Abusó de dos hijos de 8 y 6 años, les impuso el silencio y aprovechó hasta las mañanas de misa de domingo para concretar los actos. Gozaba de la credibilidad social y de su pareja, hasta el punto que ella pensó que su niña le relató un hecho generado en la fantasía, no el aberrante episodio de su violación. La contundencia de la pruebas, entre ellas, las declaraciones de las víctimas en cámara Gessell, llevaron a que Eduardo Daniel Flores, de 46 años, admita su culpa y sea condenado por el Tribunal Penal 1 de Posadas -en juicio abreviado- a nueve años de prisión efectiva como autor de “abuso sexual calificado por el vínculo, varios hechos y abuso sexual con acceso carnal calificado por el vínculo, varios hechos, todo en concurso real”.El fallo firmado en mayo, fue acordado tras el asesoramiento de Miguel Ángel Varela, defensor de Flores y tras la propuesta del fiscal Alberto Rolando Oliva.Los casos fueron denunciados en noviembre de 2011 por la madre de los menores (una niña y un varón) y apuntaron contra el progenitor.La nena de 8 años le había confesado a su mamá: “Papá me toca la cola y me puso algo atrás”. Fue la respuesta confirmada luego que el hermano también la alertara: “Papi está armando un secreto con D. en la pieza”. La estaba forzando a callar.“Impúdico y libidinoso”El fiscal Oliva en su acusación remarcó que los niños fueron víctimas de “actos corporales de carácter sexual impúdico, tocamientos libidinosos en los genitales (…) Dentro de un automóvil, en la vivienda y en un campito”.La menor fue precisa cuando describió los abusos que sufrió ante las profesionales encargadas de la pericia. Señaló los lugares, pero también los momentos en que su victimario actuaba. Varios de estos casos se produjeron los domingos durante la misa, cuando Flores dejaba a su pareja en la iglesia con una beba de tres meses y retornaba al hogar con el pretexto de preocuparse por el estado de sus hijos, pero la realidad indicó que lo hacía para abusar de su hija de 8 años durante el lapso de la celebración religiosa.Fue el varón de 6 años quien abrió los ojos a su madre que dudaba de la niña, incluso remarcó luego en su denuncia haber pensado: “Es fruto de su imaginación”. Pero una vez convencida del sufrimiento de los niños, señaló ante la Justicia que su concubino “era muy depravado en las relaciones sexuales que mantenían”, y que imponía por la fuerza su autoridad en el hogar: “En la vivienda mandaba él, se hacía todo lo que él decía, nos maltrataba”.Los exámenes médicos corroboraron los abusos y las declaraciones de las víctimas fueron coincidentes en que la vivienda de Garupá primaba el miedo y que debían callar los manoseos y demás practicas sexuales, imposibles de describir sin dañar su integridad.La causa se agendó para debate a principio de 2016 en el Tribunal Penal 1 de calle La Rioja, conformado por los jueces Martín Errecaborde, Ángel Dejesús Cardozo y Eduardo D’Orsaneo, quienes el 19 de mayo firmaron la condena para el acusado, quien estaba a punto de purgar, en libertad, una pena de la Justicia Federal por “transporte de estupefacientes”.





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