El cambio de gobierno en Argentina provocó un giro radical respecto a cómo el kirchnerismo había llevado adelante su política exterior. Macri decidió romper con el relato histórico que abrevaba en la génesis de las naciones latinoamericanas. Decidió recomponer la relación con el mundo, en una era en que más allá de las ideas y discursos para las masas, encerrarse en el “nosotros vs ellos” se agota cuando nuestras economías caen. Chauvinismo bolivariano no. Entreguismo no. Sí el pragmatismo inteligente. Basta ver qué pasó en Cuba en estos últimos 16 meses. Si hablamos de relaciones internacionales el interés inamovible de Argentina es la soberanía de Malvinas, en disputa con el Reino Unido desde 1833, pero en una posición más lejana a nuestros intereses desde la guerra de 1982. El Gobierno de los Kirchner usó como una de sus banderas políticas los derechos sobre las islas del Atlántico Sur. Optaron por la retórica combativa. Los reclamos con golpes sobre la mesa para que Inglaterra se adscribiera al diálogo exigido por las Naciones Unidas, no hizo otra cosa más que mostrarnos ante Londres como unos bravucones. Una clase magistral acerca de cómo “no debe” actuarse en el mundo de la alta diplomacia. El conflicto iniciado por la última dictadura fue la trompada artera. La retórica del kirchnerismo fue la cachetada que hizo escapar al interlocutor, que además siempre rehuyó a hablar de soberanía. En resumen, sólo sirvió como ventaja política puertas adentro de la Argentina, y dejó contentos a los nacionalistas de a ratos, como los que se encienden cuando juega la selección. Cómo anécdota triste acerca de Malvinas y de los soldados muertos, vienen a la memoria las palabras de John Fawler, un kelper ya entrado en años. En una nota a la televisión argentina relató que llegó a Malvinas años antes de la guerra: “Teníamos la sensación que el gobierno británico estaba entregándonos. La pregunta no era si íbamos a ser argentinos, sino cuándo íbamos a serlo. Por eso nos sorprendió la invasión. Eso cambió totalmente la situación”. “Enfriamiento”El primer encuentro entre el presidente Macri y el primer ministro inglés David Cameron fue el pasado 21 de enero en Davos, Suiza. Los oídos estuvieron puestos en la conversación entre los mandatarios. Malvinas era el tema central, el resto era secundario. El premier inglés se mostró de acuerdo en abrir un nuevo capítulo en las relaciones, sin embargo dejó clara la postura acerca de la soberanía colonial. “Claramente asumió un nuevo presidente y ha dado señales de que está abierto a tener una mejor relación alrededor de Malvinas. Nuestra posición es clara. la gente de Falklands sostuvo un referéndum y el resultado de ese referéndum fue absolutamente claro e inequívoco. Nosotros apoyamos esa postura de que ellos quieran continuar siendo británicos”.Macri estaba más interesado en el diálogo pero centrado en la cuestión económica. “Quiero que dialoguemos sobre todos los temas que están pendientes, incluido Malvinas, con nuestras diferencias y nosotros manteniendo nuestros reclamos, pero dialoguemos”.“Una delegación empresarial del Reino Unido visitará la Argentina en el segundo semestre del corriente año para analizar diversos temas de infraestructura”, explicó el Gobierno argentino ese día en un comunicado. La inercia combativa del kirchnerismo quedó atrás y muchos quedaron decepcionados cuando vieron que Macri, teniendo en frente al líder inglés no le espetó ¡Las Malvinas son Argentinas! Por ese gesto y por priorizar lo económico por sobre lo soberano, varios sectores afirman que Argentina entró en una etapa de enfriamiento en los reclamos por Malvinas. Sin embargo hay que decir que el pasado 2 de abril, el presidente efectuó declaraciones al respecto. “Esas islas en el Atlántico que nos traen todos estos recuerdos siguen siendo inexorablemente nuestras: nos esperan con una paciencia continental. Nosotros volveremos. Lo haremos siguiendo el camino que hoy conduce a las naciones del mundo, volveremos usando la fuerza del diálogo, la fuerza de la verdad y toda la fuerza de la justicia”, escribió el mandatario en su cuenta en Facebook.Ampliación de límitesEl lunes 28 de marzo, la cancillería, a cargo de Susana Malcorra, presentó ante la prensa y diversas autoridades el Límite Exterior de la Plataforma Continental Argentina aprobado por las Naciones Unidas.Malcorra destacó la ocasión “histórica para la República Argentina ya que hemos dado un gran paso en la demarcación del límite exterior de nuestra plataforma continental: el límite más extenso de la Argentina y nuestra frontera con la humanidad”. Asimismo, enfatizó que de esta manera “se reafirman nuestros derechos de soberanía sobre los recursos de nuestra plataforma continental: minerales, hidrocarburos y especies sedentarias”.