El Día del Animal fue instituido en 1928 por el Consejo Nacional de Educación, coincidente con la conmemoración del fallecimiento, dos años antes, del doctor Lucas Albarracín, gestor de la Ley de Protección a los Animales y presidente durante cuatro décadas del la Sociedad Protectora de Animales, creada en 1879 por iniciativa del Dr. Juan F. Thompson, y presidida inicialmente por Carlos Guido Spano.Recibir la debida atención que contrarreste los malos tratos sufridos durante tanto tiempo, es un derecho natural que tienen los animales, como miembros participes de la creación.A modo anecdótico, traemos a la memoria el profundo amor del General Perón por sus mascotas:En Puerta de Hierro convivieron Canela, Tinola y Puchi, que fueron sus crías, y aparecen junto a Perón en todas las fotografías de su exilio en Madrid."Juego con los perritos, que me entretienen mucho. Canela ya tiene diez años, es el abuelo. Es un exiliado como yo y me ha seguido en todas. Tinola, la madre, tiene 6 y Puchi, la hija, 2. Son grandes amigos míos. Canela, por ejemplo, es auténticamente un perro. Algunos suelen educar a los perros como si fueran hombres. Hay que dejarlos que sean perros. No contagiarles cosas de hombres, les hace mal", explico el General al periodista Peicovich.El exPresidente usaba a sus caniches para calibrar la personalidad y la inteligencia de los dirigentes, militares, conspiradores y curiosos que llegaban hasta Puerta de Hierro. Si Puchi y Tinola se portaban bien, su interlocutor era serio y valía el tiempo de la entrevista en la residencia 17 de Octubre. Cuando los caniches ladraban y hostigaban al invitado, Perón asumía que no se podía confiar y terminaba la reunión con cualquier excusa.Durante dos años, un dirigente ferroviario llamado Chávez intento acceder a la intimidad del General para contar sus avatares políticos y gremiales. Finalmente viajo a Madrid, y cuando ingreso a Puerta de Hierro le informaron que tenía una audiencia de solo treinta minutos. Chávez saludo a Perón, se ubicó en un sillón frente al General y empezó a describir el panorama político en la Argentina. Cada vez que empezaba a hablar, recibía un embate de uno de los caniches, que se prendía a la bocamanga de su pantalón y tironeaba con fuerza. El sindicalista transpiraba e intentaba apartar a las mascotas, que resistían a la presión y volvían imperturbables sobre el blanco. No había forma, Puchi y Tinola mordían y mordían, frente al impasible General.Chávez balbuceaba, seguía sudando y ya no sonreía. Cuando faltaban diez minutos para que terminara su audiencia, el gremialista exploto: se levantó del sillón, apunto con su pie derecho y en un rápido movimiento impacto a uno de los caniches, que voló varios metros hasta caer en una posición extraña para un perro acostumbrado a los mimos de un ex presidente. En apenas un instante, Chávez fue eyectado de Puerta de Hierro, y su nombre borrado en la historia del peronismo. El caniche quedó bien, apenas un moretón debajo de la cola… Por José Adolfo Luty





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