Es difícil encontrar algo que preocupe más a los padres que la ardua tarea de enseñar disciplina a un niño. Todos queremos que nuestros hijos se comporten bien, pero es difícil lograrlo sin anular su creatividad ni disminuir su autoestima.“Es como si en cada acción de ‘disciplinar, entra en juego nuestra propia historia como hijos’, nuestra matriz”. Esta frase, acuñada por la conocida experta en desarrollo infantil Selma Fraiberg, se refiere a los recuerdos de la infancia, las experiencias pasadas y los tipos establecidos de pensamiento y conducta que todos utilizamos al criar a los niños.Estos fantasmas pueden complicar aún más el cuidado de los hijos, ya que algunas veces decimos una cosa, pero en el fondo sentimos y pensamos otra.Enseñanza y aprendizajeEl término “disciplina” deriva de una palabra que significa “enseñar”, no castigar. Nuestro objetivo debería ser enseñar a los niños a comportarse adecuadamente, a controlarse y a mostrar respeto hacia los demás. Si los padres tienen claro lo que quieren enseñar y toman en cuenta lo que el niño puede aprender según su etapa de desarrollo, será más fácil poner en práctica las estrategias necesarias.Desde el punto de vista de los niños, cuanto más sencillo sea el mensaje que se les quiere enseñar y menor sea el intervalo entre la acción y su consecuencia, más fácil será el aprendizaje.La importancia de sentir la aprobación de los padresCasi todos los niños quieren hacer lo que sus padres quieren que hagan. El amor y la atención de sus padres son las mayores motivaciones de los pequeños y éstos se esforzarán mucho por obtenerlos. Los problemas surgen cuando los padres prestan poca atención a sus hijos o cuando se concentran demasiado en las conductas negativas y no perciben las cosas buenas que los pequeños hacen para complacerlos.A menudo, un problema de disciplina simplemente se esfuma cuando los padres reorientan su atención al aspecto positivo y estratégicamente pasan por alto el negativo. Nada es más eficaz que la aprobación de los padres y que el niño sienta que es capaz de hacer lo que las demás personas quieren que haga. Estas recompensas “internas” son las más importantes, porque ayudan al niño a sentirse orgulloso de sí mismo y a responder a la próxima dificultad que la vida le presente.Cuando los métodos de disciplina no funcionanA veces los padres esperan demasiado de un niño dado su nivel de desarrollo, sus circunstancias o ambos aspectos. Los siguientes son algunos casos frecuentes, así como algunas estrategias para obtener mejores resultados:• Las instrucciones de los padres son demasiado vagas. Las peticiones del tipo “compórtate” o “sé un buen niño” no tienen mucho sentido para un pequeño que aún no cumple los diez años.• Especifica lo que quieres que haga el niño. Dile “deja de gritar” o “devuélvele el camión a Juan”.• La tarea es demasiado grande para el niño. Son muy pocos los niños pequeños que entienden el concepto “limpia tu habitación”. Los niños responden mejor a instrucciones como “recoge los bloques”, “guarda la ropa en la caja” o “junta tus útiles”. Si logran realizar varias tareas pequeñas con éxito, se sentirán animados para hacer la próxima.• El niño no logra ver la relación entre su conducta y la recompensa o consecuencia. Si la consecuencia ocurre mucho después de la trasgresión, el niño en realidad no aprende nada. Por ejemplo, no tiene sentido recompensar a un niño de tres años al final de la semana por la buena conducta que tuvo durante ese período, ya que su memoria y sentido del tiempo no son lo bastante maduros como para entender lo que esto significa. Mientras más pequeño sea el niño, más corto debe ser el lapso que transcurre entre la acción y su resultado.• Se espera mucho del niño. Los niños muy pequeños saben que la palabra “no” significa dejar de hacer lo que están haciendo, pero no pueden pensar en otra alternativa si aún tienen la tentación original al alcance de la mano. Por ejemplo, los botones del televisor resultarán muy tentadores para el niño a menos que le des otra actividad lejos del aparato.• Demasiados “no”. Si el mundo del niño no es otra cosa más que un mar de prohibiciones, entonces no prestará atención a ninguna de ellas. Los padres deben jerarquizar los distintos temas y trabajar en uno o en algunos de ellos a la vez.• El niño está agotado. No intentes dar lecciones de buena conducta a un niño cuando esté cansado, tenga hambre, esté muy disgustado o tenso. Obtendrás mejores resultados si primero alejas al pequeño de la situación en que se encuentra, le das lo que necesita para que recupere sus energías (una siesta, un tentempié, un abrazo) y luego lo vuelves a intentar.1. Un ejemplo vale más que mil sermonesDesde muy pequeños los niños tienden a imitar todas nuestras conductas, buenas y malas.Podemos aprovechar las costumbres cotidianas -como saludar, comportarnos en la mesa,respetar las normas al conducir- para que adquieran hábitos correctos y, poco a poco, tomen responsabilidades.De nada sirve sermonearlos siempre con la misma historia si sus padres no hacen lo que les piden.2. Comunicación, diálogo, comprensiónLas palabras, los gestos, las miradas y las expresiones que utilizamos nos sirven para conocernos mejor y expresar todo aquello que sentimos. Por eso, incluso durante el embarazo, hay que hablar al bebé.Debemos continuar siempre con la comunicación. Hablarle mucho, sin prisas, contarle cuentos y también dejar que él sea quien nos los cuente.