“Este es un verdadero ejemplo de política de Estado”, enfatizó la ministra de Relaciones Exteriores, quien destacó que la Comisión que realizó su presentación en agosto de 2009 ante la ONU fue creada hace 20 años.Durante una conferencia ofrecida en el Palacio San Martín, el titular de la Comisión Nacional del Límite Exterior de la Plataforma Continental (Copla) y vicecanciller Carlos Foradori subrayó que el trabajo realizado “no es el de un gobierno” y que “nadie, absolutamente nadie” es el autor de esa política sino que se trata de una tarea “de todos los argentinos”.Foradori destacó la tarea de la comisión de expertos argentina como “una verdadera fábrica de creación de soberanía” y destacó que permitió “obtener 1,7 millones de kilómetros cuadrados más de territorio para la explotación del lecho y el subsuelo”.“Se trata de riquezas que ni siquiera todavía conocemos”, señaló el vicecanciller.La presentación argentina fue realizada en 2009, e incluyó el reconocimiento del límite exterior de la plataforma continental de todo el territorio argentino: continental, Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur y Antártida Argentina, por lo que el dictamen de la ONU ratifica los límites argentinos y la soberanía nacional sobre el Atlántico Sur.En los análisis efectuados por expertos y avalados por la ONU, el límite marítimo argentino se extendió de las 200 millas hasta las 350 millas náuticas. Que, para entender de forma simple, toma a las Islas Malvinas, Sandwich y Georgias del Sur como argentinas, pero excluye la zona que podría representarse como amplios canales divisorios. Aquí ocurre la primera interposición de límites según lo que reclaman el Reino Unido y los kelpers. A modo de la conjunción de un diagrama de Venn, los límites que ya tenía Argentina, más la ampliación de la plataf
orma se chocan con el anillo de espacio marítimo que reconoce Londres como propio, respecto a las islas del sur. El Gobierno británico se tomó con tranquilidad el fallo de la ONU. Los voceros de Downing Street (sede del Gobierno) sostuvieron que “es importante notar” que la comisión de las Naciones Unidas “es un comité de consejo, que hace recomendaciones que no son legalmente obligatorias”.“Esta comisión no tiene jurisdicción sobre cuestiones de soberanía. Lo que es importante es lo que los isleños de las Falklands (sic) piensan”, sentenciaron.Hace pocas semanas prefectura hundió un buque pesquero de bandera china luego que desobedeciera en reiteradas ocasiones la advertencia sobre pesca ilegal en Mar Argentino. ¿Qué sucedería si un barco argentino se adentra en el límite marítimo que los británicos reconocen sobre sus islas, y que se superponen con el fallo de Naciones Unidas?La cierto es que algo cambió entre Londres y Buenos Aires. El Gobierno británico ordenó retirar de Malvinas el destructor HMS Dauntless y la fragata HMS Lancaster para reasignarlas al monitoreo de barcos rusos en el mar del Norte. La oposición británica afirma que dejaron a las “Falklands” indefensas con esa acción. Lejos estamos de volver a repetir el mismo error. Porque Argentina perdió capacidad para una acción militar como la “mala aventura” que inició Galtieri. Porque no supone amenaza un país que además tiene vocación de paz. Porque el nuevo Gobierno prefiere el diálogo correcto antes que las voces altisonantes que rebotan contra una pared. Y porque Gran Bretaña, sabiendo de su poderío militar, y conociendo la debilidad de su enemigo, mueve piezas cuando diplomáticamente está frente a un gobierno que le da tranquilidad. Como decía el viejo Fawler “la guerra cambió todo”. No sirvieron los ositos Teddy regalados por el canciller Guido Di Tella a los isleños. Ni la política de enfrentamiento del kirchnerismo, que ahondó la grieta y provocó el referéndum de los kelpers en 2013. Sobre él se apoya hoy Londres para no hablar de la soberanía. A pesar de las adversidades, ha habido una buena noticia. Nos quedan los 1.700.000 kilómetros cuadrados (más de media argentina) ganados al mar gracias al fallo de la ONU. Pero nos faltan siempre las Malvinas. Londres considera que la historia se cerró aquel 14 de junio de 1982, pero eso está lejos de terminarse. Colaboración: Lic. Hernán Centurión





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