Señora Directora: “Ese chico no tenía que estar allí”, opinó un dirigente sindical tarefero al ser consultada su opinión sobre el caso de Leonel Octavio, el niño que estuvo perdido dos noches en un yerbal. Él y su hermano, de cuatro años, que también se hallaba en el lugar desde donde se extravió, según el “sentido común”, deberían estar en la escuela en lugar de acompañar a la madre, quien lleva a sus hijos a la tarefa urgidas por las necesidades de su pobreza extrema.Ese razonamiento tuvo un enorme impacto en mi, ante las múltiples injusticias que provoca la explotación laboral de esas familias que se ven forzadas a sumar todos sus integrantes –o tener cerca de los que aún no pueden trabajar-, para mejorar sus ingresos y poder vivir con unas pocas restricciones económicas menos. Incluso necesitadas en ese propósito a sumar a los niños a la tarea por unas muy necesarias monedas más.Pareciera que hace mucho tiempo los humanos hemos perdido el rumbo y poco nos importa la suerte del próximo más allá de nuestra propia fortuna. Más aún si nos embanderamos en la lucha de esos derechos pisoteados y nos quedamos con expresiones como esas que parecen resignadas y conformistas. Claro que no debieron estar allí, pero para ello es necesario modificar las condiciones sociales, económicas y laborales de esas familias explotadas y olvidadas de la mano de los gobiernos, los políticos, quienes los explotan y la mayoría de nosotros.Ese hecho, como los otros similares que ocurren cotidianamente, debieran ser utilizados como demostrativos de la injusticia y no como una simple circunstancia indeseada que la deben padecer algunos con mala fortuna para que otros se aprovechen de ese trabajo cuasi esclavo.¿Qué esperamos del mañana de esos chicos o de los tantos otros que deambulan por las calles de los pueblos, mendigando su mendrugo?Es cierto, “ese chico no tenía que estar allí”, ¿pero las autoridades, los sindicalistas y todos nosotros, un poco más afortunados, hacemos algo para que esas cosas cambien o creemos suficiente nuestras compasión y condolencia indiferentes o, quizás, solo un “me gusta” (like) al pie de quien las denuncia en Twitter o Facebook?Pero, qué importa eso ya si mañana habrá otra atención con que “solidarizarnos”. Y no sé si soy la excepción a esa generalidad.




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