El tiempo siempre fue importante en la vida de Liliana Oleksow. El tiempo pasado, el paso del tiempo, lo que se lleva el tiempo, el tiempo que nos queda, el tiempo que necesitamos para salvar lo que nos queda. Su papá, don Francisco Oleksow, inmigrante polaco que tuvo que abandonar su amada tierra por los espantos de la segunda guerra mundial, fue “el” relojero en la tradicional esquina de Bolívar y Colón, en Posadas. El tiempo era su materia prima. Pero el hombre no sólo sabía reparar relojes y echar a andar las horas. Liliana recuerda que de niña le fascinaban los relatos de la Polonia de pre-guerra y de la reconstrucción de Varsovia que le contaba su papá, como si de aquel rescate oral dependiera su propia existencia de expatriado y sobreviviente. Tan vívidas eran las descripciones, que podía reconstruir mentalmente el trabajo denodado de toda la comunidad para volver a levantar cada edificio bombardeado en base a viejas fotos que pudieron rescatar de los escombros. Para ellos, recuperar sus edificios fue un acto desesperado de identidad. Pasaron algunos años y en aquella Posadas de casas bajas comenzaron a verse las ineludibles transformaciones del progreso. Liliana se acuerda que con su amiga Graciela Melot observaban con fascinación y algo de miedo la construcción del Hotel Continental, uno de los primeros edificios de gran altura. “De alguna manera sabíamos que la llegada de esta modernidad iba a cambiar todo lo que conocíamos”, recuerda. Y debe ser a causa de aquellas circunstancias que finalmente su vida quedó marcada por la necesidad de preservar los espacios comunes que guardan la memoria colectiva. La necesaria permanencia Liliana estudió arquitectura, primero en Resistencia y luego en La Plata, donde se recibió. La que le dio el pase al título fue Historia de la Arquitectura, todo un símbolo para esa mujer que entonces ya sabía claramente que ese era el camino. “Cuando terminé el secundario en el Santa María pensé que lo mío era construir hacia adelante, levantar lo nuevo, crear para hoy y para mañana. Pero ya cursando la carrera me di cuenta que la historia de la arquitectura me fascinaba, también por influencias de grandes eminencias que tuve la suerte de que fueran mis profesores”, recuerda, emocionada. Su relato trae a nuestra historia a Ricardo “Dick” Alexander, por años presidente del Instituto Argentino de Investigaciones de Historia de la Arquitectura y del Urbanismo; y a Jorge Gazaneo, el prestigioso fundador del Comité Argentino del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (Icomos). “Siempre fue muy mía la idea de permanencia, no porque niegue el avance y las transformaciones sino porque entiendo que nada puede ser realmente fuerte si no tiene buenas bases. A mi padre le daba seguridad honrar su pasado. Yo siento muy parecido”, se define. Y cuenta que “la arquitectura que apunta a la preservación no sólo busca proteger, restaurar, poner en valor y refuncionalizar los patrimonios edilicios, los espacios, los sitios, sino también salvaguardar las historias de quienes vivieron allí y levantaron esa estructura, conocer los testimonios que explican por qué lo hicieron, qué los inspiró”, refiere esta profesional posadeña que trabajó en el equipo que catalogó y relevó todos los edificios y espacios que después fueron declarados Patrimonio Histórico, Arquitectónico y Cultural de la capital misionera. Leona Liliana Oleksow es una mujer valiente. En 1990 y con un esfuerzo personal enorme logró una beca de formación de postgrado en la Universidad Politécnica de Cataluña, en España. Cuando volvió, la Represa de Yacyretá y sus obras complementarias comenzaron a amenazar el patrimonio arquitectónico y cultural de la zona de afectación. Desde el discurso oficial se apostó a la relativización de la memoria colectiva. La idea -que les funcionó en aquel momento- era despojarnos de los lazos sentimentales que nos unían a estos espacios entrañables para avanzar con las topadoras. Ella se puso al frente de la lucha por la preservación y el respeto al patrimonio tangible e intangible. Defendió como una leona nuestro derecho a la conservación de edificios icónicos como la Exestación de Trenes General Urquiza, que al final fue demolida y “remedada”; del Puerto de Posadas, que quedó bajo agua; del Tiro Federal, que fue arrasado, y tantos otros espacios que simplemente desaparecieron; Liliana no se calló nada. Cuestionó, planteó, ofreció alternativas, pero poco pudo hacer ante el poderoso avance de los intereses que imponen este tipo de megaobras. Un tesoro en la picadaHace dos años presentó los resultados de un trabajo que comenzó en el 2002, y que consistió en el relevamiento y la propuesta de conservación de 35 iglesias de pueblos y colonias de Misiones construidos desde el año 1890 por los inmigrantes de Europa Central y del Este que llegaron a la provincia durante el Plan de Colonización. Pudo avanzar en once de ellas con el detalle preciso y documentado del valor histórico, arquitectónico y cultural de sus estructuras de madera centenaria y la religiosidad que albergaron. Emocionan las historias detrás de la construcción de estos espacios comunitarios donde se juntaban los inmigrantes a rezarle al dios de la esperanza. Pero no todos entienden que hay diamantes en bruto en sus pueblos, que podrían ser incluidos en los circuitos turísticos y que, revalorizados, reivindicarían nuestro pasado y nuestro presente. Liliana cumplirá 30 años de profesión en el mes de julio y su amado don Francisco no podrá festejar con ella. Falleció la semana pasada a los 94 años y sus restos volvieron a su Polonia natal. En su honor y en su memoria, ella continuará su trabajo fuertemente comprometido con la masificación del conocimiento, asistiendo y participando de cuanto curso, charla o taller se dicte para concientizar. “El conocimiento no sirve en un cajón, en un estante o en una vitrina” explica, convencida de que se debe reforzar o restaurar el vínculo entre las personas y sus bienes culturales y educar en la preservación. Es que cuando el patrimonio se deteriora, se lleva una parte de nosotros que se pierde para siempre y permite que los saqueadores de la memoria colectiva no tengan freno. Y ella cree que su aliado, el tiempo, le dará la razón. Por Mónica [email protected]




Discussion about this post