Transcurrieron poco más de cinco años. El miércoles 19 de enero de 2011, el horror se apoderó de los precarios hogares del asentamiento “Los Trillitos” en el barrio San Onofre de Posadas. Los vecinos ardían, pero no por el calor veraniego. Enfurecieron porque Diego Eduardo Méndez, hoy de 26 años, asesinó a golpes y estranguló a su hija Agustina Anayalí Franco de cinco años, porque lo despertó en plena mañana.El macabro crimen actuó como un telón que se corrió y abrió el ingreso al infierno. Méndez sometía a su esposa e hijos a maltratos constantes, situaciones de extrema violencia, que incluían golpizas y la violación de otros dos pequeños hermanos de Agustina.No tardó en cundir el calificativo: “la Bestia de San Onofre”. Un joven que actuó sin piedad, marginal y atrapado por los excesos en el consumo de las drogas y alcohol, además de la relación con la delincuencia que lo llevó a la cárcel durante nueve meses en el año 2009 sospechoso de haber participado en un crimen en Villa Cariño.Diego Méndez puso fin el pasado lunes 25 de abril a más de cinco años de medidas recursivas, intensas pericias psiquiátricas que rechazaron definirlo como un “insano mental inimputable” y a anuncios de juzgamiento e inmediatas suspensiones.Ya sin abogado particular, pero con el asesoramiento de la defensora oficial Celina Silveira Márquez, aceptó la propuesta de juicio abreviado ante el fiscal del Tribunal Penal 2, Rolando Oliva, y firmó una condena a prisión perpetua como autor de los delitos de “homicidio calificado por el vínculo, dos casos de abuso sexual con acceso carnal calificado por el vínculo y la situación de convivencia, todo en concurso real”.Sólo restará que la sentencia sea homologada por el voto del presidente del Tribunal Penal 2 de Posadas, Roque Martín González y los jueces subrogantes miembros del Tribunal Penal 1, Eduardo D’Orsaneo y Martín Errecaborde.En el escrito condenatorio al que accedió PRIMERA EDICIÓN, se remarcó que el acusado admitió “su responsabilidad y la actitud dolosa” con la que cometió los delitos que le fueron imputados en el expediente elevado a juicio por el juez de Instrucción 1, Marcelo Cardozo.“Los Trillitos”La muerte de Agustina fue descubierta cerca de las 10 del 19 de enero de 2011 en una de las casillas montadas entre la avenida Avellaneda y calle 71 del asentamiento “Los Trillitos” en el barrio San Onofre.Uno de los hijastros de Diego Méndez huyó desesperado porque vio cómo su hermana fue asesinada a golpes y estrangulada por el irascible sujeto que gritaba molesto porque lo despertó.Ocurrió cuando la madre de Agustina, Johana Paola Franco (27) no se hallaba en el hogar, había salido a comprar el almuerzo con los pocos pesos que le quedaban de la asignación universal por hijo. El único ingreso que disponía porque Méndez no trabajaba y tampoco salía a buscar trabajo para aportar a la familia.El niño corrió hasta el complejo habitacional A4 del sur posadeño. Fue a suplicarle socorro a su abuela materna. Como pudo le relató que su hermana fue asesinada por el padre, que la golpeó hasta que dejó de respirar.La mujer antes de llegar a la vivienda de San Onofre se encontró con su hija, juntas corrieron a ver lo sucedido. Allí encontraron a otros dos hermanos menores, llorando desconsolados frente al cadáver de Agustina y sin saber hacia dónde huyó Méndez.Los vecinos llamaron a la Policía, y el hecho tomó trascendencia en pocos minutos, como también el operativo para atrapar al único sospechoso.AtrapadoA las 16.30 de la misma jornada, Diego Méndez fue atrapado cerca del hospital Pedro Baliña por pesquisas de la Unidad Regional X, de la Dirección de Homicidios y efectivos del Comando Radioeléctrico Oeste.Lo detuvieron en un descampado de la avenida Jauretche casi ruta nacional 12. Al verse sin salida intentó defenderse como un animal acorralado. Lanzó furiosos golpes para que no