Señora Directora: El descanso y el disfrute de su propio tiempo ocioso son dos de los tantos derechos personalísimos que, en defensa de los propios, muchas personas ignoran en los otros y actúan en contra de lo que podría definirse como bien común. Es lo que sucede cuando alguna persona actúa con desubicación y deja, por ejemplo, sonar por horas en las noches las alarmas de sus vehículos estacionados en las calles. Puestas para prevención de cualquier hurto, éstas se vuelven una tortura y un motivo de despertares sobresaltados y prolongados insomnios cuando su estridencia ensordece sin razón alguna en el propósito para el que fueron colocadas. Un roce, un golpe o, quizás, el estruendo del motor de otro vehículo pueden provocar que esa artefacto de seguridad entre en acción y despierte, a la hora más inapropiada, a todos los vecinos a las redondas. Sin que, muchas veces, el propietario del rodado se dé enterado de la emergencia y deje la alarma sonando largo rato, hasta que pueda vestirse, salir a la calle y desconectarla.Si hubiese sido activada por un ladrón, por supuesto, con esa demora ya tuvo tiempo suficiente como para huir y hasta llevarse el coche si ese fue su objetivo. Al respecto, recuerdo hace varios años, a principio de los 90, haber presenciado un robo a un vehículo estacionado en el barrio de La Boca, en Buenos Aires, cuando asistía a una reunión de amigos. Entre nosotros se encontraba el damnificado en un primer piso de una vivienda con un amplio ventanal hacia la calle, y a poco más de una cuadra estaba la comisaría del lugar.Un joven hizo estallar uno de los vidrios laterales con una barreta, a través del hueco se arrojó dentro del vehículo para arrancarle el equipo musical y, logrado su objetivo y antes de que la alarma sonara por tercera vez, huyó. Cuando el propietario del rodado reaccionó, sólo pudo salir a la ventana a gritarle al ladrón y reclamar auxilio. Los policías llegaron a la carrera poco después, pero ya el ladrón había desaparecido por una de las calles laterales, cercanas a la Bombonera. La alarma funcionó correctamente, pero de nada sirvió para evitar el robo, aunque alertó a todo el vecindario –muchos salieron a la calle para ver qué pasaba- y a la Policía que, en plena tarde, quedaron entremezclados comentando y quejándose de lo sucedido.Creo que esa es la razón por la que no son muy populares las alarmas sonoras en los vehículos –y no porque haya menos robos–, pero cuando se las oye, sobre todo durante la noche y la madrugada, despiertan a todos y les interrumpe el sueño, generando broncas y malestar. Más aun, cuando la razón de ellas es injustificada y se debe a alguna pequeña alteración ocasional que la accionó accidentalmente.Por eso creo que el uso de esas alarmas sonoras, tan estridentes, deberían prohibirse, por su inutilidad –sobre todo si el ladrón es rápido y sagaz- y por la alteración a la tranquilidad que generan en cualquier vecindario donde se las escuche.Soy jubilado y, como supondrán, a mi edad el fastidio y el malestar que me generan esas alarmas que suenan en cercanías de mi casa.





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