Recuerdo hace poco cuando en una conversación amable con mi hermana Silvia, cinco años menor que yo, ella me manifestó su temor de que podía tener la misma enfermedad de nuestra madre y morir a la misma edad que ella. Por supuesto la enfermedad de nuestra madre no era ni contagiosa, ni hereditaria y había muy pocas posibilidades de que ella la repitiera según lo sabido actualmente; pero lo que no le dije a ella es que yo a veces tenía similares temores.Tan similar y profundo fue el mensaje y la crianza que nos dio nuestra querida madre, que ambos hijos elaboramos un temor de características muy similares; es por esto que como dice el título, todos los humanos somos muy parecidos, más aún los que compartieron años de crianza juntos.Se encontró en investigaciones realizadas en gemelos separados al nacer, que vivieron en familias distintas y que luego han vuelto a reencontrarse, que en sus vidas separadas tenían gustos, rasgos y comportamientos muy similares, como por ejemplo similar profesión, eligieron parejas con similares características y se vestían con iguales gustos. Pero a pesar de que no nos gusta reconocerlo, hay muchas, quizás demasiadas similitudes que compartimos entre los seres humanos, por ejemplo sabemos que tenemos una igualdad anatómica funcional, es tal la semejanza entre nosotros que hasta los médicos nos asombramos cuando algo sale de las medidas habituales. La semana pasada luego de más de 35 años de práctica en medicina me asombré y vi por primera vez un niño con “dextro-cardia”, es decir que su corazón en vez de situarse a la izquierda se encuentra a la derecha del tórax.Somos anatómicamente uniformes, también en nuestro desarrollo y crecimiento, tenemos iguales edades en que se prenden o apagan ciertas funciones, así sucede en la pubertad que empieza entre los once y trece años, con una marea de hormonas y cambios físicos, o por otro lado la menopausia que es la cesación de ciertas funciones femeninas entre los 45 y 50 años.También los humanos, salvando algunas diferencias personales y medio ambientales, compartimos iguales pesos, alturas, número, ubicación y tamaños de los órganos y funciones de los mismos, siendo la lista interminable.Por supuesto hay variaciones individuales, como el niño que posee su corazón en el lado derecho del tórax, o como la menor estatura promedio de los asiáticos, que se debería al tipo de comida abundante en arroz y pescados.Los médicos, nutricionistas y demás profesionales solemos usar tablas, que nos ayudan a alinear y ubicar los datos de las funciones humanas de los humanos, como peso, altura, glucosa en sangre, etc.Los distintos datos y funciones que se obtienen a lo largo del tiempo, se pueden seguir en gráficos con líneas dibujadas o percentiles, y así podemos monitorear el crecimiento de un niño en su estatura, peso, etc. Todo dato que se ubique dentro de las líneas prefijadas nos indicará que el niño está creciendo bien, los datos que van por afuera de las líneas nos deberán alertar.Hasta tal punto somos parecidos que nuestro tipo de comida está predeterminada en tablas, usadas comúnmente por los pediatras para aconsejar a las mamás de sus pacientitos según la edad que posean; lo que sí después de grande se produce el “desbande alimentario” y nos convertimos en seres con protuberancias, tipo pancitas que algunos muestran con orgullo. Pero nuestras semejanzas no sólo se refieren a cómo se edifica, cambia y funciona nuestro cuerpo, sino también a como se construye y modifica nuestra “mente”, o función de nuestro cerebro.Los humanos tenemos tipos similares de pensamientos, que aparecen en las distintas etapas de nuestras vidas, que también fueron estudiadas y cuyos hallazgos se ponen en tablas, las cuales los psiquiatras, psicólogos y médicos usan habitualmente.Podemos saber previamente cómo van evolucionando nuestra inteligencia y emociones (J. Piaget), también podremos saber cómo van madurando nuestra moral y sus valores, o sea nuestra capacidad de decidir qué es lo que está bien y lo que está mal mientras vamos creciendo (L. Kohlberg).También podemos evaluar cómo marcha nuestra maduración social y de contacto interpersonal, previendo si vamos a tener un fuerte apoyo grupal en nuestra vida o no.Así también nuestra vida espiritual posee un desarrollo o madurez, que variará según las experiencias, los contextos y eventos de nuestra vida (J. Fowler).Si hasta nuestro envejecimiento está diagramado y tabulado, como por ejemplo podemos saber que a partir de los cuarenta años voy a tener problemas en la visión para ver de lejos y de cerca.No olvidemos que incluso nuestro fin en este mundo está en tablas, esto es lo que llaman dulcemente “expectativa de vida”, siendo la posibilidad de años que tendré en esta tierra según la forma y el lugar en que esté viviendo.Entonces la gran pregunta es ¿existe algo que es tan personal, que puede ser tan distintivo y particular, que nos diferencie de los otros seres humanos?; creo que sí, es la “imaginación y creatividad” que aplicamos en nuestra vida diaria, para resolver los problemas y decisiones que nos surgen.Y además nos diferencia “el grado de desarrollo” de nuestras capacidades para concretar nuestras virtudes o maldades, es decir según “las cartas que recibí en el juego de la vida”, es el uso que yo hago de ellas, pues todas las decisiones que tome, diagramarán mi existencia en un sentido u otro.Todo este aspecto se relaciona directamente con lo que llamamos, la “sabiduría” para enfrentar nuestra realidad.Se puede ver fácilmente que estamos “planeados”, desde la idea o no de nuestros padres de tenernos, a partir de nuestra fecundación, que es la unión del contenido hereditario de un óvulo y un espermatozoide.Algunos dirán que estamos “planificados” según la voluntad de Dios, otros dirán que no hubo plan y sí hubo “Evolución de las especies” en el tiempo y por el azar lo que nos trajo acá, aunque puede ser por ambas.Pero creamos en uno u otro argumento, sea Dios o la evolución de las especies, o ambos, hay algunos aspectos bien explicados, pero en otros hay muchas dudas.Deseo tu opinión: [email protected]





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