Si hubiese podido decir algo, probablemente tampoco lo hubiese hecho. Cristian Enrique De Lima (25) es sordo y, por ende, tampoco puede hablar. Pero esa tarde, cuando recibió la convocatoria a la selección argentina de fútbol silencioso, la emoción fue más grande que cualquier cosa. Difícil describirlo con palabras. Y mucho más difícil, con gestos.La vida de Cristian está gobernada por el silencio. Sólo imaginarlo ya es difícil: no escuchar nunca la voz de mamá, no seguir un partido de fútbol por la radio, no oír jamás una canción. Pero para lo que muchos podría ser un castigo, para Cristian es motivo de orgullo. “Yo soy sordo y acepto mi discapacidad. No me angustia, ya lo acepté. Mi manera de comunicarme es el lenguaje de señas y me gusta”, le dice justamente mediante lenguaje de señas a DE PRIMERA, acompañado de Cecilia, intérprete y compañera de la vida. Juntos concibieron a Santino (2) que, aunque es oyente, en tan corto tiempo aprendió a comunicarse con su padre.No fue fácil la vida de De Lima. Debió sortear los obstáculos más difíciles, pero lo hizo siempre con una sonrisa. Y?con una consigna: transformar a los otros y hacerles entender que hay vida más allá de las dificultades.Pintá tu aldeaHijo de padre gendarme y madre peluquera, Cristian De Lima nació hace poco más de 25 años en Oberá. El trabajo de su padre lo llevó a vivir algunos años en Aluminé, Neuquén, aunque no tardó en regresar a Misiones, ahora en Posadas.“Nací oyente, sin ninguna dificultad, pero a los dos años tuve una infección y una mala medicación provocó daños en mi sistema auditivo. Seguí un tratamiento, fui a Buenos Aires. Pero a medida que fui creciendo perdí la audición por completo”, le dice Cristian en señas a Cecilia, que traduce.De Lima aguantó varios años en escuelas comunes, hasta que de regreso a Posadas comenzó a asistir a la Escuela Especial 10. Esa fue la primera vez en una comunidad de sordos.“Ahí empecé a tener comunicación con otras personas sordas. Y empecé a socializar, a compartir su cultura, ellos me fueron enseñando. Aprendí y me desarrollé en la cultura sorda y oralista”, se enorgullece Cristian, que no perdió el tiempo y de inmediato se puso a “pintar su aldea”: “enseguida llegué a casa y fui enseñándole a mi familia el lenguaje de señas, porque soy el único con este problema”.Una pregunta dura se impone:¿fue difícil perder la audición? Cristian ni se sonroja. Como dijo antes, asume con coraje su condición. “No me di cuenta. Era chiquito y había escuchado sí, pero muy poco. Cuando fui creciendo empecé a usar audífonos, pero fue algo normal y no me di cuenta. Así también aprendí a leer los labios”, cuenta.La situación podría haber sumido a cualquiera en la depresión, pero todo es cuestión de personalidades y a Cristian no iba a frenarle esa limitación. Al contrario. “De a poco les fui enseñando a todos en mi barrio. Quería que todos aprendan lenguaje de señas. Le enseñé a todo el barrio”, se sonríe De Lima. Es que el obstáculo se transformó en un beneficio para sus cercanos. Y lejos de dejarse caer, terminó levantándose y levantando también al barrio, que aprendió a comunicarse con él.Simplemente fútbolComo en su vida, la carrera futbolística de Cristian comenzó también con un golpe bajo. Desde chico siempre acompañó a su padre a los partidos de los sábados. Un poco más grande, se hizo famoso en las canchas del barrio, al punto que amigos oyentes comenzaron a convocarlo para distintos desafíos y equipos.No obstante, su primera experiencia en un club, en Atlético Posadas, fue traumática. Y no tiene que ver con lo que sucedió dentro de la cancha. A los 14 años, Cristian comenzó a entrenar en el “Decano” junto a su hermano más chico. Pero a los pocos meses, ese hermano perdió la vida en un accidente doméstico. Se llamaba Sergio Fabián De Lima. “Me acuerdo de él siempre. Él me dio las fuerzas necesarias para seguir”, gestualiza Cristian, aunque esta vez sus ojos dicen más que sus manos.No fue fácil y, primero, De Lima dejó el club. Todo pasa por algo. Porque en ese tiempo conoció la Asociación Misionera de Sordos. Allí construyó toda una estructura y conoció a mucha gente -por ejemplo a Cecilia, su mujer-. Y en ese lugar comenzó a jugar nuevamente en los campeonatos que organizaciones similares realizan a nivel país.