La Argentina ocupa un lugar destacado en la elite de naciones productoras de alimentos sin embargo en los últimos meses hay muchísimos productos importados en las góndolas de los supermercados, como pollo proveniente de Brasil o bondiola con sello de Dinamarca. La lista de ingredientes para preparar una ensalada también puede derivar en situaciones curiosas: la espinaca elegida en la góndola pudo haber venido de Bélgica; ¿Las zanahorias? probablemente de Chile. Hasta la cebolla fresca, sin marcas visibles, es posible que haya llegado en barco desde Polonia. El listado de productos que están entrando a la Argentina es muy amplio e incluye alimentos que pocos podrían imaginar que llegan importados desde países de Asia, Europa o América. A diferencia de lo que ocurría en los ‘90, cuando el fenómeno de la importación estaba asociado principalmente a productos procesados y del segmento premium -como papas fritas de Estados Unidos, mostaza y quesos de Francia y hasta delicatessen de Suiza-, ahora en las góndolas ganan espacio -y de manera silenciosa- los alimentos frescos del exterior. En el gráfico se revela el flujo de operaciones registradas por el Senasa. Lo más paradójico es que estas operaciones de importación se han ido generalizando a lo largo del año, en un contexto en el que las economías regionales no sólo siguen sufriendo por la fuerte suba de costos, sino que también están padeciendo el bajón generalizado del consumo. El caso más paradigmático es el de los cargamentos de pollo que están llegando desde Brasil, el principal productor de este tipo de carnes a nivel mundial. Según datos del Senasa, durante los cinco primeros meses del año ingresaron a la Argentina casi 1.000 toneladas de cortes aviares, un volumen quince veces superior al registro de igual mes de 2015, se informó en Iprofesional. Si bien el volumen importado es limitado frente a la producción nacional, llama la atención que el Gobierno esté dando luz verde a los embarques desde Brasil en un contexto en el que la producción avícola cayó 8% en lo que va del año, constituyéndose en la rama de actividad con peor performance de todo el complejo cárnico. Esto, además, en un contexto en el que las exportaciones de pollo se desplomaron casi 35% por las menores compras de Chile, Sudáfrica, Emiratos Árabes y Venezuela, según datos de Abeceb. ¿Por qué razón entonces el Gobierno habilitó estos embarques?Fue una señal hacia toda la cadena, para evitar subas de precios abusivas. Algo similar ocurrió con la carne vacuna. Más que mirar el volumen de lo que está entrando, lo que importa es el mensaje que se le está enviando al sector. En efecto, en 2015 la Unión de Vendedores de Carne (UVC), enfrentados con plantas avícolas, habían gestionado permisos para importar desde Brasil cuatro contenedores cargados con 25.000 kilos de pollo cada uno para forzar una baja de precios. Según la UVC, apenas tres meses después de la llegada de los embarques, los valores de venta minoristas se retrajeron un 20%. Cerdo y jamón con “ADN” europeoLa amenaza importadora se siente aun más en la industria porcina. Según el Senasa, en los primeros cinco meses del año ingresaron casi 3.700 toneladas de carne fresca de cerdo, cerca de un 80% más que en igual lapso de 2015. Al indagar sobre los orígenes se observa que el principal proveedor fue Brasil. Sin embargo, sorprende el dato de que Dinamarca es el segundo competidor, de la mano de más de 500 toneladas y un incremento interanual de casi 150%. También se registró un salto cercano al 40% en las importaciones de fiambres y embutidos, que llegaron principalmente de España e Italia. Fuentes de la Asociación Argentina Productores de Porcinos (AAPP) advirtieron que el corte sin procesar que más está entrando al país es la bondiola. “Para nosotros es premium. En cambio, en Brasil o Dinamarca es considerado un corte barato. Entonces, ¿qué hicieron algunos supermercados? Se encontraron con que podían importar bondiola congelada a un precio más bajo que el que se consigue a nivel local, que es un producto fresco, y la ofrecen al público incluso más cara que en las carnicerías, logrando una rentabilidad enorme”, apuntaron. Además, indicaron que la producción porcina nacional, que ahora sufre la competencia del exterior, no recibe un trato igualitario: “Todos los países nos venden, pero cuando nosotros queremos salir a exportar, nos cierran las puertas”. Exigen cierre de las importacionesDías atrás, la Federación Agraria Argentina (FAA) realizó una protesta en Rosario para exigir un freno a la entrada de cerdo del exterior. Omar Príncipe, presidente de FAA, afirmó que “no hay que ser economista para darse cuenta que los pequeños productores se están fundiendo. Se triplicaron los costos de producción durante los últimos meses y, a la par, se incrementaron las importaciones de Brasil y Dinamarca”.El otro frente de conflicto tiene epicentro en la industria del chacinado. La queja es el ingreso de jamón crudo desde Europa, que compite con la producción nacional, en muchos casos de manera desleal. Desde la cámara que nuclea a las empresas de chacinados aseguran que hay más de 1 millón de patas de jamón estacionándose y cumpliendo con el código alimentario argentino, que exige un tiempo de curación de nueve meses.Denuncian que una parte de lo que está ingresando al país desde España es carne con sal -o salazón- a muy bajo precio y que no cumple con los protocolos básicos.





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