Señora Directora: El jueves, feriado nacional, se nos ocurrió salir a la ruta, recorrer la provincia y cruzar a Brasil en el día, con los chicos.¡Grave error! Porque salimos paseando, como buenos turistas, dispuestos a asombrarnos con la naturaleza que siempre nos rodea y nunca observamos. Dispuestos a recorrer las rutas misioneras sin exabruptos y nos encontramos con un sinnúmero de accidentes.Perdimos más de 1/2 hora en el semáforo de Candelaria. Nos mandamos por dentro del pueblo para poder sortear la cola y luego encontramos a los policías que comían chipa displicentes.Saliendo de Posadas ya no hay señal de celular, así que te empieza a atrapar el miedo a que te pase algo y no puedas pedir auxilio, ¡pero seguimos!Tampoco el GPS sabe a dónde te lleva, así que debes apelar a la amabilidad de los nativos.Pasamos por Oberá, cargamos combustible y seguimos hacia Alba Pose. Pasamos por dos puentes en mal estado, uno en peligro de derrumbe y finalmente llegamos al puerto alrededor de las 10.30. Nos vendieron los pasajes, pero nos advirtieron que ya no cruzaríamos porque cierran a las 11 y se reabre a las 14.30.Allí quedamos varados, sin agua, sin comida, ni baños, ni señal de celular, frente a un imponente paisaje de exuberante belleza, totalmente salvaje, por no decir de barbarie total.Acompañados de más de cien personas, mayormente brasileños y paraguayos, pasamos una horas, primero aburridas y luego exasperantes hasta que dimos por terminada nuestra excursión al extranjero.Una vez anterior que habíamos ido a Brasil por ese paso, iban solo dos autos de ida y tres de vuelta, pensamos ¡qué lástima, este negocio no debe ser rentable!Y hoy pensamos, ¡qué lástima, este negocio es súper ineficiente!Cuando emprendimos el regreso ya nos tomó la tarde, una garúa fina en forma de cortina nos empezó a seguir y la tarde se hizo noche muy rápidamente. De nuevo tuvimos que cruzar por Candelaria que a eso de las 18 era “una boca de lobo”. Nos pusimos en nombre de Dios para atravesar esa trampa mortal entre conos y tanques. Nos ubicamos detrás de un colectivo, que parecía que conocía el sinuoso recorrido y logramos sortear con éxito la inmoral encrucijada.Luego tuvimos un nuevo desafío frente al Mercado Central y Cabo de Hornos, sin luz, sin carteles ni señales, ni ningún alma que atienda el tráfico.Finalmente llegamos a casa y se nos borró toda idea de salir a recorrer iglesias el viernes. Esta es la Misiones turística que tenemos, ¡Angá!





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