lo agarraran. Se mostró rebelde y dispuesto a todo ante los policías, a pesar de su poco más del 1,60 metro de altura. Pero de poco le sirvió tanto resistir, se cansó, fue reducido y esposado y no volvió a recuperar su libertad.Para ello deberá esperar hasta cumplir los 70 años, o tal vez solicitar salidas transitorias una vez que cumpla 35 años de prisión efectiva. Como indica la ley.Aseguró que saldará en prisión el daño que le provocó a su familiaDiego Méndez insistió en que ser condenado a prisión perpetua le aliviará su dolor y cambiará las pesadillas por sueños que lo dejen descansar en paz. No sólo deberá pasar -al menos- 35 años sin salir de una cárcel. Hoy sostiene que tendrá que seguir su recuperación “con la ayuda de Dios”.Se aferró a la fe y a una nueva pareja que lo asisten en varios planos. Le lleva materiales para que realice artesanías y luego las vende para poder facilitarle su encierro con ropa, alimentos y libros con lo que aprende a leer y escribir.De la imagen temible de “La Bestia” a la apariencia de un joven de 26 años que no genera miedo y admite: “Creo en la Biblia, eso me alejó del mundo de la bebida y las drogas que no me dejaban pensar, no podía vivir”, sostuvo en un breve diálogo en el que participó PRIMERA EDICIÓN previo a uno de los últimos trámites judiciales en los que manifestó su conformidad y reiteró su pedido de abreviar su caso, reconocer su culpa y no ser enjuiciado públicamente.También sostuvo: “Yo cambié, voy a salir adelante, ahora puedo pensar sin la bebida cerca”.Exámenes Fue examinado por cinco juntas médicas psiquiátricas. Todas las cumplió con prolijidad y fue declarado como una persona con noción plena, la suficiente para ser declarado imputable.Resaltó en cada asistencia a estrados judiciales que comprende el daño que causó y que la única pena que le iba a corresponder si solicitaba la abreviación de su causa sería la misma que la condena que surgiría de un debate oral.Una vez que la homologación del Tribunal Penal 2 se concrete, se determinará también la unidad carcelaria en la que Méndez deberá cumplir la sentencia.Fuentes consultadas por este medio remarcaron que “parece un adolescente, un chico incapaz de haber cometido tamaño crimen”.Pero Méndez decidió no alejarse de su culpa, leyó y firmó todas las actas necesarias, las que definieron la posibilidad de firmar un juicio abreviado. Cuando la rigurosidad del trámite quedó cumplida, rubricó con su apellido la máxima condena y aseguró que será tan firme como el tatuaje con el nombre de su hija Agustina, que decidió llevar escrito en un brazo.Un muchacho bravoTras ser detenido del 19 de enero de 2011, los antecedentes delictivos de Diego Méndez no tardaron en aparecer y pintarlo como un joven “peligroso, adicto a las drogas y criado callejero y violento”.La comisar&iacu
te;a Octava del barrio San Jorge, se convirtió en uno de los puntos de reiterada finalización de sus actividades delictivas. Fue sospechoso y acusado de participar en constantes hurtos y arrebatos en el Sur de la capital provincial.Fue demorado y privado de su libertad por su presunta participación en el asesinato a puñaladas de un joven de 24 años, a quien apuntaban junto con sus amigos como el autor del robo de una bicicleta. Pero recuperó la libertad por falta de mérito en este crimen. De todas maneras los nueve meses en el penal de menores de poco le sirvieron para corregir su conducta. Salió y en pocos días se hundió en la oscuridad de los estupefacientes y las consecuentes acciones de violencia para robar, para obtener por la fuerza el recurso para seguir en la pendiente.El final para Agustina no fue precisamente el que aquellos que lo conocieron le tenían asignado. Pero tampoco les causó sorpresa, sólo la confirmación del estupor de que un desenlace trágico estaba próximo.





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