestra primera tarea es el autoconocimiento: ¿qué me hace enojar?; ¿cuáles son mis temores?; ¿cuáles son mis objetivos? Al conocernos podemos controlarnos, ese es el primer paso hacia la paz.Continuemos cooperando con los demás, trabajando las redes, confiando para sanar. Abramos nuestros corazones y desde allí sostengamos el camino hacia la paz, no esperemos 150 años más.Colabora: Valeria [email protected] 3764510132





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