Señora Directora: “Los tiempos de Dios no son los tiempos del hombre” dice una recordada expresión cristiana que hoy bien podría parafrasearse con otra, aunque quizás impropia e irrespetuosa: “Los tiempos del hombre no son los tiempos de la burocracia”. ¿Y a qué viene esta expresión? A que cotidianamente siguen sucediéndose las tragedias en las rutas misioneras, sumando nombres a la larguísima lista de vidas tronchadas en ellas. Y las autoridades políticas y encargadas del control del tránsito nada hacen para menguarlas (¿o son incapaces?).Hasta el domingo 21 pasado, según ese Diario publica, en lo que va del año se llevaban ya 54 muertes en las rutas provinciales y sólo había transcurrido 52 días de 2016, por lo que en una proyección lineal y constante se está hablando de una cifra superior a los 370 o 380 muertos en doce meses, donde el alcohol juega un papel preponderante.Toda una sangría humana injustificable, de más de un muerto cada día, requiere la asunción de las responsabilidades que les son propias a los conductores, irresponsables y desaprensivos, y las autoridades que vaya a saber por qué razones estas últimas se demoran en tomar el toro por las astas. Quizás, es hora que de una vez por todas se animen y tengan en coraje de establecer la tolerancia cero para la ingesta de alcohol en quienes manejan en rutas y calles, y establecer controles estrictos en ellas con penalidades firmes y concretas, ineludibles, que vayan más allá de una multa pecuniaria o una suspensión transitoria en la licencia de conducir.Sé que esta medida en sí no es suficiente, pero puede contribuir a mermarlos esos hechos trágicos. Hay que volver a insistir en una completa educación vial que alcance a todos, no sólo a los niños en las escuelas, sino particularmente a aquellos que pretendan obtener un carné habilitante. Aunque a muchos fastidiará esta última posibilidad que podría además incluir un refuerzo de esa formación a la hora de renovarlo.Pero, claro, ¿quién se pone el sayo? Porque muchas de esas autoridades que deben aprobar esta norma también son infractores de ella y en más de una oportunidad manejan con alguna que otra copa encima. O bien se desentienden cuando son transportados por un conductor en esas condiciones y miran hacia otro lado si la irregularidad sucede al lado suyo.Aclaro que con este pedido no estoy echando toda la responsabilidad de las tragedias viales en las espaldas de autoridades y funcionarios, sino que asimismo se debe insistir en la parte que le corresponde a cientos de conductores irresponsables que se creen que a ellos nunca les pasará porque tienen “cultura alcohólica”. Pero como en estos casos siempre hay terceras víctimas inocentes, ajenas a la conducción o que cumplen con todas las previsiones establecidas para hacerlo, es que insisto en la necesidad de una norma rígida que será inútil sino se la hace respetar y cumplir, y eso no es sólo cuestión de quien conduce sino además de quien vela para que se la respete y que es, además, el que debe establecerla, con claridad y sin cortapisas.





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