¿Por qué un litro de leche cuesta más en un supermercado de Buenos Aires que en uno de Madrid? ¿Es normal que una bolsa de pan lacteado valga prácticamente el doble que en Nueva York?¿Hay razones que ayuden a explicar por qué un consumidor porteño tiene que pagar por un paquete de fideos o por una botella de dos litros de gaseosa hasta un 35% más que un residente de San Pablo?Estas son algunas de las tantas preguntas que se plantean los argentinos al constatar que, además del consabido castigo de la inflación, también se asiste al regreso de otro problema clásico y es que el país ha quedado caro en términos de dólares.La cuestión es tan preocupante que esta tendencia de pagar más aquí que en el exterior -en términos de dólar- ya no alcanza sólo a los productos electrónicos o a la ropa. Ahora el fenómeno también se hace visible en una larga lista de artículos de la canasta básica alimentaria.Salvo en el caso del azúcar, donde el valor en los centros de compra porteños es más bajo que en el comparativo internacional, en el resto de los alimentos -muchos de ellos de primera necesidad- ocurre lo contrario.De hecho, Buenos Aires hoy encabeza el podio del ranking como la ciudad más cara -en dólares- a la hora de adquirir productos como pan lacteado, arroz o gaseosas, frente a los valores que rigen en Nueva York, México DF, Madrid, San Pablo y Santiago de Chile.Dólar atrasado y algo másLa situación que se observa en las góndolas remite a uno de los debates clásicos que se dan en el país cada vez que los precios locales van quedando por encima del promedio en el comparativo internacional: ¿nuevamente se atrasó el dólar a pesar del salto devaluatorio?La respuesta que instintivamente surge en situaciones de este tipo suele ser afirmativa. Sin embargo, hay analistas que afirman que ese sería un abordaje limitado del problema y que no alcanza con afirmar que la Argentina tiene un tipo de cambio atrasado para convalidar que los porteños pagan más caros los alimentos que el propio país produce.El economista Gastón Rossi, de la consultora LCG, pone sobre la mesa otra cuestión, por demás polémica: "Si fuera que la Argentina está cara en dólares sólo porque tiene un atraso cambiario, entonces los alimentos deberían estar más baratos y no más caros que en el resto del mundo. No olvidemos que la Argentina exporta y si sólo mandara el tipo de cambio, los precios deberían ser más bajos".Los economistas consultados por iProfesional apuntaron también hacia otros problemas y particularidades que tiene la economía doméstica, y que no suelen estar tan en el foco cuando se habla de desfasajes de precios.En este sentido, hacen referencias a otras variables, como el costo logístico, en un país extenso en territorio, en el que las mercaderías deben recorrer grandes distancias.Así, el hecho de tener una de las naftas más caras del mundo termina impactando en el valor de los productos, una vez que llegan a las góndolas. Cabe destacar que en la Argentina, el precio de la nafta súper está en el podio de la región, siendo sólo superado por Uruguay (u$s1.16 contra u$s1,33).Este caso lleva irremediablemente a analizar la cuestión impositiva. Porque el valor de los combustibles no sólo está asociado con la decisión política de que el sector privado "subsidie" a las petroleras locales sino también con la carga tributaria que pesa en cada litro de nafta que se carga en el país.En la actualidad, un 48% de ese valor está compuesto por impuestos nacionales, ingresos brutos provinciales y tasas municipales. En el gasoil, la carga tributaria alcanza al 42%, de acuerdo con el Ministerio de Energía.Eso significa que es el propio Estado el que termina poniéndole un piso más elevado a toda la economía: ya sea vía subsidios a la industria (para que las compañías no despidan personal), o quedándose con 48 centavos por cada peso que el consumidor destina para cargar el tanque.Además, según se desprende del relevamiento que todos los meses realiza la Fadeeac, los costos del transporte de cargas -referencia obligada para la fijación y ajuste de tarifas del sector- acumulan una suba de más del 40% en los últimos doce meses. El peso impositivo en los preciosLa misma línea argumental podría esgrimirse respecto del IVA. Desde hace años, el país mantiene un impuesto del orden del 21%, que es pagado por todos los consumidores por igual, ya sea por un trabajador informal, un jubilado, un monotributista o un empleado jerárquico de una multinacional.Fernando Marengo, desde el Estudio Arriazu, suma varios gravámenes que distorsionan aun más los precios locales.El experto en economía fiscal menciona Ingresos Brutos (que cobran las provincias) y las diversas tasas que exigen las municipalidades. En general, son alícuotas que no están reguladas por los Estados provinciales.En el mismo conjunto incluye el denominado "impuesto al cheque". También, menciona los costos laborales que el Estado carga a los empleadores (cargas sociales y aportes). Otro costo adicional que enfrentan las compañías es el financiero, que se suma a la incertidumbre cambiaria que en los últimos años fue moneda corriente en la Argentina. Una carga para nada despreciable, por cierto.Esa incertidumbre sobre el tipo de cambio de equilibrio implicó que las empresas líderes ampliaran su "colchoncito" en los precios. Lo mismo hicieron las grandes cadenas de supermercados.Todo esto sin que unos y otros hayan tenido objeciones por parte del Gobierno nacional, más allá de alguna tibia reprimenda pública a comienzos del mandato de Mauricio Macri."En la mente del empresario, la incertidumbre cambiaria y la expectativa de alta inflación se traduce en una sola palabra: cobertura. Y mientras las ventas no se le desplomen poniendo en riesgo sus flujos financieros, los directivos de empresas tratarán de llevar a los precios todas esas falencias.Fuente: Iprofesional





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