Primero fue el código de Hammurabi, el rey babilonio que estableció que los daños provocados debían saldarse de la misma forma en que fueron infligidos. Y correlativamente, luego el mundo supo a través de Moisés que las ofensas debían cobrarse ojo por ojo, diente por diente. Hasta que el cristianismo enseñó que era mejor poner la otra mejilla, o no hacer a otros lo que no se quiera para uno mismo. Normas religiosas, o reglas de convivencia social, según el lado filosófico en el que uno quiera pararse. Esta mirada hacia los anales de la historia tiene que ver con el debate que se ha producido en los últimos días, sobre el doble escrache que sufrió el exsecretario Legal y Técnico y excandidato a vicepresidente Carlos Zannini. Primero fue en cancha de Boca, donde hubo cánticos en su contra, corridas y puñetazos entre los que lo insultaban y sus acompañantes que lo querían defender (probablemente hayan sido sus hijos). Y horas después en el avión de American Airlines. Otra vez la misma escena, pero sin poder correr o sin que alguien lo defendiera. Soportó estoicamente una catarata de insultos, peticiones para que lo bajen y hasta selfies de quienes lo vituperaban. De alguna forma la antigua Ley del Talión volvió a ser usada. Dejar el poder le significó ubicarse en la misma línea que los demás ciudadanos. ¿No fue siempre así acaso? No, de ninguna manera. A través de los años de democracia, algunos más, otros menos, los políticos se caracterizaron por creerse parte de una casta superior, que a través del ejercicio del poder y sus relaciones, se sintieron intocables. La escena del avión quebró la línea de proxemia, el halo que lo rodeaba cuando era funcionario. Si eso hubiera pasado hace un año, no hubiéramos visto a sus detractores tan cerca de Zannini. Hoy con las redes sociales no fue tan difícil saber quién fue el calvo que agitó sus manos a centímetros de la cabeza del exfuncionario. Tiempo atrás probablemente hubiera estado con custodios. Y si se le hubiera animado a acercarse, 48 horas después ese profesor de Ju jitsu hubiera tenido una inspección de Afip en su dojo. Porque recordemos que si alguien se animaba a criticar abiertamente al anterior gobierno podía sufrir persecución. Ejemplo: el abuelo que quiso comprar dólares a su nieto y la expresidenta lo acusó en Cadena Nacional. Y en 2012 aquel proyecto de declaración de diputados radicales en la Cámara baja, con el cual denunciaban textualmente: “Durante el último tiempo hemos estado asistiendo -y denunciando- a graves hechos de persecución en nuestro país. Hablamos aquí de persecución “fiscal”, cuando a través de la Afip se realizan investigaciones a ciudadanos luego de expresar su disconformidad con medidas del gobierno actual”. O el cineasta Eliseo Subiela, que había tenido problemas para comprar dólares para viajar a Perú. Cometió el error de hacerlo público. Días después agentes de Afip le dejaron una notificación en su escuela de cine, donde le informaban que le iniciaban una investigación fiscal sobre su persona, según relataron los mismos diputados.Zannini era uno de los hombres del círculo de confianza de Cristina Kirchner. Era visto como el operador judicial en los tribunales de Comodoro Py. Incluso antes que Oscar Parrilli, probablemente era el secretario con más poder del país. Según datos que aportó el periodista de investigación Hugo Alconada Mon, Zannini fue quien se reunió con Leonardo Fariña luego que éste apareciera en el programa de Jorge Lanata denunciando lo que luego se conoció como la Ruta del Dinero K. Y fue él quien lo convenció para que días después apareciera junto a Jorge Rial, negando lo que había afirmado: “Lanata quería ficción, le di ficción”Nunca tuvo denuncias por enriquecimiento (tal vez por eso les contestó a sus detractores en el avión “yo no le robé a nadie”). Pero su ladero, su segundo, el exsubsecretario