¿Ha probado a hacerle una pregunta que empiece con ¿Qué piensas tú sobre…?”. Así le demostramos que nos interesa su opinión y él se sentirá querido y escuchado.3. Límites y disciplina, sin amenazasHay que enseñarle a separar los sentimientos de la acción. Las normas deben ser claras y coherentes e ir acompañadas de explicaciones lógicas.Tienen que saber lo que ocurre si no hace lo que le pedimos. Por ejemplo, debemos dejarle claro que después de jugar tiene que recoger sus juguetes.Es importante que el niño -y también nosotros- comprenda que sus sentimientos no son el problema, pero sí las malas conductas. Y ante ellas siempre hay que fijar límites, porque hay zonas negociables y otras que no lo son. Si se niega a ir al colegio, tenemos que reconocerle lo molesto que es a veces madrugar y decirle que nosotros también lo hacemos.4. Dejarle experimentar aunque se equivoqueLa mejor manera para que los niños exploren el mundo es permitirles que ellos mismos experimenten las cosas. Y si se equivocan, nosotros tenemos que estar ahí para cuidarlos física y emocionalmente, pero con límites.La sobreprotección a veces nos protege a los padres de cierto
s miedos, pero no a nuestro hijo. Si cada vez que se cae o se da un golpe, por pequeño que sea, corremos alarmados a auxiliarlo, estaremos animándolos a la queja y acostumbrándolos al consuelo continuo. Tenemos que dejarles correr riesgos.5. No comparar ni descalificarHay que eliminar frases como “aprende de tu hermano”, “¿Cuándo vas a llegar a ser tan responsable como tu prima?” o “Eres tan llorón como ese niño del parque”. No conviene generalizar y debemos prescindir de expresiones como “siempre estás pegando a tu hermana” o “nunca haces caso”.Seguro que hace muchas cosas bien, aunque últimamente se esté comportando como un verdadero “problema”. Cada niño es único, no todos actúan al mismo ritmo y de la misma manera. Frases como “tú puedes nadar igual de bien que tu hermano, inténtalo. Ya lo verás” transforman su malestar en una sonrisa y le animan a conseguir sus metas.6. Compartir nuestras experiencias con otros padresPuede sernos muy útil. Así, vivir una etapa de rebeldía de nuestro hijo, algo muy frecuente a determinadas edades, puede dejar de ser una fuente de angustia tremenda y convertirse, simplemente, en una fase dura pero pasajera. Frases como “no te preocupes, a mi hijo le ocurría lo mismo”, pueden ayudarnos a relativizar los “problemas” y, por tanto, conseguir que nos sintamos mejor y actuemos más tranquilos.Si estamos desorientados, preocupados o no sabemos cómo actuar, siempre podemos consultarlo con un profesional. No tenemos nada que perder.7. Hay que reconocer nuestras equivocacionesTenemos derecho a equivocarnos y eso no significa que seamos malos padres. Lo importante es reconocer los errores y utilizarlos como fuente de aprendizaje. Una frase sencilla como “perdona cariño”, refuerza su buen comportamiento y nos ayuda a sentirnos bien.8. Reforzar las cosas buenasEstá comprobado que los refuerzos positivos, gestos de cariño, estímulos, recompensas resultan más eficaces a la hora de educar que los castigos. Por eso siempre debemos darle apoyo afectivo y dejar que sea él el que, según su capacidad, resuelva los problemas.Los niños son muy sensibles y los calificativos como “tonto” o “malo” les hacen mucho daño y pueden afectar de modo negativo a la valoración que tienen de ellos mismos.Debemos ser generosos con todo aquello que les hace sentirse valiosos y queridos. Si los premiamos con caricias, abrazos o palabras como “lindo” o “listo”, estamos construyendo una buena autoestima. Tan importante como rectificar sus malas conductas es reconocer y reforzar las buenas.9. No hay que pretender ser sus amigosAunque siempre conviene fomentar un clima de cercanía y confianza, eso no significa que debamos ser sus mejores amigos. Mientras que entre los niños el trato es de igual a igual, nosotros, como padres y educadores, estamos situados en un escalón superior. Desde allí les ofrecemos nuestros cuidados, experiencia, protección pero también nuestras normas.Buscar su aprobación continua para todo puede ser un arma de doble filo, ya que la amistad también es admiración y confianza y le resultará muy difícil confiar en nosotros si no sabemos imponernos. Un buen padre no es aquel que cede de modo continuo y no enseña.10. También tienen emocionesA veces pensamos que sólo nosotros nos sentimos contrariados y que los niños tienen que estar todo el día felices. Pero también tienen preocupaciones. Su mundo emocional es igual o más complejo que el nuestro, por eso conviene dar importancia a sus emociones y ser conscientes de ellas. Debemos ayudar a nuestro hijo a poner nombre y apellido a lo que experimenta y siente.Colaboración: Myrian Mabel BáezLic. en Psicopedagogí[email protected]





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