Lo que ocurrió en el último mes en Argentina no hace otra cosa que afirmar aquella tesis acerca de que somos “un país de novela”, sostenida ya hace muchos años por Marcos Aguinis, autor despreciado por algunos peronistas y neoprogresistas. Sucedió que pasamos a la velocidad del rayo, de los tarifazos, al video de “gente contando plata” en “La Rosadita”. De los “Panamá Papers”, a Lázaro Báez preso. Y del regreso de “la doctora” Cristina a la escena política, al aval de la Justicia estadounidense para “posiblemente” cerrar el desastroso default. Y mejor no miremos unas semanas más atrás, porque no habrá corazón que aguante. Pero para más o menos entender qué le pasa ahora a la Argentina, mejor será hablar síntoma por síntoma, para ver si este paciente se podrá ir curando o estará aún peor. Durante los días de la campaña presidencial escuchamos que el modelo nacional y popular de los Kirchner sirvió para sacar a millones de la pobreza y también escuchamos que si ellos no ganaban iba haber un ajuste brutal, como acusaban los candidatos y adláteres del cristinismo. Y resultó que ganó Macri, y antes de asumir, el kirchnerismo se desentendió de la economía y comenzaron a dispararse los precios. Total, que les importaba si el 51% de los argentinos los habían traicionado en las urnas. Pero la situación empeoró cuando el Gobierno de Cambiemos anunció la quita de los subsidios a la electricidad, el gas y el transporte. Resultado: una inflación acumulada del 15% en tres meses y la pérdida del poder adquisitivo cuando la mayoría de las paritarias ni siquiera habían empezado a discutirse. Y para peor, la devaluación hizo que con las subas salariales que se proyectan, éstas tampoco sirvan para alcanzar esos puntos de pérdida del poder de compra. La Iglesia apareció en escena. La Conferencia Episcopal Argentina comenzó a alertar acerca de la situación social. Días después, la Universidad Católica Argentina publicó un informe lapidario. En tres meses, 1.400.000 personas entraron en la pobreza. El 34,3% de la población. Y en este punto nos dimos cuenta que parece que los pobres habían estado debajo de la alfombra y que todo había sido un disfraz político. Pareciera que el kirchnerismo contó a los beneficiarios de planes sociales como gente que no era pobre, porque a la anterior administración la cuenta siempre le dio algo así como un 5%. Lo dijo la misma expresidenta en un discurso ante la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) hace menos de un año. Para pegarle al Gobierno, los exfuncionarios lo terminaron admitiendo, porque le saltaron a la yugular al macrismo por esos nuevos millones de pobres. Según la UCA en diciembre había un 29% de pobreza y un 5,3 % de indigentes. Pero todo pasa tan rápido que los kirchneristas quieren pasar por alto esos casi tres dígitos para focalizarse en ese 4 y pico por ciento, porque la culpa que era de ellos, ahora se la cargan a Macri. Desde la política se puede discutir, dar vuelta argumentos, entrar en altisonantes discusiones estériles, pero desde lo real es una tragedia. “Lázaro, levántate y …”Ya en 2008 Elisa Carrió había denunciado un esquema de corrupción que involucraba a la familia Kirchner con empresarios ligados al poder. Pero era tan familiar verla denunciando cosas en la TV sin que nunca se probara nada, que el común de la gente tomó las palabras de algunos funcionarios oficialistas y las hicieron propias: “está loca”, “es una denunciadora serial”. Y en 2013 aparecieron Fariña y Elaskar con Jorge Lanata, hablando de la ruta del dinero K, de plata lavada y de las bóvedas de Lázaro en su casa de Río Gallegos. Y con una denuncia en la Justicia, el juez Casanello ordenó un allanamiento en búsqueda de ese lugar donde se escondían los millones de la corrupción. Y Báez se adelantó y llamó a la prensa, les mostró su casa y todos vieron que no había nada. Pero desde la denuncia del “valijero”, pasaron 60 días, tiempo suficiente para hacer volar evidencias. Pero un “infiel” que ayudó a desmontar las cajas donde estaba el dinero, filtró las fotos del operativo desarme. Pero nada pasó hasta que apareció el video de “La Rosadita”. Varios de los involucrados en las denuncias de Carrió y de PPT estaban ahí. ¿Y ahora qué hacemos? dijeron los exfuncionarios. “Me dio asco” dijo Diana Conti, “contar plata no es delito” dijo Aníbal Fernández, “son unos tipos contando guita” dijo Axel Kicillof. Pasaron los doce años de Gobierno y empezó a caerse el velo impoluto con el que se vestía el kirchnerismo. Lázaro aterrizó en Buenos Aires, tres días antes de su indagatoria por su vinculación con la financiera SGI y los millones que se veían sobre la mesa. Fue detenido por “peligro de fuga”. Cuando los titulares de los noticieros anunciaban el arresto del viejo amigo de Néstor, corrió una ráfaga de viento frío en Calafate. Los funcionarios de Cambiemos “se salían de la vaina” para hablar de las evidencias de la corrupción K, pero frenaron de golpe. Desde el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación dieron a conocer los “Panamá Papers”. El presidente Macri aparecía en una sociedad offshore. Sinónimo de delito para los que siguieron desde 2013 la ruta del dinero K. Retruco cantó entonces el kirchnerismo. El presidente dijo que estaba tranquilo, que se iba presentar a la Justicia para demostrar que no había cometido irregularidades. Estos últimos días fue un cruce de acusaciones que tuvo a todos atentos en busca del flanco débil. La consigna era quién le encontraba más manchas al tigre. ¿Volvió o la trajeron?Con Lázaro Báez preso, el arribo de Cristina Kirchner a Buenos Aires fue para algunos una explosión de felicidad fanática al volver a verla. Para otros el inicio de un camino que comienza con dificultad baja pero que más adelante será resbaloso. Cuando el juez Claudio Bonadio la citó a indagatoria por la investigación sobre el dólar futuro, muchos coincidían que comprobar una asociación ilícita dentro de lo que podría considerarse como una decisión de política económica era un disparate. Sobre todo sabiendo que el Banco Central es un ente autárquico que no depende de decisiones del Poder Ejecutivo. Según la letra fría. La expresidenta estaba casi sin hablar en su “lugar en el mundo”, Calafate. Volvió imputada por la Justicia y movió el avispero. Miles de militantes ultra kirchneristas la acompañaron desde que llegó al aeropuerto hasta que declaró en Comodoro Py. La Cámpora, Movimiento Evita, Miles etc, coparon las calles de los tribunales de Retiro, pero también adentro, en el cuarto piso, unas
30 personas entre abogados y personal del juzgado, oficiaron de hinchada “detrás de la puerta”. “Bonadio la co… de tu madre, Cristina es del pueblo, y no la toca nadie”.El juez saludó, la imputada no contestó y ni siquiera cruzaron miradas. La expresidenta habló durante cinco minutos a la secretaria del juzgado y se retiró a “la fiesta” que le aguardaba afuera. Cristina genera odio y pasiones pero tiene algo que es envidia de muchos: poder de oratoria y carisma. Si no sabés de lo que te está hablando o “te agarra flojo en la lección”, con sus argumentos convence, o te deja dudando acerca de lo que uno mismo cree que sabe. Habló durante casi una hora. Le pasó facturas a la confabulación del Poder Judicial, el poder mediático y el Gobierno por su imputación. Un discurso de alto voltaje político, en el que sacó a relucir el pasado de la familia Macri. Recordó la causa de contrabando agravado de la que se libraron gracias a la vilipendiada “corte adicta” del menemismo, que Néstor Kirchner se encargó de desarmar después que llegó al Gobierno en 2003. Pero si bien fue un discurso fuertísimo, casi todos sus argumentos se rebatían simplemente contrastando sus palabras con los datos reales acerca de su gobierno. Políticamente fue un discurso impecable, pero si se lo bajaba al llano se caía por peso propio. Pero de todo lo que dijo hubo algo que fue indudable porque era cuestión de contrastar con la vivencia cotidiana y no la simple opinión política parcializada. Preguntó: ¿quiero que me digan cómo están hoy y cómo estaban el 10 de diciembre? Tópico irrefutable desde el bolsillo, pero dio la sensación que hablaba de cuán bien pintada y linda fue la bomba que dejó antes de abandonar la Casa Rosada. Cristina dijo que con el nuevo Gobierno “volvimos al mundo”, “estamos en la tapa de todos los diarios” por el “Panamá Papers”, en directa referencia a Mauricio Macri. Esa ironía entró justa, pero también tuvo su lado lamentable para Argentina. La semana pasada, una consultora financiera internacional explicó que había mucho interés de inversión en Argentina, pero a la vez había cautela acerca de cómo se iba desenvolviendo la economía local, principalmente por la cuestión social y política. Dicho esto, con un presidente de la nación imputado por un fiscal para que se investigue supuesta evasión fiscal con sociedades offshore, una expresidenta también imputada por el caso de dólar futuro y cuya familia está investigada por lavado en la causa Hotesur, lejos estamos de mostrarnos como un país serio para recibir inversiones. Sin embargo la Justicia estadounidense dio al aval para levantar los embargos que pesaban sobre nuestro país y se pueda así pagar a los fondos buitre y a todos los bonistas que entraron en los canjes de 2005 y 2010.El ministro de Finanzas Alfonso Prat-Gay, estima que esto reabrirá la confianza, volverán los fondos y podrá bajarse la inflación en el segundo semestre. ¿Qué irá a pasar?, vaya uno a saber. Cada día se desata una nueva increíble historia en Argentina. Un país de novela donde sólo se aburre el que quiere. Colaboración: Lic. Hernán Centurión





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