legal y técnico, Carlos Liuzzi estuvo metido en problemas. En 2014, ante un allanamiento de la Federal ordenado por el juez Oyarbide, el titular de la firma, Guillermo Greppi, llamó a Liuzzi para contarle lo que estaba pasando en su negocio. Liuzzi llamó a Oyarbide y se detuvo el allanamiento. Enfrentó una causa y logró ser sobreseído. Afirmó que en la conversación se limitó a decir que le informó al juez que los policías habían pedido una coima para retirarse. Liuzzi además tuvo una denuncia por enriquecimiento ilícito que fue cerrada, pero vuelta a abrir el mes pasado. Zannini no puede ser responsable por el accionar de su subsecretario, pero esto da cuentas de la impunidad con la cual se movían algunos funcionarios que estaban más cerca del núcleo de poder. Lo que sí se le puede criticar es el aumento de personal en su secretaría, que fue impulsado por Liuzzi pero obviamente bajo la aprobación de su superior. Zannini asumió el cargo con 193 empleados bajo su órbita, cerró el ciclo kirchnerista con 523 contratados. En 2014, esa dependencia tuvo 153 millones de pesos en costos salariales. El gobierno anterior predicó con el ejemplo. Buchoneaba a los que no eran “del palo” y así bajaba línea a la militancia y a los adláteres. El escrache mutó a juicio ético popular, como el que se realizó en la Plaza de Mayo el 29 de abril de 2010. Las Madres de Plaza de Mayo armaron un tribunal público donde condenaron a periodistas sospechados de haber colaborado con la última dictadura militar. Hebe de Bonafini fue “la jueza”. En el Congreso hubo un proyecto de declaración en repudio a esos hechos. Los legisladores kirchneristas se abstuvieron de votar. Y al mes siguiente, aquel conocido escrache público camino a la Plaza, con figuras de cartón con imágenes de políticos, periodistas, militares etc. etc., donde se invitaba a la gente a escupirlos. Estos son sólo algunos ejemplos que lamentablemente tienen relación con lo que le sucedió a Carlos Zannini. El pasado fin de semana él fue el chivo expiatorio con el que la gente anti K se tomó revancha de lo que accionó y promovió el anterior gobierno. Tristemente lo sucedido también habla de cómo estamos como sociedad, ya que esa “justicia popular” parece ser para algunos la única forma de igualar a quienes usaron el poder con prepotencia, aunque esa persona fuera uno de los de más bajo perfil del gobierno kirchnerista hasta que fue ungido como candidato a vicepresidente. El punto de ebullición de la sociedad hoy es la corrupción. Cuanto más se sepa y se pruebe acerca de lo que ha hecho en ese sentido el anterior Gobierno, más expuestos estarán los exfuncionarios a este tipo de escraches. La carencia de crítica profunda potencia ese malestar. Mucho tuvo que ver la Justicia en este escenario, ya que estadísticamente y desde el mismo sentido común, los argentinos saben que la mayoría de las causas por corrupción son aletargadas, prescr
iben, y sólo un mínimo termina con condena efectiva. El jefe de Gabinete del Gobierno de Macri, Marcos Peña, salió a repudiar lo que le sucedió a Zannini. Dijo que no hay escraches buenos ni malos, y expresó su preocupación por lo sucedido. Al forjar esa famosa grieta, que luego fue profundizada desde ambos lados, el kirchnerismo con el poder del Estado fue sembrando vientos con cada acto de prepotencia que hacía o dejaba hacer. Ahora cosechan pequeñas tormentasMahatma Ghandi dijo una vez que la Ley del Talión no era buena, porque si se aplicara el ojo por ojo el mundo se quedaría ciego. Y en nuestra sociedad, donde las encendidas polémicas por las diferencias políticas están lejos de terminarse, si se vuelven moneda corriente los escraches, no faltarán las contestaciones. Y lo que comienza con un insulto puede terminar en tempestades. Colaboración: Lic. Hernán Centurión





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