“Viajamos a competir varias veces a otras provincias. Primero en los regionales y después en los nacionales. Y el año pasado Misiones salió campeona nacional en San Juan. De esa selección fui convocado a la selección nacional junto a otros seis compañeros”, cuenta Cristian. Y de esos siete misioneros, sólo él quedó en la lista final que se prepara para disputar el Mundial de Sordos, en Italia, en junio próximo.Sueño celeste y blanco“La convocatoria fue un sueño. Jugar en la selección y representar a tu país es un sueño. Cuando me avisaron, se me erizó la piel. Es un orgullo”, se emociona Cristian cuando recuerda la convocatoria nacional, el año pasado.La selección argentina de sordos, autoapodada “Los Toros”, tiene jugadores de todo el país que cada quince días viajan a Buenos Aires para entrenarse en vistas al Mundial de Italia. El compromiso no es menor: concentran en el predio de la AFA en Ezeiza, allí en la cuna de la selección argentina. Un lujo.“Viajar es difícil porque nuestra Asociación es chica y no cuenta con los fondos. Y es una lucha porque, por más que sea ley, muchas veces las empresas de colectivos no nos quieren dar los pasajes pese a que presentamos todos los papeles”, acota De Lima, que además enfrenta otro desafío junto a la selección de sordos:juntar el millón de pesos que le falta para los pasajes de avión del equipo.Más que triunfos deportivosCon 25 años, Cristian De Lima se siente feliz por tantas conquistas. “Para él es un orgullo que una persona sorda pueda jugar como un oyente y que todos lo puedan ver como una persona más, como alguien que perseveró. Que entiendan que él puede jugar de igual a igual. Eso es lo importante”, dice Cecilia, y le pone palabras a lo que Cristian calla por humildad.Dentro de la cancha, De Lima no es ningún improvisado. Juega de lateral derecho pero a la hora de definir con quién se identifica, gambeta nombres como el de Javier Zanetti o Hugo Ibarra -porque De Lima es hincha de Boca- y dice que su sueño es conocer a Javier Mascherano. “Me identifico con él por la fortaleza, por la entrega”, dice con sus gestos Cristian que, como el mediocampista de la selección argentina, es un gladiador. Pero no solo con la pelota.“No me imagino sin jugar al fútbol”Para Cristian, la pelota es todo. “No me imagino sin jugar al fútb
ol”, dice el lateral derecho de la selección argentina de sordos, mientras se prepara para el Mundial de Italia.Ese viaje será un sueño cumplido para él.Pero hay otros. Uno de ellos, mucho más sencillo, es conocer a los jugadores de “La Franja” y quizás algún día formar parte del plantel de Guaraní Antonio Franco. Nada es imposible.Como lo reconoce, para Cristian el fútbol es la vida. “Me encanta jugar al fútbol, desde chico juego. Antes jugaba por jugar y ahora me di cuenta que es parte de mi vida, no puedo dejarlo de lado. Y quiero enseñarle a mi hijo, poder vivir eso de que me acompañe a la cancha”, sueña De Lima.La vida está hecha de sueños y pese a los que ya cumplió, el protagonista de esta historia se anima a más. Jugar en Guaraní, jugar al fútbol con su hijo. Y también, por ejemplo, conocer a Juan Román Riquelme o Carlos Tevez, quien los apoyó en los últimos días por Twitter en la campaña para recaudar fondos.“No es difícil, sólo cambia la estructura de comunicación”El amor no tiene obstáculos. Y un buen ejemplo es la relación que une a Cristian con Cecilia. Ella es oyente, pero eso no fue un impedimento a la hora de decidir compartir juntos el camino.“Yo soy psicopedagoga y cuando decidí estudiar lenguaje de señas para complementar mi profesión estudié en la Asociación de Sordos de Misiones. Fueron dos años de estudio y ahí lo conocí a él”, cuenta Cecilia. De la integración entre oyentes y no oyentes surgieron las primeras salidas. Hasta hoy, que ya cumplen seis años juntos”.“No es difícil, sólo cambia la estructura de comunicación. Uno está acostumbrado a hablar al otro sin mirarlo, osea que vos estás lejos y yo te puedo hablar. Pero con él tenemos que mirarnos. No es difícil, uno se termina naturalizando”, insiste Cecilia ante la mirada cómplice de Cristian. Y?también de Santino, el heredero, que también aprendió a comunicarse con papá.





Discussion about this post